octubre 22, 2024

Luis Barragán: Hay una mínima cultura democrática venezolana que todavía constituye un dolor de cabeza para el ‘régimen’

Luis Barragán se sigue considerando diputado de la Asamblea Nacional de Venezuela.

Lo hace, a pesar de que el Consejo Nacional Electoral (CNE) venezolano montó unas elecciones parlamentarias en 2020 donde la mayoría de diputados ganadores fueron del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), cuyo líder es Nicolás Maduro.

En aquellos comicios, donde la abstención se hizo presente, varios partidos opositores llamaron a no votar, mientras que un gran número de parlamentarios decidieron extender el período del Parlamento escogido en 2015, el cual tenía mayoría opositora y era liderado por Juan Guaidó.

Para Barragán, ahora afiliado a la organización política Encuentro Ciudadano tras dejar de formar parte de Vente Venezuela, el gobierno de Maduro es una representación de la izquierda “inaudita”, que no pertenece a la clásica izquierda marxista, y que ha hecho suya la narrativa de las causas y los movimientos sociales para llegar al poder, mientras usa prácticas represivas contra todo aquel que piense diferente, empleando la posverdad y el populismo, para finalmente “traicionar” el discurso y solo enriquecer a sus propios actores.

En entrevista para Hilos de América, afirma que a América Latina le hace falta una mayor conciencia del liderazgo político hemisférico, en relación a los problemas que vive Venezuela y de los esfuerzos de la oposición venezolana. En ese sentido, sostiene que los venezolanos que se quedaron en su país sufren las consecuencias “gravísimas de la catástrofe humanitaria, la represión y la censura” del “régimen” de Maduro, que no es más que la continuación del que impuso Hugo Chavez.

En 2020, el Consejo Nacional Electoral de Venezuela realizó unos comicios para elegir nuevos diputados a la Asamblea Nacional. Sin embargo, líderes políticos de varios sectores de la oposición llamaron a boicotear este proceso, reafirmando un período más del Parlamento elegido en 2015. ¿Podría explicarles a las personas que no son de Venezuela todo este conflicto, y por qué se sigue considerando diputado?

El evento del 2020 no puede considerarse una elección con el mínimo de requisitos necesarios constitucionales y legales.

No puede reputarse como un evento electoral la jornada que realizó el régimen en 2020. ¿Eran elecciones verificables libres y auditables con un registro electoral confiable, y lo más importante, con un organismo electoral que suscitara confianza en la población independiente? No.

Es evidente que el ente electoral que hizo las presuntas elecciones del 2020, como la del 2021, no satisface los mínimos requisitos para realizar un evento, donde se destinaba renovar a los titulares del poder público. Se trata de un evento del Estado que debe estar sometido a estándares universales que permitan deducir inmediatamente que la voluntad electoral ciudadana se respetó a través del sufragio efectivo, personal, universal, directo y secreto.

Respecto a la extensión o prolongación del mandato constitucional de los parlamentarios electos en 2015, es necesario hacer las siguientes observaciones: primero, solo los parlamentarios libremente elegidos pueden sustituir o reemplazar a parlamentarios libremente elegidos. Si bien es cierto que hay una norma constitucional que habla del término del período parlamentario, si se hace una interpretación estrictamente literal (es más podría agregar antijurídicamente literal), puede decirse que hubo un término absurdamente del período abierto del 2015 a vencerse en el 2021.

Y digo absurdamente porque el derecho tiene como clave la interpretación hermenéutica global en el conjunto de la normativa, en este caso constitucional.

Segundo, si el 5 de enero de 2021 no había parlamentarios legítimamente electos que reemplazaran a los del 2015, por supuesto que, se prolongaba el mandato constitucional.

Este razonamiento jurídico ha sido suficientemente discutido, pero también ha permitido generar una contracampaña del régimen, confundiendo a la ciudadanía.

Si no hubo, efectivamente, un evento electoral (de acuerdo con los requisitos universales para estos tipos de experiencias libres y democráticas), la única fuente de legitimidad sobreviviente en Venezuela era la de 2015 con la elección efectiva, reconocida por los diputados a la Asamblea Nacional.

Las imágenes insólitas de sillas volando en la concentración de Juan Guaidó en el occidente de Venezuela, además del ataque que sufrió mientras hacía una reunión en un restaurante, le han dado la vuelta al mundo. Desde afuera, muchas personas ven la política venezolana como un circo. ¿Usted cómo la describiría en este momento?

El injusto e impune ataque que sufrió Guaidó en un restaurante, a la vista del público, donde no tenía medidas extraordinarias de seguridad y fue invitado al lugar por personas afectas a la causa democrática, y esa imagen de las sillas volando que le da la vuelta al mundo, no es la primera vez que ocurre.

