enero 31, 2025

El quiebre social y político de Nicaragua

Como jóvenes hemos aprendido que existen ciertos requerimientos mínimos para decir que tenemos un país democrático.

En una Nicaragua democrática los ciudadanos deberían elegir a sus representantes de forma transparente a través de elecciones, los poderes del Estado serían independientes y la ciudadanía podría manifestarse cívicamente sin que los repriman. Existirían organizaciones que fiscalicen, cuestionen y pongan límites al poder. También se respetaría la ley y las fuerzas armadas obedecerían la Constitución.

Pero esto no ocurre en la Nicaragua de hoy.

Se han cumplido dos años desde que el termómetro social nicaragüense detonó con las “Revueltas de Abril”, que iniciaron como un reclamo hacia el gobierno de Daniel Ortega por el malestar provocado por años de controvertidas reformas y acciones antidemocráticas que lo llevaron a mantenerse en la silla presidencial durante tres periodos consecutivos.

Una de ellas ocurrió en abril de 2018, cuando el régimen de Daniel Ortega, quien ganó las elecciones y retomó el poder en el 2006 con el apoyo de su esposa y actual vicepresidenta Rosario Murillo, decretó unas reformas a la seguridad social que le quitaba dinero a los pensionados y aumentaban el cobro a los cotizantes.

La ciudadanía salió a las calles a protestar cívicamente y el gobierno las reprimió, cometiendo múltiples violaciones a los derechos humanos.

Ilustración: Colectivo Autonomía 18.

La represión escaló desde 2018 de tal manera que, según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), para octubre de 2019 había dejado 328 muertos, 100 mil exiliados, 770 presos políticos, 400 profesionales de la salud despedidos por el Estado, 144 estudiantes universitarios expulsados y más de 60 docentes, tanto de educación inicial como de educación superior, despedidos.

Asimismo, más de 90 periodistas y trabajadores de medios independientes se han exiliado principalmente por razones de seguridad, tras recibir amenazas, asedio, hostigamiento y persecución, además de clausura y censura muchos de estos medios de comunicación.

Sin olvidar que en el campo la persecución, hostigamiento y asesinato de campesinos opositores ha ido aumentando en gran escala. Estos casos aún continúan sin investigarse, mientras que la sociedad civil denuncia varios de ellos como resultado directa de la acción del Estado, como es el caso de Oliver José Montenegro Centeno, un agricultor de 44 años y habitante del municipio de El Cuá, del departamento de Jinotega, quien fue acribillado a balazos por sujetos armados, lo cuales, de acuerdo a testimonios recabados por el Cenidh, eran ‘paramilitares y policías’

Todas estas acciones producto de la represión ejercida por el gobierno de Ortega, son consideradas como crímenes de lesa humanidad, según el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes para Nicaragua (GIEI).

¿Cómo llegamos a la actual crisis socio política que vive Nicaragua desde el 2018?

El régimen de Daniel Ortega, Rosario Murillo y el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), actual partido de gobierno, comenzaron un proceso de control total del Estado de Nicaragua a partir de la perdida de las elecciones en los 90: aunque Ortega perdió el gobierno, nunca perdió por completo el poder.

Repartió bienes y las arcas del Estado las dividió entre los miembros de su partido para financiar lo que llamarían después gobernar desde abajo.

De esta manera se acercó a sectores sociales como la Unión Nacional de Estudiantes de Nicaragua, el Frente Nacional de Trabajadores o la Asociación Nacional de Educadores de Nicaragua. Todo esto en busca de mayor apoyo que le permitiera la vuelta al gobierno y para desestabilizar a todos los gobiernos liberales democráticamente electos hasta su regreso a la presidencia en 2007.

La actual crisis que azota a Nicaragua no comenzó con las manifestaciones antigubernamentales de abril de 2018, pues éstas no fueron producto de acontecimientos aislados, sino de años de procesos que fueron coartando la expresión ciudadana, cerrando espacios, cooptando instituciones públicas y concentrando el poder en la figura presidencial compuesta por Ortega y Murillo.

La población decidió no guardar silencio y estas protestas marcaron un antes y un después en Nicaragua.

Ilustración: Colectivo Autonomía 18.

¿A qué estamos dispuesto?

