El 25 de mayo en la ciudad de Minneapolis se reportó a la policía local que George Floyd, un hombre afroamericano, habría utilizado un billete falso de $ 20.
Minutos después, funcionarios policiales con armas de fuego en mano lo sacaron de su vehículo y, tras lanzarlo al suelo, uno de ellos colocó su rodilla izquierda sobre su cuello, mientras los otros le sostenían el cuerpo. A pesar de que Floyd expresaba, en medio de su agonía, que no podía respirar, el policía hizo caso omiso. Y Floyd murió.
Su muerte provocó que la bandera de la lucha contra la discriminación racial se posicionara de nuevo sobre la política norteamericana, incluso en medio de la pandemia por el coronavirus que ubica a la nación de las barras y las estrellas como la más afectada en contagiados y víctimas mortales.
Pero lo que empezó como una reclamación social de justicia por la muerte de un ciudadano afrodescendiente en manos de la policía, trascendió a manifestaciones violentas que recuerdan a las provocadas por el personaje ficticio Arthur Fleck, quien generó una revolución luego de asesinar a un grupo de jóvenes de clase alta que se burlaron de su discapacidad en la película Joker.
Sin embargo, hay ciertos eventos que permiten dudar sobre la espontaneidad de estas protestas. En primer lugar los ataques desmedidos a instituciones, como el dirigido a la cadena de noticias CNN u otros establecimientos públicos y privados. También llama la atención la denuncia sobre movilizaciones de ciudadanos desde otras entidades hacia focos de protestas donde la destrucción se ha hecho presente.
Algunos se atreven a señalar a grupos afines a la izquierda de financiar estos desplazamientos para aumentar el desastre originado por la desobediencia, con el objetivo de desestabilizar el sistema de normalidad estadounidense. De hecho, según reportes de la prensa, la Policía de Columbus, Ohio, identificó a un hombre que presuntamente entregaba dinero a manifestantes para que participaran en disturbios violentos.
Esto último plantea una inquietante pregunta: ¿ni siquiera Estados Unidos es capaz de librarse de iniciativas de grupos radicales de izquierda que buscan la desestabilización en naciones gobernadas por la derecha o líderes que se oponen al llamado “socialismo del Siglo XXI”?
Para responder se debe contextualizar al populismo como algo que está unido a la sociedad. No se está libre del populismo porque emplea esa posverdad suprimida que expresa el dolor latente en una sociedad, creando una relación directa entre el moralismo democrático de masas y el poder político.
Esto último, sin duda, puede ser usado por aquellos quienes poseen ambiciones políticas y aprovechan situaciones como la muerte de Floyd para movilizar fichas en el tablero del ajedrez político.
Con la mirada en noviembre
Más allá de las distintas teorías conspirativas y especulaciones formuladas con respecto a estas jornadas de anarquía y violencia que se están viviendo en varios estados norteamericanos, parece indiscutible que estos eventos crearán un hito en las próximas contiendas electorales de los Estados Unidos, donde el presidente Donald Trump buscará la reelección.
El racismo en los Estados Unidos de América es un tema muy sensible. Las luchas de la población afrodescendiente van desde la desvalorización de su dignidad, hasta una continua persecución con el pasar de los años que han tenido, entre otras cosas, una respuesta impensable para muchos: la discriminación a la inversa que también se ve hoy en día, dirigida desde la población negra hacia los blancos.
El abuso policial específicamente es un tema tan icónico que incluso ha sido utilizado en producciones cinematográficas, a través de cineastas que han representado el ataque constante de efectivos de seguridad contra la población negra, bajo el fundamento de que son una raza “distinta” y por ende minoritaria.
En este sentido, la postura de Donald Trump frente a la crisis generada por la muerte de Floyd se muestra como una conducta normal del magnate de los negocios. Ni siquiera pareció sorprender a nadie cuando expresó el 29 de mayo a través de su Twitter que, ante cualquier dificultad, el Ejército tomaría el control y que si se reportaban saqueos, empezaría el tiroteo.
"Ni siquiera pareció sorprender a nadie cuando Trump expresó el 29 de mayo a través de su Twitter que, ante cualquier dificultad, el Ejército tomaría el control y que si se reportaban saqueos, empezaría el tiroteo". Clic para tuitearPero Trump deberá ser inteligente y reformular su actitud frente a las exigencias de su población para poder hacer frente a tres escenarios: 1) la anarquía y el vandalismo que se está viviendo en el país; 2) focos que buscan desestabilizar la cotidianidad característica del “sueño americano”, en medio del coronavirus; 3) unas próximas elecciones en noviembre. En este último escenario, de no poseer un buen equipo de control de daños para catapultarse en las encuestas, la situación podría costarle la relección.
La sociedad civil organizada, junto con gobernantes opositores a Trump y artistas reconocidos, han marcado su posición frente al despliegue de violencia de las protestas y las medidas tomadas en torno al caso Floyd, arrojando fuertes críticas contra la actual Administración. “Después de avivar los fuegos de la supremacía blanca y el racismo en toda su presidencia ¿tiene el descaro de fingir superioridad moral antes de amenazar con la violencia? ¿Cuándo comienza el saqueo comienza el tiroteo? Te sacaremos por votos en noviembre”, publicó la cantante Taylor Swift en su Twitter.
Quizás el “Keep America great”, como lema de campaña de Trump, se refiere a algo que no era tan grande como muchos pensaban.
9 comentarios en «¿El caso Floyd es una amenaza real para la reelección de Trump?»
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