Yo vengo de la Asamblea Nacional electa en el 2010 y nosotros sufrimos allí, a la vista del mundo, cualquier tipo de ataque personal en la propia Cámara.

Fue cotidiano entrar o salir de la Asamblea Nacional y que fuésemos agredidos de manera verbal y física, por los colectivos (grupos de choques del chavismo). Incluso, le dio la vuelta al mundo una imagen en una sesión en la que fueron fracturados varios parlamentarios de la oposición, en 2013. La escena se repitió en el 2016. Todos fuimos golpeados con los famosos microfonazos; fuimos agredidos con el lanzamiento de micrófonos en la Cámara.

Fuimos agredidos, por ejemplo, cuando fuimos invadidos por una horda de militantes chavista enfurecidos que entraron al Palacio y golpearon a los pocos parlamentarios. Todo está perfectamente documentado, existen fotografías y videos con distintas detonaciones y no dejamos de ser amenazados constantemente. Una vez, incluso, se metieron en la Cámara con las fuerzas oficialistas y todo fue una escena violenta. Entonces, no es la primera vez que le da la vuelta al mundo la imagen de lo que es este ‘régimen’.

Debemos pensar cómo una persona como Juan Guaidó (considerado presidente encargado de Venezuela por Estados Unidos) no puede desplazarse como el resto de los venezolanos, con tranquilidad en el territorio nacional, si no es objeto de una directa, concreta y específica agresión como ocurrió en el restaurante.  

Esto es un ejemplo de las experiencias que ya se han vivido en Cuba. Esto es una práctica universal ateniente a las experiencias fascistas y comunistas. No podemos voltear a un lado y obviar que esto ocurrió en países como Rusia, China, Cuba Alemania e Italia, bajo las experiencias fascistas donde quien piensa diferente sale agredido.

¿Cuál es su posición con el hecho de que sectores de la oposición estén afinando toda su maquinaria política para unas eventuales primarias, de cara a las posibles elecciones presidenciales del año 2024?

La oposición venezolana debe estar preparada para cualquier evento electoral, prodúzcase o no en 2024; como un adelanto de esa fecha o que haya alguna otra eventualidad, que nos lleve incluso a unas elecciones generales, no solo presidenciales, sino parlamentarias, regionales o locales.

Pero recordemos que no genera confianza el ‘régimen’. El propio Nicolás Maduro Moros insinuó que se podía postergar las elecciones presidenciales, de acuerdo al cronograma oficialista. No necesitamos de una buena dosis de imaginación para pensar que de acuerdo a su conveniencia arbitraria, invocando alguna circunstancia que se les antoja, las elecciones presidenciales se pueden adelantar.

Por otra parte, la oposición debe elegir popularmente a sus líderes; solo a través de unas elecciones ciudadanas, de lo que llaman ahora primarias, sin el CNE. Toda consulta que se haga de la oposición debe ser una experiencia radicalmente de la sociedad civil, que sufraga sin interposición del CNE que está a la merced de la usurpación del ‘Ejecutivo usurpador’.

El otro elemento es que esas primarias sean confiables. Si estamos pidiendo elecciones libres para Venezuela y para renovar los órganos del poder público, debemos dar testimonio de unas elecciones libres en el seno de la genuina oposición. Ha sido tal la contaminación de este ‘régimen’, que le ha dado alcance a sectores que se juran ser opositores y son francamente colaboracionistas.

Fuera de Venezuela, es difícil entender por qué ninguna de las maniobras que ha hecho la oposición venezolana durante estos últimos 20 años ha funcionado. ¿Usted cree sinceramente que exista una fórmula efectiva para vencer al chavismo?

El término no sería exactamente ‘maniobra’, sino estrategias.

Las estrategias y tácticas que ha implementado la oposición en sus implementaciones no han triunfado. Si no hubiese la suficiente fortaleza de la sociedad venezolana, esto ya hubiese culminado con un control absoluto y radical de la sociedad venezolana hace más de 20 años.

En la experiencia de Cuba, no pasó mucho tiempo para que se ejerciera el control. Acá sí hay que aplaudir que ha habido una resistencia ante el régimen, donde hemos tenido debilidades, fracasos y decisiones erróneas; pero también ha habido testimonios de fortaleza en consecuencia con los principios y valores que se invocan.

Hay una mínima cultura democrática venezolana que todavía constituye un dolor de cabeza para este ‘régimen’. Por supuesto, buena parte de estas estrategias han fracasado como ocurrió después del 2016 con la Asamblea Nacional, que bajo la orientación de la mayoritaria oposición, flaqueó y se dio la tentación de los diálogos que se hicieron en República Dominicana, Oslo —Noruega— y Barbados. 