Para Abril”, una estudiante universitaria que participó activamente de las revueltas de 2018 y actualmente pertenece al Colectivo Autonomía 18, las manifestaciones ocurridas en ese año fueron un hartazgo al sistema, que representó tomar consciencia de todas las cosas que hasta ese momento estaban mal y, a su vez, simbolizó el rol de los manifestantes como un agente de cambio dentro del mismo sistema.

“Estábamos en la pasividad de no relacionarnos con lo que estaba pasando políticamente, hasta que la exposición del colapso del sistema político se manifestó de manera física con la muerte de muchas personas, con la represión del Estado en las protestas”, dice.

Dolly Mora, una joven feminista organizada en la Alianza Universitaria Nicaragüense, opina que la falta de respuesta del régimen de los Ortega-Murillo, frente al incendio forestal en la Reserva Indio Maíz y las Reformas al Instituto Nicaragüense de Seguridad Social, causó mucha indignación e hizo que la población se levantara.

“Los jóvenes dijimos basta”, expresa. “Esto fue una respuesta de defensa, de resistencia de la ciudadanía frente a la represión, al asedio, a las agresiones. Y esto hizo un quiebre en el contexto social y político en Nicaragua”.

Ilustración: Colectivo Autonomía 18.

Dolly considera que esta crisis sociopolítica iba a darse en cualquier momento, debido al descontento de las malas gestiones del régimen de Daniel Ortega, al ser un gobierno que desmanteló la institucionalidad del país y no promovió políticas públicas que ayudaran a la ciudadanía a salir de la pobreza.

“Es una mezcla de silencios de la ciudadanía, de la permisividad de muchas personas, incluyendo a los que están en la oposición desde hace mucho tiempo, el mismo sector empresarial. Esto ya se veía venir”, agrega.

La concentración de poder, la manipulación de las leyes, la falta de libertades y los crímenes de lesa humanidad son las causas de la crisis que padece el país.

En esta dictadura, los Ortega-Murillo se imponen sin elecciones transparentes, concentran los poderes del Estado, ejercen el poder sin oposición política, reprimen toda manifestación cívica que cuestiona sus acciones, actúan fuera de los márgenes de la Ley y controla las fuerzas armadas.

Estas acciones generaron y acumularon un descontento social que detonó en las protestas de 2018 y terminaron convirtiéndose en meses de manifestaciones y posterior represión, que dejaron muestras inéditas de violencia.

Sin embargo, “Abril” también opina que esta crisis sociopolítica a la cual nos estamos enfrentando en la actualidad, no es solo un asunto de Nicaragua y nuestra cultura política, sino que también obedece al sistema latinoamericano y del cómo las revoluciones pasadas vinieron a evolucionar a sistemas de narcoestado, y de cómo nuestro país pertenece también a esa misma lógica.

“En el caso particular de Nicaragua no dimos el paso: no hemos podido salir de conflictos y de pasar a una democracia que nos funcione, porque a veces parece que el sistema democrático, que está internacionalizado o aprobado por todo el mundo, no está dando resultados”, añade.

Ilustración: Colectivo Autonomía 18.

Ahora como jóvenes tenemos el reto de asumirnos activos y protagónicos, de ser fiscalizadores en el esclarecimiento de los hechos, creando y/o siendo parte de comisiones de justicia, esclareciendo y recabando todas las memorias,  para la instauración de una democracia que pueda cambiar positivamente el rumbo hacia la Nueva Nicaragua que queremos.

Frente a lo que nos dice “Abril”, como jóvenes que se encaminan a la construcción de una Nicaragua más justa, debemos comenzar a preguntarnos y a cuestionarnos: ¿en algún momento ha existido la democracia en Nicaragua? ¿Han cambiado las prácticas de la oposición o siguen siendo las mismas?

¿Qué tipo de democracia es la que deseamos? ¿Caben las demandas y acciones de los jóvenes? ¿Podemos ser actores directos en estos sistemas democráticos que nos venden las organizaciones internacionales? ¿Estamos dispuestos a solo atar el hilo de la democracia, o a construir un nuevo hilo para nosotros?

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La Harriet-chan Escritora

La Harriet-chan Escritora es una activista de derechos humanos nicaragüense que escribe bajo anonimato para protegerse frente a la dictadura de Daniel Ortega. La Harriet-chan Escritora pertenece al Colectivo Autonomía 18.

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