septiembre 15, 2024

Ley de Atenea: La Intersección entre el Crecimiento de Ideas y el Avance Tecnológico

Al parecer, el espíritu de nuestros tiempos (Zeitgeist) del Siglo XXI se va a enfocar fundamentalmente en discernir entre lo que es cierto y lo que es falso. ¿Será que llegamos al punto previo del famoso -y trillado, pero con razón- Mito de las Cavernas de Platón?

La Inteligencia Artificial, con su capacidad de -casi- evolución simbiótica con nuestra creatividad y sus modelos de calibración y entrenamiento, es capaz ya de confundirnos a ciertos niveles. Sin embargo, si usamos todo lo que hemos aprendido estos últimos 30 años con la Ley de Moore, los grandes cacaos de la tecnología y nuestras deducciones, sabemos que lo inevitable sucederá: esto solo va a seguir creciendo y creciendo.

Anteriormente menciono una danza entre organismos basados en silicón (chips / inteligencia artificial) y organismos basados en carbono (nosotros, seres vivos). Ahora, una buena pregunta para esto sería: ¿Vamos a sentirnos más vivos, más humanos, más personas porque tenemos a nuestra creación como acompañante en nuestras vidas, o estamos cavando nuestro futuro con un animal doméstico que aun no hemos logrado domar?

Hablando sobre la exponencialidad de la velocidad de mejora de los modelos de los Grandes Modelos de Lenguaje (LLM por sus siglas en inglés), también cabría hacerse un espacio para el debate entre la fe que le tenemos a la Humanidad vs. los mismos humanos que perdieron completamente -o al menos eso dicen- la creencia en nuestra capacidad de supervivencia (los escuchas mayormente apostando por el Fin del Humano como especie, y que “todo se fue a la mierda”).

No quiero ser malinterpretado con este último párrafo: cada posición tiene su punto lógico, como cualquiera. Sólo me pareció la mejor manera de ilustrarlos porque estoy seguro que si estás leyendo estas líneas, has podido escucharlos en algún círculo cercano. Quizá seas tú, y te saludo. No hay problema.

Tomo nuevamente mi idea y lo que se me viene a la mente es algo que posiblemente no se esté considerando a la hora de evaluar esta “simbiosis» (yo le digo así, porque así la veo, pero técnicamente no lo es) máquina-humano.

Ahora, si existe una Ley de Moore, que nos dice que “cada 2 años se duplica el número de transistores en un microprocesador”, entonces, ¿por qué no vemos de este lado del charco? En efecto, nosotros, los seres basados en carbono, no le llegamos a esa tasa exponencial de reproducción, pero ¿a qué tasa crecen nuestras ideas si logramos hacer más humanos más interconectados y más educados?

Me cuesta ponerlo en palabras, pero es más o menos así:

– La Ley de Moore (que no aplica para IA, de hecho) nos dice que entre cada Mundial de Fútbol hay 4 veces más poder de cómputo;

– Entonces debe haber una manera de poder saber esto para las ideas de los humanos.

– La “Ley de Atenea”: cada n años se factoriza 𝑦 veces la cantidad de ideas que desembocan en   accionables para controlar/mejorar/supervisar/producir anti-cuerpos que nos ayudan como Humanidad en 𝚡 ámbito tecnológico, social para no ser devorados por nuestras mascotas de silicón (computadoras o IA)

Es posible que no me esté explicando bien con el último punto “ecuacional” que plasmé, pero básicamente lo que quiero decir es que quizá -y como experimento mental- ¿qué pasa si nuestra solución es poblar más el Planeta? Honestamente, y citando a José Gervasio Artigas 🇺🇾 “No podemos esperar nada sino de nosotros mismos”.

Con la crisis de natalidad dada en países más avanzados de Occidente y Oriente (parece que solo Japón), esta frase -irónicamente- también viene de un país donde existe un descenso en la curva poblacional, parece que la esperanza de que surjan ideas futuras que respalden mi hipotética “Ley de Atenea”, vendría de naciones con pirámides poblacionales no invertidas y tasas de natalidad altas.

