diciembre 21, 2024

Hong Kong tampoco puede respirar

Hong Kong ha tenido un año difícil en su lucha por la democracia. La “Ley de Seguridad Nacional” aprobada por Beijing pone en jaque las libertades heredadas por los hongkoneses tras el acuerdo de 1997, donde el Reino Unido, tras una administración de más de 150 años de este territorio, decidió devolver esta región especial a China, bajo un acuerdo que permitió mantener su sistema liberal: se conoció como “un país, dos sistemas”.

La ley, decretada el 30 de junio de 2020 después de ser discutida bajo un secretismo casi hermético, criminaliza las protestas, los reclamos por independencia o las solicitudes de apoyo internacional, a las cuales califica de acciones de terrorismo, subversión y conspiración contra el Estado.

Además, condena lo que denominan “expresiones de odio al gobierno central de China”, amenazando los derechos de libertad de expresión y libre concentración heredados de la Ley Básica, que permitía a la región mantener una democracia limitada con libertades civiles.

Todos estos nuevos delitos acarrearían severas penas para los manifestantes y activistas, que irían desde siete años de prisión hasta toda una vida. Mientras se escriben esas líneas, ya hay más de 300 activistas, incluidos menores de edad, detenidos por salir a protestar.

“Hoy es el día más oscuro para Hong Kong. Defensores y activistas podrán ser desaparecidos o sentenciados de por vida. Esto puede ser aterrador”, dijo en su momento a medios internacionales el activista y artista Ai Weiwei.

Mientras tanto, una gran parte del mundo mira a otro lado: Estados Unidos y las manifestaciones por George Floyd, el hombre negro asesinado por la policía de Minneapolis.

Incluso el coronavirus parece haber pasado a segundo plano en los titulares de la prensa norteamericana, en medio de protestas violentas con aparentes intereses ocultos, donde se han atacado medios de comunicación y derribado diversas estatuas; acciones que se han repetido –en el nombre de Floyd– incluso en el Reino Unido.

Aunque el gobierno británico condenó la situación y naciones como Canadá, Japón, Australia y Estados Unidos expresaron su preocupación por lo que ocurre en la región asiática, no ha habido grandes manifestaciones de solidaridad lejos de Hong Kong.

Tampoco ha habido suficiente apoyo de influyentes cantantes o artistas, ni equipos de fútbol que se arrodillan en señal de protesta o jugadores alzando su voz de manera particular por Hong Kong. Es como si la sociedad hubiese normalizado los sistemas dictatoriales y las represiones políticas en algunos países en conflicto. Porque así como ocurre con Hong Kong, también pasa con otras naciones que viven bajo regímenes totalitarios desde hace años, como Irán, Nicaragua o Venezuela.

El escritor español Antonio Pérez Esclarín se preguntó en una reciente columna de opinión porqué la represión en Venezuela no despierta la misma indignación global que el asesinato de Floyd: “si bien creo que hay que combatir el racismo y también todas las prácticas y políticas excluyentes, no entiendo por qué el asesinato de George Floyd ha levantado esa ola de indignación, mientras que el mundo ha tolerado sin la más mínima reacción los cientos de muertos de la represión policial en Venezuela. ¿Será que la represión política no es un crimen semejante o peor que la del racismo? ¿Será que un norteamericano, sin importar su color, importa más que los cientos de  jóvenes asesinados salvajemente en las manifestaciones por pretender una mejor Venezuela?”.

Alexis López Abreu

Alexis López Abreu es informático, periodista y escritor freelance. Trabaja para Radio Fe y Alegría Noticias redactando notas del acontecer diario fuera de las fronteras venezolanas.

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