“Dios… enséñame a envejecer y morir con dignidad”
(De la oración para los ancianos)
El final del día 27 me sorprendió agotado, soñoliento y desojando una margarita electoral: votar, no votar. El agotamiento me sorprendió contando pétalos en lugar de ovejas. Pronto me encontré en las profundidades de un sueño con notas de pesadilla. Me vi en el país de Gomornhia en pleno año 2060. Ya han transcurrido 62 desde el triunfo popular de 1998. Además, es el aniversario 102 del Gran Líder Obrero, y el 104 del nacimiento del Gran Teniente.
A pesar del tiempo transcurrido, en Gomornhia los llamados Grupos de Resistencia mantienen la mesa de negociaciones exigiendo el cese de la usurpación, un gobierno de transición y elecciones libres con arbitraje del Ministerio de la Voluntad Popular Equilibrada. A la distancia de 55 años, desde la aprobación de la reelección indefinida, el tema del poder es un asunto de ancianos empeñados en mantener el Poder aunque ya no pueden mantener sus almas.
Si bien los Gomornhianos se mantienen chapoteando en las arenas movedizas de un tiempo gelatinoso, el mundo no se detiene. El turismo espacial está de moda (en otras latitudes). La noticia del día es la inauguración de otro centro comercial en Marte. Es el Centro Marciano para el Comercio Intergaláctico, especializado en la distribución de dispositivos para congelar la existencia y seguir gozando con un Avatar atemporal. El señor Walt Disney, recientemente descongelado, estará a cargo de los festejos cósmicos de la inauguración.
En Gomornhia la esperanza de vida se mantiene estancada, excepto para los ancianos en el poder, indispuestos para viajar al mundo celestial. En el resto del mundo, el Movimiento Hippie Bicentenario prepara los festejos en honor de Mick Yagger, bien encaminado hacia sus 200 años. En este lado del planeta, El Parto en Línea ha dejado de ser el sufrimiento de algún infeliz procurando utilizar el modernísimo sistema ABA de la Compañía Gomorhniana de Telecomunicaciones. Ahora es algo muy serio. Esto ha dado origen a las bachaqueras del vientre: mujeres que se embarazan en línea, por encargo, luego tele transportan a sus recién nacidos a cambio de las divisas que le permiten sobrevivir en el país de la marginalidad tecnológica de avanzada.
Se aproxima el 4 de febrero del 2062 y la gerontocracia se prepara para celebrar el septuagésimo aniversario de la gloriosa gesta. A esto se añade el quincuagésimo quinto de la reelección indefinida. Desde la Asamblea de los Reconstituyentes surgió el Consejo Nacional de Ancianos Revolucionarios, organismo encargado de organizar los fastos. Los críticos del sistema llaman a este honorable consejo el Museo de la Ambición Senil, pero en realidad sólo se desea aprovechar la vasta experiencia política acumulada por los venerables ancianos que conformaban el tren ejecutivo. Además, todos son miembros honorarios del Partido en el poder. Todos han sido electos por votación directa y libérrima en procesos organizados por el Ministerio de la Voluntad Popular Equilibrada.
Con la proximidad de los fastos del 4 de febrero, se convocó a una sesión extraordinaria del Consejo Nacional de Ancianos Revolucionarios. La reunión va a ser presidida por el Gran Líder Obrero, quien promete un discurso innovador con lo más creativo del momento. Ya casi todos los convocados de siempre se encontraban en el amplio salón provisto de equipos para primeros auxilios, médicos y enfermeros de la Isla, dispuestos para colocar oxigeno y dar ventilación a los oradores de turno. Las barras también son asistidas por paramédicos. Estaban conformadas por distintos sectores de la sociedad civil enmohecida pero activa: En las gradas, una pancarta exigía pensiones y salarios justos. Pagos de deudas originadas 60 años atrás.
Ya en la sesión extraordinaria, se presentó el anciano Presidente Obrero. Hubo exclamaciones guturales, voces entrecortadas, imposibilitadas de alcanzar el nivel de un grito fervoroso. Algunos casi lograron aplaudir ayudados por los temblores naturales de sus cuerpos. Otros, ordenaban con una mueca a sus herederos y asistentes que lo hicieran por ellos. Y no faltaban los que permanecían abstraídos, procurando recordar por qué y para qué estaban allí. Alguien los había trasladado, por si acaso tuviesen que votar y ejercer la democracia.
