septiembre 5, 2024

Cuando encuestas, me cuesta y me cuentas

I.- Encuestas

En coyunturas electorales, suele ocurrir un aluvión de encuestas, en especial previo al arranque de la campaña, durante al menos dos cortes y al cierre de la misma. No obstante, en algunos países se ha confundido, dado el enfoque de campaña permanente, la noción de gobierno exitoso con la popularidad del gobernante.

Ello ha tendido a degenerar en el protagonismo exagerado de los así denominados consultores políticos, quienes en algunos (y ya no tan escasos) casos no tienen más méritos que la posesión de un porcentaje decisivo de acciones en una agencia encuestadora.

En otras palabras, se trata de personajes que asumen vocerías especializadas sin ser politólogos y peor aún sin siquiera tener un equipo de profesionales en el área de estadísticas electorales ni sociales.

Resulta inadmisible cómo se inventan cifras, tendencias o escenarios partiendo de cuestionarios sesgados o cuyas preguntas conllevan confusión de variables, indicadores o escalas de medición. Así de grave es la cosa: quienes pretenden recitar un catecismo de memoria… ini siquiera lo han leído porque son analfabetas funcionales!

II.- El muestreo (me cuesta)

De cualquier manera, lo que importa es saber venderse ante potenciales (y frecuentes) clientes. Gracias al Internet, resulta muy fácil descargar presentaciones de estudios de opinión con ficha técnica y gráficas de tendencias. Después de todo, los ocupados clientes no tienen tiempo para andar revisando cuestionarios de 50 o 60 preguntas. A ellos únicamente les importan los resultados de la encuesta. Entonces, ia mostrarles cifras!

Por supuesto, hay que vender la supuesta metodología: entre 1200 y 1500 encuestas en todo el territorio nacional o la circunscripción territorial donde ocurrirá la elección, ya sea casa por casa o por contacto telefónico. Lo que más sorprende es que muestran resultados de un trabajo de campo que se habría hecho el fin de semana… ien menos de cuatro días!

Solamente pensando en los problemas de vialidad, energía eléctrica y telecomunicaciones, así como de inseguridad en Venezuela, quizá no le resulte verosímil hacer todas esas llamadas o visitar todos esos hogares en menos de una semana o menos de un mes… Pero puede dar por seguro que esos recursos metodológicos estarán muy bien reflejados en el presupuesto (o versiones del mismo) que reciba el cliente.

En suma, identificar a tus principales rivales y precisar tus opciones ‘reales’ de triunfo, me cuesta tal módica cantidad de unidades monetarias (que no empobrecen ni enriquecen a nadie, pero que serían un gran estímulo para mi equipo invisible de encuestadores).

Recuerda que se trata de un muestreo aleatorio estratificado y polietápico (la verdad, yo no qué es eso y tú tampoco; eso sí, suena impactante).

III.- La muestra (me cuentas)

El producto final, la presentación, tiende a ser el cuento que quiere escuchar el cliente (para eso paga).

Por tanto, hay que cuadrar las cifras (porcentajes) para que reflejen el escenario deseable del candidato o gobernante interesado.

Mientras más atractivo y sencillo le resulte el relato, más rápido lo repetirá y lo pagará (y seguirá pagando por otros estudios).

La clave está en minimizar puntos incómodos tales como porcentajes de indecisos o abstencionistas. Hay que convencer al cliente que es mucho más fuerte de lo que ya creía. Y mientras más se pueda repetir el cuento tanto en medios audiovisuales y electrónicos como en las redes sociales, en vez de ser la visión del cliente, se convertirá en “la opinión pública”.

Guillermo Martín

Guillermo Martín. Politólogo, Doctor en Ciencias Políticas y Sociales. Twitter: @guimarcastel

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