octubre 4, 2024

Los retos de nacer centroamericano

Es un hecho que nadie decide donde nacer. Llegamos al mundo en el momento y lugar en que nuestra madre se encuentra. Muchos nacemos en el mismo país de origen de nuestros progenitores, otros nacen en un país distinto, y eso marca mucho las diferencias entre la suerte que tendrán algunos en el desarrollo de sus vidas, y las dificultades que les tocará enfrentar a otros.

Empiezo de esta forma el artículo, porque me tocó nacer en América Latina, específicamente en el centro: soy nicaragüense; es decir, nací nada más y nada menos que en el segundo país latinoamericano más pobre y el primero en la región centroamericana. Todo un reto para ser joven.

En mayor o menor grado, los jóvenes centroamericanos nos encontramos en circunstancias difíciles simplemente por la región en la que nacimos. Nuestro progreso personal tiende a ser más complicado debido a que el acceso a oportunidades de desarrollo académico, profesional y económico es muy limitado en relación a otros países del mundo.

Según la lista de los 10 países más pobres de América Latina por PIB per cápita, que presenta el Fondo Monetario Internacional en su versión 2020, cinco de éstos son de América Central.   

En orden consecutivo, según puesto ocupado por cada país de Centro América en cuanto a nivel de pobreza dentro de los diez países más pobres de Latinoamérica, encontramos:

Nicaragua: Segundo puesto, siendo así el más pobre de América Central.

Honduras: Cuarto puesto, el segundo en América Central.

El Salvador: Sexto puesto, tercero en América Central.

Guatemala: Séptimo puesto, cuarto en América Central.

Belice: Octavo puesto, quinto en América Central.

El nacer en países pobres representa deficiencias en diferentes esferas de la calidad de vida, en la calidad educativa y en el acceso mismo a la educación. Por ejemplo, en el mundo digital en el que nos desarrollamos, la educación requiere nuevas herramientas a las cuales nuestros países no han logrado acceder, como las clases en línea que han tenido un auge exponencial en estos tiempos de la COVID-19, lo que implica que los jóvenes requieran de dispositivos electrónicos inteligentes y acceso a buena señal de internet; todo se convierte en una serie de gastos que muchos no pueden costear.

Por ello, muchas necesidades no pueden ser satisfechas para la juventud, pues el acceso al empleo es limitado y, en países como Nicaragua, los salarios son muy bajos, incluso para profesionales que a pesar de tener un título universitario, no consiguen una paga suficiente para satisfacer sus gastos. Y en el peor de los casos, la carencia de empleos los lleva a no ejercer nunca aquello en lo que pasaron años estudiando.

En el ámbito de la salud, toca conformarse con los mínimos servicios que el sistema sanitario puede ofrecer: no se puede aspirar a una atención orientada a las necesidades de la juventud. También es más difícil acceder al seguro social, pues para cotizar se necesita un sueldo, mientras en la región acrecienta el desempleo.

Las aspiraciones y metas muchas veces se ven limitadas a conseguir las oportunidades que contribuyan a generar un mejor margen de estabilidad económica, obstaculizando el desarrollo de metas y sueños para el sentimiento de éxito personal.

Desafortunadamente, la juventud centroamericana es, además, afectada por factores políticos desafiantes, como la corrupción y violencia estatal y criminal. El caso de Nicaragua es un ejemplo. Si nos enfocamos en lo ocurrido desde el año 2018 a la actualidad –periodo en el cual la participación política de la juventud ha sido no solo obstruida, sino también criminalizada–, podemos ver cómo muchos estudiantes universitarios y jóvenes nicaragüenses fueron asesinados, estos se convirtieron en presos políticos o fueron obligados al exilio, además de ser expulsados de las universidades como represalia política: se estima un aproximado de 144 expulsiones, según denuncias recibidas por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, y al menos 109 oficialmente reconocidas por las autoridades nacionales y de la educación superior.

Es por eso que el desafío de los jóvenes centroamericanos es grande, pues no solo se trata de conseguir la superación personal dentro de tantas dificultades, sino que la juventud tiene el reto entre sus manos de apropiarse y ser protagonista de los cambios políticos y sociales necesarios para que la región se vaya transformando positivamente. Ese es un reto muy grande por sí mismo, pues debe asumirse aun cuando ya de por sí hay muchas necesidades de las que cada uno debe ocuparse.

Sin embargo, la historia de la región seguirá siendo la misma a menos que las nuevas generaciones impulsemos el cambio y seamos al mismo tiempo actores dentro de los procesos transformacionales necesarios para que las futuras generaciones no se encuentren en desventaja ante otros jóvenes del mundo, simplemente por haber nacido en América Central, excluyendo a Costa Rica y Panamá, cuyos índices de desarrollo están mejor posicionados.

Hay mucho que lamentar y a muchos a quienes culpar directamente por el trágico camino en que han conducido a nuestros países, y eso está bien: nadie debe adaptarse a un rol conformista; al contrario, de cierta forma estamos obligados a romper el obsoleto sistema que se ha manejado hasta la actualidad y que se vuelve progresivamente más dañino.

Pero es imperativo comprender que las quejas y señalamientos no son suficientes si estos no se acompañan de acciones concretas. Los jóvenes centroamericanos debemos actuar, buscando y asumiendo los espacios necesarios para incidir y para liderar los cambios positivos. Es necesaria la capacitación, el desarrollo de nuevas habilidades, el empoderamiento juvenil, las acciones cívicas, las agendas bien definidas, y demostrar que, aunque no pedimos el reto, lo podemos enfrentar.

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Elthon Rivera Cruz

Activista por los Derechos Humanos en materia estudiantil, libertad académica y autonomía universitaria en Nicaragua, estudiante de la Licenciatura en Ciencias Políticas. Victima de expulsión universitaria de la carrera de Medicina cuando cursaba el último año, por mecanismo de represalia política ligada su trabajo en defensa de derechos universitarios, actualmente finalizando estudios en dicha carrera. Fungió como presidente del movimiento Acción Universitaria durante el periodo de 2020-2021.

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