Aquí se plantea un problema, y por eso esto lo hace más divertido: por su complejidad. El tema es que nosotros como especie -y como funcionamos- tenemos que no solo ser muchos, sino muchos, de calidad. ¡Y sucede lo mismo para entrenar los datasets de la IA!

El esfuerzo por que una “Ley de Atenea”, o que nos salvemos a partir de más humanos, o que tengamos un poco de mayor esperanza en nuestro futuro, debe ir no solo en ser mucho más empáticos con los nuevos seres humanos con los que compartimos en nuestro planeta, sino que además, tenemos que hacer que compartan, que lo hagan de manera libre y efectiva, siendo además, entrenados con una educación de libre acceso y de calidad.

Existen muchos ejemplos de que esto es cierto y que somos capaces de superar adversidades que no tenemos ni idea de su magnitud. Este comentario me lo respaldan los casi 300.000 años de Homo Sapiens que seguimos vivos. Pero también historias como las de programadores en Lagos, Nigeria, que aprenden con un simple teléfono a programar en Python, el lenguaje de programación más práctico y popular que existe; o los famosos casos de adolescentes del sureste asiático que logran hackear instituciones occidentales for the lulz (“por diversión”). Estos dos ejemplos los uso para demostrar que es necesario buen carácter, creatividad, acceso al conocimiento, para poder ejecutar; el acceso a las herramientas es crucial, pero no a las más caras necesariamente. Lo que sí es necesario es la información, si no, la herramienta es casi nula.

Quizá mis líneas suenen utópicas, pero son ejercicios mentales. No las planteo siquiera como potenciales soluciones, pero sí como ideales o inputs para expertos en demografía, sociología y planificación social. Al mismo tiempo, quiero hacer notar que este crecimiento poblacional también tiene sus aspectos negativos (que ya seguramente se te vinieron a la mente), como aumento en los riesgos políticos, de seguridad nacional, fronteras y seguridad internacional.

Además, todo este escrito-à-la “Aldea Global” (término bastante boomer) no descarta que faltaría un pincelazo de sentido comunitario y que no apunta a crear estas ciudades distópicas-Cyberpunk; al contrario. Mi imagen es bastante comunitaria, tomando elementos de los kibutz, que son inmensamente necesarios para un montón de cosas que no considero importante destacar en esta tribuna.

En conclusión:

En la vorágine del avance tecnológico, donde la Inteligencia Artificial desafía nuestra comprensión de lo que es real, emergen cuestionamientos sobre nuestra relación simbiótica con la tecnología y nuestra propia identidad.

Tal y como el Mito de la Caverna de Platón nos propone discernir entre sombras y realidades, la IA nos lleva a cuestionar nuestras propias creaciones. Pero, más allá de la Ley de Moore y la velocidad con la que nuestra tecnología avanza, planteo una reflexión sobre nuestro papel en este tejido digital. Planteo una muy lúdica y sin rigor científico alguno “Ley de Atenea”, que se centra no solo en la cantidad, sino en la calidad del pensamiento humano. El potencial de nuestra especie reside no en la mera proliferación, sino en una población bien informada, educada y conectada. El reto, por tanto, no es solo tecnológico, sino también social y cultural.

Debemos ser empáticos, ofrecer acceso al conocimiento y promover una educación de calidad. No abogo por ciudades del futuro sacadas de una novela de ciencia ficción, sino por comunidades solidarias, reminiscentes de los kibutz, donde lo colectivo se valorice.

Al final, la verdadera revolución no será de máquinas, sino de ideas y valores humanos. Nuestra existencia, a lo largo de miles de años, es testigo de nuestra capacidad de adaptación y superación. En este camino hacia el futuro, más que esperar a que la tecnología nos defina, somos nosotros quienes debemos definir nuestro lugar en este nuevo mundo.

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Rómulo Córdova

Politólogo experto en intersección entre Política, Tecnología y Propaganda.

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