septiembre 12, 2024

El delicado problema de la inmigración en Europa: mulitculturalismo, integración y asimilación

El viejo continente no deja de correr la arruga en cuanto a la inmigración. Es un tema espantoso y cruel que vuelve de manera cíclica, como si Europa sufriera de menarquias dolorosas, tiñiendo sus playas con sangre migrante de manera periódica. Hoy es Lampedusa, en Italia, una isla que se ahoga con los miles de migrantes que, ellos, no se ahogaron en el trayecto en barco desde África. Francia, aún groggy desde los disturbios este año, ha declarado sin ambages que no recibirá mas inmigrantes. Esta posición es, a todas luces, insostenible. Vale la pena entonces preguntar cómo llegamos acá, cómo pasamos de un continente refugio y abrigo de esperanzas, a una tierra catatónica, que observa con terror cómo los jóvenes de los suburbios pobres queman y destrozan cualquier vestigio de “La république” mientras gritan “muerte a los franceses”. He aquí algunas ideas en ese sentido.   

¿Integración, asimilación o multiculturalismo?

París y Londres divergen a menudo en su enfoque de la inmigración y de los inmigrantes. En esta historia de dos ciudades, Londres defiende un sistema “multicultural”, mientras que Francia prefiere políticas centradas en la integración (o incluso la asimilación). Según el modelo británico, hay que dejar en paz a los inmigrantes. Sólo se les exige que respeten la ley, ya que sus prácticas religiosas e idiosincráticas son asunto privado. A Gran Bretaña no le importa “integrar” a sus minorías: pregonan el “multiculturalismo” como la mejor manera de evitar que las culturas compitan entre sí.

Francia, en cambio, apuesta por la “integración”. Ésta suponía la creación de lazos entre “La República” y comunidades específicas, donde la gente acabaría siendo franco-venezolana, o franco-argelina, al compartir ciertos atributos culturales manteniendo intactas sus identidades personales.

Ambos modelos varían a nivel ideológico y práctico. En Francia, intentamos no señalar las diferencias para evitar la segregación: esto significa que el Estado no puede hacer encuestas preguntando a la gente cuáles son sus creencias religiosas, por ejemplo. No sabemos cuántos musulmanes viven en París, ni cuántos judíos. Todos son ciudadanos franceses: han sido “integrados en la República”.

Las promesas de la integración

Cuando se ven adolescentes corriendo, quemando la ciudad y afirmando no ser franceses, nuestro “modelo de integración” se pone en tela de juicio. ¿En qué se ha equivocado? He aquí algunos de los supuestos ideológicos básicos que empiezan a hacer aguas en la debacle actual.

El humanismo triunfa sobre el tribalismo. La idea fundadora de la República Francesa es profundamente humanista. “Todos somos iguales y libres” es un credo que se supone saca a las personas de sus individualidades y las inscribe en un proyecto más amplio. Hay una ética ilustrada ligada a este ideal de superación de los límites humanos mediante la participación en un proyecto renacentista. La suposición de facto era que eso era cierto, que cualquiera que tuviera la posibilidad de borrarse a sí mismo en la búsqueda de la libertad y la igualdad preferiría eso. ¿Qué ocurre entonces cuando la gente dice que quiere ser desigual y que la libertad francesa le parece ofensiva para sus creencias idiosincráticas (por ejemplo, la libertad de dibujar a Mahoma, etc.)? ¿Qué sucede cuando una franco-argelina le dice a una feminista de la tercera ola que ella escoge libremente ponerse una burka y someterse a su marido?

La educación ilustrada libera al Hombre. Una creencia fundamental del sistema francés es la verdad objetiva y universal de la belleza en el arte. La idea es que la gente puede verse reducida a vivir en los suburbios de París, pero puede emancipar su mente y su alma gracias a la literatura clásica. Si obligamos a todo el mundo a leer a Balzac en la escuela, entenderán nuestra ética renacentista y se adherirán a ella automáticamente. El sistema francés supone que si dejas que se enfrenten dos relatos opuestos, ganará el ilustrado: ¿quién preferiría la desigualdad, la esclavitud y el discurso incivilizado a los valores franceses?

La asimilación como fuerza bruta

Al otro lado del pasillo ideológico, tenemos el modelo de “asimilación” de la derecha dura. Este enfoque no concede nada: supone que el modelo francés es mejor desde el principio, y exige que los inmigrantes se “asimilen” al marco cultural superior. No hay reflexión ni esfuerzo intelectual, como el que se puede tener al leer Los Miserables y descubrir por qué son importantes la caridad y la empatía. O doblas la rodilla y afirmas la grandeza de la cultura francesa, o te largas. La asimilación tiene distintos matices y llega hasta la idea de la derecha dura de prohibir los “nombres no franceses” (sea lo que sea eso) y deportar a los niños francófonos nacidos en Francia al país de África de donde vino el bisabuelo.

¿Tienen la culpa el nihilismo y el neoliberalismo?

Nuestro zeitgeist actual, de ratas que ganan todo el dinero que pueden antes de abandonar el barco capitalista, podría ser una de las causas del desmoronamiento del modelo francés. Hay nociones socialistas (como la de formar parte de un grupo) en la raíz de los valores de la Ilustración. Estamos todos juntos en esto. Todos somos iguales. Yo pago impuestos para ayudarte cuando lo necesitas, y viceversa. Todo eso. Sin embargo, hoy en día estas ideas parecen anticuadas y ridículas. Los planteamientos individualistas -gana todo el dinero que puedas y huye igual de rápido-, han creado el actual punto de vista pesimista, incluso nihilista. No hay búsqueda de la trascendencia ni de la Humanidad (con mayúsculas): basta con conseguir followers, ganar dinero y comprar cosas brillantes. Al diablo el planeta. Ante el cinismo de los privilegiados, los jóvenes marginados responden con nihilismo: a la mierda el trabajo duro en la escuela o la obtención de un título: yo quiero ser rapero. 

Este es el triste estado de las cosas en Europa: un modelo en ruinas, ideológicamente en bancarrota que está siendo sustituido por una visión cínica del mundo en la que el ganador se lo lleva todo, destruyendo lo poco de tejido social que queda en el continente. En este contexto, es fácil predecir que pronto volverán a arder los suburbios de París.

Vicente Ulive-Schnell

Escritor venezolano radicado en Francia. Es autor de Anécdotas de la decadencia caraqueña (2004), Caracas cruzada (2007), Histoires d'un ghetto parisien (2011) y Yo maté a Simón Bolívar (2011). Sus cuentos sido publicados en Venezuela, México y Argentina, y sus ensayos de filosofía han aparecido en revistas en Colombia, Venezuela y Francia.

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