También había los que aplaudían de pié, soltando brevemente el bastón o su trípode. Y hasta desde las sillas de ruedas aplaudían con la mayor energía posible. La sabiduría de los años que se respiraba en el lugar, sólo parecía menguar con el influjo de los olores a orine o excrementos provenientes de las bolsas de drenaje o colostomos, que algunos de aquellos recios luchadores sociales debían incorporar en sus faenas.
Para la fecha, aún el Presidente Obrero despertaba las pasiones naturales de un crudo invierno. Dirigía aquel Consejo, cumplía su misión. Su espíritu de sacrificio y desprendimiento eran ilimitados, como lo era la reelección de su liderazgo. Erguido en el pódium, colocó su trípode a un lado y su respectiva bolsita de excrementos sobre la mesa, justo al lado del micrófono. Con voz sibilante, se dirigió a los presentes:
El Presidente Obrero: ¡Compatriotas, Jóvenes camaradas! Los de siempre, los enemigos del pueblo, los agentes del imperio, nuevamente conspiran contra nuestra revolución. Esta vez atacan en dos frentes combinados. Por una parte, lograron infiltrar sus agentes entre el personal doméstico del palacio de gobierno. Nuevamente querían asesinarme interviniendo en mi dieta diaria. ¡Mírenlos! ¡Allí están los criminales!
Con mano trémula, dio la señal para que se proyectara un video en el cual el Fiscal acusaba al cocinero de palacio y dos de sus ayudantes. Y éstos reconocían su crimen. Centenares de ojos, que sumaban miles de años, se clavaron sobre las imágenes de aquellos infelices, supuestamente involucrados en la conspiración del momento. Según la información extra oficial, esta última conspiración descubierta, en su fase inicial, consistió en despojar al Presidente de su prótesis dental para obligarlo a ingerir líquidos con veneno. Pero en realidad, el Presidente Obrero habría dejado olvidados sus dientes postizos en la papilla prescrita por su geriatra.
Tras mostrar a los indiciados, hubo convulsiones en el amplio salón de reuniones del Consejo Nacional de Ancianos Revolucionarios. En las barras se intentó vocear la consigna de rigor:
¡Oxígeno, marca pasos o prótesis… igual pelaremos!
La algarabía se hizo sentir, pero también el inminente desmayo y asfixia de algunos de los presentes. Por ello, el psiquiatra de palacio usó su bastón para golpear con fuerza la mesa próxima, llamando al silencio. Así podría continuar hablando el Presidente Obrero. Recuperada la calma, el líder continuó:
El Presidente Obrero: El otro frente de conspiración desarrollado por la oposición eterna, es la insistencia en atacar el Ministerio de la Voluntad Popular Equilibrada. Les molesta la imparcialidad y equilibrio de nuestro ministerio por haber permitido más de medio siglo de paz y hermandad. Para atacarnos exigen la realización de un referéndum revocatorio de mi mandato. Sobre esto quiero ser muy claro y enfático. ¡Aceptamos el reto! Que recojan las firmas por quintuplicado…ya nuestro psiquiatra ha sido designado para la revisión. ¡Vamos a dar la pelea! ¡Los volveremos a derrotar democráticamente!
Nuevamente la excitación general. Las guturaciones, los gritos entrecortados, las risas de júbilo con furor llenaron el ambiente, pero también se presentaron las consecuencias por fortuna, ya esperadas:
A muchos se les debió proporcionar ventilación, otros reclamaron oxigeno. Y no faltó quien acudiera a las endógenas e hidropónicas flores de Bach. En el área dispuesta para el público y las asociaciones civiles, las barras temblorosas de AsopróstaR (Próstatas Radicales) y la Asociación de Puretos Oficialistas, (Asopureto) procuraban gritar sin lograrlo del todo. Mas a la derecha, los miembros de la Asociación Nacional de Viejitos Agradecidos (Asoviagra), hacían temblar su bandera, en tanto las “miembras” de Asovidias, Asociación Nacional de Viejitas Diablas y Socialistas, procuraban hacer llegar una petición al estrado presidencial: solicitaban cambiar su viejo por uno nuevo y una ley retroactiva para regular la osteoporosis. En poco tiempo reinó el caos y se hizo necesario pedir más ambulancias.
Fue un sueño con ribetes de pesadilla, largo y profundo, pero desperté libre de dudas. Antes del amanecer del día 28, me levanté y salí de la casa rumbo a mi centro de votación.