En otros países suele olvidarse que por muy larga que sea las experiencias totalitarias, cuando hay determinación, voluntad y esfuerzo por reivindicar las libertades públicas y la dignidad de la persona humana, ocurre lo que finalmente ocurrió en los años 80 con la caída del Muro de Berlín y la desaparición de la Unión Soviética, que fue un efecto dominó de las dictaduras comunistas atroces de Europa Oriental.

El mundo debe entender y comprender que regímenes totalitarios no solo ofrecen una férrea resistencia y confunden a la opinión pública; sino que también son peligrosamente de una vocación expansiva, acabando con experiencias democráticas de desarrollo económico.

El chavismo es una denominación que provisionalmente empleamos, porque se trata de un fenómeno que va más allá: se trata del Estado criminal que se ha instaurado de cara a un globalismo que tiene necesidades.

Y con toda franqueza, por supuesto que hemos resistido a los embates de un ‘régimen’ que ha sido represivo y no nos ha vencido de manera definitiva. Por supuesto, que para estas fórmulas neototalitarias existe una respuesta, que es la que vamos a aportar los venezolanos a la experiencia universal frente a estos regímenes neocomunistas.

¿Qué tanto incide para Venezuela y su política el hecho de que haya un nuevo presidente de izquierda en Colombia?

Lo que pueda pasar en un país inmediatamente se refleja en el otro. No somos compartimentos estancos. Los países vecinos sufren inicialmente las consecuencias de la instauración de un régimen de determinados ciclos. Incluso, podemos hablar del oleaje democratizador de las décadas anteriores que significó la presencia y persistencia del régimen democrático en Venezuela y la influencia que ejerció, sobretodo, para evitar en algunos países (como los centroamericanos) que cayesen definitivamente.

Colombia se ha resistido por décadas a toda suerte de subversiones armadas. Pero, estas fuerzas y corrientes consiguieron amparo en el ‘régimen’ chavista. Y claro está que, la presencia de una persona con las características políticas y antecedentes de Gustavo Petro, no va a pasar por alto en la región. Ojalá haya sindéresis y compresión del momento histórico. No existen las condiciones para repetir la experiencia chavista en Colombia. Casi dos millones de venezolanos  —refugiados en dicho país— pueden rendir testimonio de la amargura de soportar (por algo están en el exilio) un régimen que nos llevó a la catástrofe. Creemos que debe privar la sensatez y la sindéresis del presidente entrante de Colombia, para evitar, precisamente, un oleaje de inestabilidad y retrocesos en el continente.

La Venezuela petrolera, insisto, debe servir de lección porque lograron quebrar el país que tenía la tercera de las transnacionales petroleras más importantes del mundo, cuando comenzamos el siglo 20. Y hoy estamos hablando de una industria quebrada, produciendo cantidades insólitas, menores de barriles de petróleo, como nunca antes lo hubiésemos imaginado.

Eso no puede pasar en Colombia. Los colombianos no pueden pasar por una experiencia como esa. Y me parece que mucho menos puede haber una alianza malévola para terminar de quebrar y de hundir a América Latina en la Edad Media.

Lo que está ocurriendo en Venezuela no es un fenómeno aislado. Lo que puede ocurrir en Colombia, Chile y Perú tampoco constituye un fenómeno aislado. Esto corresponde a una deliberada política del Foro de Sao Paulo y de sus derivados. Es una estrategia implementada continentalmente.

Esperamos que haya sensatez en el presidente entrante, Gustavo Petro, para no aventurar a la República de Colombia y meterla en una experiencia semejante como la que ha vivido Venezuela.

Más bien se espera que las fuerzas democráticas de Colombia puedan reconstruirse y participar en una experiencia distinta, que ojalá también cuente con la comprensión del presidente entrante Petro, y divorciándose de la tradición política a la que pertenece Petro; que comprenda la influencia que puede ejercer Colombia en América Latina. Más bien que Colombia atraviese un período de modernización política, prosperidad, ejercicio de las libertades públicas y de la necesaria dignificación de los pueblos, que no se logra, de otra manera, sino que con la plena defensa de los derechos humanos.

Muchas personas consideran que los venezolanos suelen hacer alarma innecesaria sobre la política de otros países, al querer ver el chavismo en todas partes. ¿Usted cree en esa frase que se repite constantemente de que “Colombia no es Venezuela”?

Se decía que Venezuela no era Cuba y mire lo que pasó.

Acá en Venezuela, al cierre del siglo 20, teníamos una pujante industria petrolera. Hubo independencia de los órganos del Poder Público, a tal nivel que fue enjuiciado un presidente de la República: Carlos Andres Perez. Luego, entramos a una etapa diferente que nos condujo a un gobierno transitorio (el de Ramón Velásquez) para normalizar las elecciones de 1993. Hubo independencia del Banco Central de Venezuela. Hubo libertades públicas, de prensa, medios de comunicación. Es decir, era muy difícil suponer que íbamos a llegar a esta situación, pero llegamos.

