En tiempos de coronavirus, solo hay algo seguro: ningún Estado estaba preparado para una pandemia en pleno siglo XXI. Quedó demostrado cuando los mejores sistemas de salud del mundo colapsaron igual –o incluso peor– que el de países con muchos menos recursos.
El virus chino, como lo catalogó el presidente Donald Trump, destrozó vidas y alteró los mercados más importantes del mundo, pero también demostró que los intereses políticos y los juegos del poder jamás descansan.
China, el país de origen del COVID-19, actuó tarde frente a la situación. Esta decisión gubernamental le costó tiempo valioso al mundo entero. Pero no sólo eso, también aprovechó el momento para reforzar su control sobre los arrecifes en disputa en el Mar del Sur de China y arrestó a los demócratas más prominentes de Hong Kong.
Sobre la actitud del Gobierno chino, The Economist reflexionó: “Los gobernantes de todas partes se han dado cuenta que ahora es el momento perfecto para hacer cosas escandalosas, con la seguridad de que el resto del mundo apenas se dará cuenta”.
Trump, mientras tanto, tomó una actitud muy particular frente a la pandemia: a pesar de tener la responsabilidad de ser uno de los líderes llamados a combatirla, le restó importancia desde un principio aparentemente preocupado por la economía norteamericana. “La cura no puede ser peor que la enfermedad”.
El magnate de los negocios parece visualizar una posible e inédita crisis en su nación, que ya se ubica en el primer lugar en cuanto a casos y víctimas mortales por el coronavirus. Su preocupación no es para menos: las consecuencias podrían ser incalculables en el país de las barras y las estrellas.
En medio de este contexto, países como Corea del Sur, Singapur o Taiwán demostraron experiencias exitosas que, como sostuvo el médico Juan Carlos Gabaldón para Caracas Chronicles, demostraron que la “honestidad, confianza y un proceso de toma de decisiones basado en la ciencia, y no en la ideología, vencerá esta enfermedad”.
Stephen M. Walt, profesor de relaciones internacionales en la Universidad de Harvard, cree que los gobiernos de todo tipo adoptarán medidas de emergencia para manejar la crisis, y muchos no renunciarán a estos nuevos poderes cuando todo termine. Es decir, el coronavirus nos estaría empujando hacia una nueva normalidad.
“Lo que no cambiará (el COVID-19) es la naturaleza fundamentalmente conflictiva de la política mundial. Las plagas anteriores, incluida la epidemia de gripe de 1918-1919, no pusieron fin a la rivalidad de las grandes potencias ni marcaron el comienzo de una nueva era de cooperación global. Tampoco COVID-19. No tenía que ser así, pero la combinación de un virus mortal, una planificación inadecuada y un liderazgo incompetente ha colocado a la humanidad en un camino nuevo y preocupante”, dijo a Foreign Policy.
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Braulio Polanco es periodista y editor fundador de Hilos de América. Sus artículos han sido publicados en diversos medios de comunicación como Caracas Chronicles, Diario La Verdad, Diario Tal Cual, Radio Fe y Alegría Noticias, Revista OJO y Revista SIC.
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