Parecen cosas de ciencia ficción, pero lo que ocurre afuera en el espacio exterior afecta los más recónditos lugares del espacio interior. Las zonas neurálgicas mueven la fibra, alteran la percepción, debilitan los músculos y hacen perder el camino al gigante llamado mundo. Sin duda alguna el 11 de septiembre de 2001 (con el segundo ataque a las torres gemelas) comenzó la tercera guerra mundial. Desde entonces, docenas de hipótesis, cientos de versiones, miles y hasta millones de testigos e intérpretes de un evento que se convirtió en pesadilla colectiva del llamado mundo libre nublan la razón de multitudes.
Hoy veremos algunas de las olas que se desprendieron como consecuencia de ese tsunami de la violencia geopolítica
1.- El 11 de septiembre creó una nueva dinámica de la guerra
Ya no estábamos en una tradicional ofensiva industrial con uniformados y despliegues de ejércitos cara a cara. Más bien ocurría una especie de guerra civil mundial, disfrazada de declaración cuasi religiosa (Justicia Infinita) en contra de un supuesto responsable del tamaño y características de un villano de Bond 007. En éste caso Osama Bin Laden era y no era asimilable, puesto que sus razones eran tan creíbles, como surreal se mostraba su puesta en escena. La guerra mediática era 24 horas al día, 7 días a la semana. La propia transmisión de los ataques, choques o explosiones en tiempo cercano al real lucían desacordes con las versiones de testigos en el lugar. Para muchos fue el nacimiento de las Fake News y del Deep Fake: esa video guerra ha sido revisada desde múltiples plataformas como una muestra de edición, post edición, reencuadres o cuadros únicos constantemente repetidos. La sustitución de la realidad da una vuelta de tuerca estalinista y goebbeliana, la cual se constituye en una versión distópica- digital – orwelliana.
2.- Nuevas armas
La era de los drones, la supervisión satelital y la geolocalización y trazabilidad aparecen en escena y por eso hoy no nos sorprende que toda esa tecnología esté concentrada en un solo dispositivo: el teléfono móvil. La destrucción de los blancos sobre la tierra, observados desde el aire son no solo cada vez más comunes; sino que en su momento, fueron tildados de teorías de conspiración. En la red (desde YouTube y similares) se descubren drones de distintos tamaños impactando o sobrevolando algunos pisos del World Trade Center. Las famosas termitas inteligentes (Thermate TH-3) obtuvieron un inusitado protagonismo, a pesar de ser un secreto muy buen guardado en demoliciones controladas.
3.- Represión global
Los atentados a las torres gemelas fungieron como el gatillo que disparó la represión globalizada, presentando el modelo del nuevo autoritarismo. Los cruces de bases de datos de terrorismo islámico con terrorismo doméstico (o simples opositores a gobiernos) encontraron en éstas nuevas formas de seguimiento la horma de su zapato. Venezuela, Rusia, Turquía, Siria, Nicaragua no redujeron a su disidencia interna por una simple casualidad; una suma de experticias, software adaptados, protocolos para la reducción de enemigos domésticos sirvieron para pulverizar toda organización civil pro libertad. El 11 de septiembre permitió proyectar un enemigo a la vez visible e invisible, y establecer un relato verosímil con el cual era imperiosa toda colaboración para hacer polvo a los enemigos del Estado.
4.- El miedo
El 11 de septiembre potencia al miedo como excusa para bajar las defensas democráticas. El discurso del terror, como diría Teun Van Dijk, sirve para que los ciudadanos permitan cada vez más desmanes desde las fuerzas organizadas del orden policial. El Estado tiene su propia razón y se resume en la permanencia del poder y el fortalecimiento de sus estructuras.
5.- El exceso burocrátivo
El 11 de septiembre también trae un exceso de teorías, legajos, páginas, libros, palabras y originales y transcripciones que generaron ya en tiempos digitales gigas de documentos, humanamente improcesables. El principal subproducto de la burocracia del siglo XX norteamericano (la experiencia del informe Warren sobre el asesinato a JFK) potenciarían un estilo de encubrimiento basado en la sobresaturación del tema y en sus múltiples y anodinas interpretaciones. Es la práctica estándar para el escándalo: revelar y agotar al lector promedio. Entre productos más recientes Wikileaks, el escándalo Mossack Fonseca, el Pizzagate o cualquier noticia promedio de corrupción latinoamericana o mundial.
6.- Todo vale
Otro subproducto del 11 de septiembre es que mata la verdad, convirtiéndola en una opinión más. Alimentado de la famosa regla posmoderna: “todo vale”, se despacha a las guerras justas y le da un tiro de gracia al experto y al perito: tendrá lamentablemente el mismo (o más valor) el tweet o el post en redes que la versión del bombero de Nueva York…o el policía entrenado… o el veterano de guerra… o el versado en construcciones civiles; y en especial, dañará la reputación del periodista profesional que cite otras versiones ajenas al canon oficial.
7.- El nuevo enemigo
Con el exceso de las versiones aparecen las supuestas fallas de inteligencia, las torpezas construidas unas que directamente demeritan la razón de ser de todas las agencias de inteligencia, pero que en paralelo crean líneas de búsqueda de armas químicas, aplican un control más riguroso entre fronteras, organizan una nueva dinámica de usuarios y viajeros en aeropuertos, creando por último el fundido en una sola persona del delincuente del siglo XXI: la mezcla de nacionalidad más fe religiosa, será más importante que prontuario o exámenes psicológicos.
8.- Gana la maquinaria de la muerte
Si bien las guerras justas se producían previo un marco legal mínimo, las nuevas invasiones trasatlánticas post 11 de septiembre traen incorporadas el secretismo en los métodos de investigación, la tortura reglamentada y la construcción post destrucción. Los grandes ganadores serán los vendedores de armas y los contratistas encargados de rehacer, desde los cimientos a las ciudades y países demolidos piedra por piedra.
9.- Más ojos ven mejor
Con el 11 de septiembre la nueva ola de las teorías de conspiración giran hacia temas de vida o muerte en tiempo real y potencialmente comprobables, en vista del registro de las acciones en el campo por más ojos de los que se esperaban. Ya sea por filtraciones a los grandes medios o por el trabajo de investigadores independientes se va dejando atrás la acusación simplista de conspiranóico, ya que no todo es mentira ni locura; sino, muchas veces mera desinformación sobre hechos reales. Es por ello que el tiempo y la memoria siempre serán los mejores aliados para contrastar cada una de esas versiones.
10.- Época transideológica.
La destrucción en tiempo real y las respuestas bélicas programadas le provee una excelente excusa a países de toda inclinación ideológica a profundizar en sus gastos de defensa, inversión en espionaje electrónico, en la formación de nuevos agentes para la supervisión social, en el deslizamiento de la idea del Estado totalitario que permea religiones, gremios, fuerzas vivas, familia, grupos e individuos basados en la delación, el hambre, la restricción de libertades y el chantaje.
11. Trabajos internos cada vez más regulares
Al convertirse en una nueva prueba piloto de ataque y distracción a escala mundial, el modelo del 11 de septiembre permite generar dudas incluso en temas de migración masiva o en oleadas de nuevas guerras en el mundo. La guerra de Ucrania o el actual paso de migrantes por el Darién son dos de los temas que desde distintas latitudes se ponen en duda, casi al nivel de los negacionistas del holocausto o los entusiastas de la tesis de la tierra plana.