octubre 22, 2024

El cardenal Zen no será enterrado con tales hombres

Desaparecer. Eso dijo que haría el cardenal Joseph Zen Ze-kiun si el Vaticano elegía para Hong Kong un obispo bendecido por Beijing.

“Mi último acto de protesta será hacer precisamente esto: desaparecer sin que nadie sepa por qué”, afirmó el obispo emérito de Hong Kong, tras regresar de Roma en un intento por reunirse a finales de septiembre con el Papa Francisco, quien simplemente nunca respondió sus mensajes.

“No creo que vuelva de nuevo. Mis piernas ya no funcionan tan bien”.

El Cardenal Zen, quien huyó de la toma comunista de China cuando era un adolescente, había planeado este viaje con el propósito de proponer un nuevo obispo sucesor en Hong Kong, tras la muerte de Yeung Ming-cheung a principios de 2019 y ante el temor de que Xi Jinping elija a uno de los suyos.

“Se considera que el padre Choy Wai-man tiene la ‘bendición’ de Beijing, y el cardenal Tong lo identifica como el mejor sucesor. Sin embargo, si el Vaticano elige al Padre Choy como el próximo obispo sucesor de Hong Kong, muchos católicos lo considerarán una traición a los valores fundamentales de la fe religiosa católica en Dios”, escribió Sang Pu, columnista político Hongkonés. “También creerán que la hegemonía totalitaria del PCCh contra la Iglesia católica en Hong Kong se acelerará”.

Perdón sí; olvido jamás

Aunque parecía que el rechazo del Papa Francisco a la reunión no pasaría de un par de escandalosos titulares en medios de comunicación, algo hizo enfurecer al cardenal de 88 años.

Se trata de las declaraciones del Secretario de Estado del Vaticano, Cardenal Pietro Parolin, quien defendió el 3 de octubre el controvertido acuerdo del Vaticano con China, algo que según muchos críticos es una traición a los católicos “clandestinos” que han permanecido leales al Papa a pesar de la persecución del PCCh.

Este polémico acuerdo para mantener relaciones, que expira el 22 de octubre y que algunos consideran que ha impedido que el Vaticano denuncie flagrantes violaciones de derechos humanos en China, es producto del rompimiento de relaciones entre China y la Santa Sede en 1951.

Las declaraciones de Parolin, quien entre otras cosas aseguró que Benedicto XVI apoyó el acuerdo, llevaron al cardenal Zen a publicar un durísimo post en su blog, el cual tituló “Por el bien de la verdad no me callaré”.

Allí cataloga las palabras de la mano derecha de Francisco como “repugnantes”, pues afirma que solo dijo “mentiras”.

“Lo más repugnante es el insulto al venerable Benedicto XVI diciendo que aprobó en su momento el acuerdo firmado por la Santa Sede hace dos años, sabiendo que nuestro más dulce y gentil Benedicto ciertamente no saldrá a negarlo”, escribe. “Parolin sabe que miente, sabe que yo sé que es un mentiroso, sabe que le diré a todo el mundo que es un mentiroso, así que además de descarado, también es atrevido. Creo que ni siquiera le teme a su conciencia”.

En el extenso texto, el cardenal destaca que Parolin resaltó los intentos de diálogo del Pío XII con China, para hablar de una “desconfianza mutua” que rompió las relaciones entre el Vaticano y el régimen comunista. “¿Es posible que la historia se pueda simplificar así?”, se pregunta.

“La mitad de la Iglesia terminó en prisión y campos de trabajos forzados (…) La otra mitad de la Iglesia también terminó en prisión torturados bajo los guardias rojos de la Revolución Cultural”, señala. “¿Purificación de la memoria? ¡Perdona, sí! ¿Pero olvidar la historia? ¡La historia es maestra! ”.

Parolin, quien afirmó que ha habido “malentendidos” con el acuerdo, lo simplificó a “exclusivamente” el “nombramiento de obispos” y pidió que no fuese politizado, en medio de arrestos masivos, persecuciones, desapariciones forzozas y violencia policial en Hong Kong, que incluye entre sus víctimas a muchos católicos.

Patriotismo chino, represión y la indiferencia de Francisco

Tras huir de China en su adolescencia, el cardenal Joseph Zen encontró refugio en Hong Kong, un bastión de la libertad religiosa que podría desaparecer bajo el control cada vez más estricto de Beijing.  

De hecho, el adoctrinamiento ideológico de la religión en Hong Kong lleva tiempo escalando a niveles alarmantes. El activista Joshua Wong denunció en su Twitter que China no solo censura la masacre de Tiananmén en los libros escolares, sino que también imprime un descarado patriotismo chino en los textos religiosos de las escuelas de primaria, los cuales se están extendiendo por Hong Kong.

En ellos se leen frases como: “Señor, gracias por permitirme nacer chino. Para expresarte mi gratitud, aprenderé de Jesús a amar mi Estado y mi nación. Amén”.

Francisco ha dejado mucho que desear en su postura frente a la represión de China contra Hong Kong. Por ejemplo, durante su último viaje apostólico, comparó los movimientos de protesta en Hong Kong con los chalecos amarillos de Francia: “¿Represión? También hay algo de eso en Francia”.

Este comentario recuerda mucho a la actitud de Francisco frente a dictaduras como la de Venezuela y Nicaragua, donde suele condenar la violencia de “lado y lado”, cuando ambos regímenes son acusados por decenas de activistas y organizaciones de derechos humanos de cometer crímenes de lesa humanidad.

En diciembre de 2018, el escritor venezolano Alberto Barrera Tyszka le dedicaba una columna a este tema: “Quizás es hora de que los católicos de América Latina emplacen a su pastor. Que le exijan que vea y que pronuncie lo que está pasando. Que se ponga del lado de las víctimas y no de los poderosos. Que le pidan que trate de escuchar la voz de Dios en estas tierras”.

La situación tiene tan harto al cardenal Zen, que se atrevió a afirmar que su última voluntad es que sus huesos no se entierren “con tales hombres”.

“Seré enterrado en un simple cementerio en el que permanecerá el fiel pueblo de Dios”.  

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Braulio Polanco

Braulio Polanco es periodista y editor fundador de Hilos de América. Sus artículos han sido publicados en diversos medios de comunicación como Caracas Chronicles, Diario La Verdad, Diario Tal Cual, Radio Fe y Alegría Noticias, Revista OJO y Revista SIC.

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