No es la idea o pretensión impresionar a la comunidad internacional, sino que el testimonio de 8 millones de venezolanos (que se encuentran en la diáspora venezolana) debe servir para aquellos países que creen estar seguros de los regímenes democráticos que han disfrutado. De tal manera que, esto es una alerta que lanzamos desde Venezuela al mundo.

La opinión pública internacional debe estar atenta a estos llamados y advertencias, porque no se trata de un juego, es algo mucho más serio y severo. Repito: se trata de lo que está en trance y es la civilización occidental con sus principios, valores, y experiencias democráticas y de libertad.

Además, no es fácil tampoco la situación para Colombia porque estamos entrando en un período de conflictividad internacional que no favorece precisamente estas experiencias autoritarias y totalitarias, porque está el fantasma de la guerra recorriendo el continente.

¿Qué cree que podría pasar con los políticos opositores venezolanos que viven en Colombia, y que mantenían una especial protección por parte del gobierno de Iván Duque, ahora que ha ganado un aliado del chavismo?

La decisión del Estado colombiano fue proteger, no solo a un número importantísimo de desplazados y refugiados, sino de amparar directamente y dar todo el apoyo necesario para resguardar la propia vida de una dirigencia política que tuvo que salir del país en un exilio forzado.

Le agradecemos inmensamente al presidente Duque su solidaridad y eficacia al acoger a todos los venezolanos y a una dirigencia política.

El presidente Petro debe acatar una decisión que es del Estado, el cual fue de proteger y garantizar una protección mínima a los perseguidos políticos que tuvieron que emigrar.

No creo que haya un acto de irresponsabilidad de parte del presidente entrante al tomar una actitud revanchista con quienes han adversado al régimen prevaleciente en Venezuela. Sería hasta contraproducente de parte de él.

Tenemos un margen de confianza para que la sensatez pueda sostener las relaciones de respeto y consideración hacia los venezolanos que trataron de ejercer sus derechos políticos en Venezuela y, sencillamente, fueron perseguidos y reprimidos; y que por ende, se vieron forzados (peligrando su vida) a irse a Colombia.

Por cierto, el venezolano no tiene los recursos necesarios para irse a otro país con facilidad. No cuenta ni siquiera con los medios económicos para protegerse ante cualquier eventualidad en materia de salud. En efecto, hay venezolanos que no cuentan con los medios económicos indispensables y tienen que realizar oficios de supervivencia, aunque tienen credenciales académicas. Los venezolanos tampoco tienen la posibilidad de contar con su documentación académica debidamente apostillada para poder validar y ejercer sus actividades, que le permitan sobrevivir, de acuerdo a la formación adquirida en Venezuela.

¿Por qué cree que la izquierda sigue tomando poder en Latinoamérica?

Hay factores objetivos después de la caída del Muro de Berlín que, obviamente, conspiran contra la reestabilización del orden mundial.

La multipolaridad se ha traducido también en lo que se llamaba un choque de civilizaciones. Por una parte, esos factores objetivos facilitan la emergencia de fuerzas, corrientes, países y movimientos, incluso, de alcance global, donde también concursa la delincuencia organizada en estado criminal del Estado depredador fallido, para configurar otro orden distinto al occidente liberal.

A esas condiciones se suman otras: el fracaso de las experiencias democráticas como la venezolana que cumplieron con todo el programa y agotaron el programa del puntofijista (derivado del acuerdo de Punto Fijo). En lugar de proseguir una natural evolución de sociedades abiertas y competitivas, las civilizaciones fueron forjadas a aceptar este discurso populista (como le llaman el discurso posverdad y polarización).

También hay un vacío de liderazgo como el de antes. Quedamos en un enorme vacío.

Hay una tendencia universal de la videopolítica, de la banalización de los asuntos públicos, la antipolítica y otras prácticas que son propias de la posverdad. Entonces, debemos corregir y regresar arrepentidos a la razón, sensatez y cordura.

Además, esa izquierda es de las inauditas. Hay una izquierda inaudita que no es la clásica izquierda marxista; sino una izquierda desaprovechadora de la circunstancia, que hace suyo el discurso de género, la ideología de género, la defensa del medio ambiente y la causa Indigenista.

Pero una vez asumido el poder (por ejemplo en el caso venezolano que sobreexplotan a los indígenas en el Arco Minero), en la práctica resultan traicionados por ese sector de la izquierda que no deja de emplear la posverdad, afianzarse en una polarización política y social artificial, y por supuesto, no dejan de emplear de fondo el populismo, mientras que sus actores se enriquecen.

En el caso venezolano, los izquierdistas han llevado una vida ‘escandalosa’ con los bienes públicos de Venezuela y las mafias de izquierda que conforman el Estado criminal.

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María José Núñez

Periodista Venezolana

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