Es un hecho público y notorio la magnitud de la crisis venezolana y las consecuencias derivadas. Una de las más significativas y dolorosas es el éxodo de más de 5 millones de venezolanos , según la Agencia de la ONU para los Refugiados.
Los países receptores con mayor número de migrantes y refugiados provenientes de Venezuela son Colombia, Perú, Chile y Ecuador. Esto, por supuesto, ha representado un reto de enormes dimensiones para las naciones de acogida. Pero también una oportunidad de oro para el populismo político y la xenofobia.
La xenofobia como miedo al extranjero es un sentimiento altamente provechoso para el posicionamiento dentro de las estructuras de poder. Una muestra de esta situación, es el auge de los partidos xenófobos en Europa quienes cada día ganan más espacios dentro de sus respectivos sistemas políticos: Vox en España o la Agrupación Nacional en Francia son algunos de ellos.
La xenofobia es especialmente útil para el político cuando carece de propuestas o de soluciones reales a los problemas que aquejan a los ciudadanos; por ello, se toma al extranjero y se exhibe ante la opinión pública como la causa del mismo y, aunque no lo sea, se construye una narrativa a partir del temor, los estigmas y la desinformación sobre el otro.
En el caso de Latinoamérica, a partir del crecimiento de la migración venezolana producto de la crisis provocada por el régimen chavista, con el pasar de las semanas aumentan los episodios de xenofobia hacia los venezolanos. En esta ocasión, me enfocaré en el caso Colombia por ser el país con mayor cantidad de estos ciudadanos en su territorio.
Colombia como ejemplo
La alcaldesa de Bogotá, Claudia López, es una líder que ha estado recurrentemente en el centro de la polémica con respecto a este tema: en una de sus alocuciones expresó que, aunque según ella no quería estigmatizar a los venezolanos, habían unos inmigrantes “metidos en criminalidad” y haciendo “la vida de cuadritos” a los colombianos.
Esta afirmación, aunque algunos puedan considerarla inocente, genera en el imaginario colectivo la creencia de que la migración venezolana es sinónimo de delincuencia, a pesar de que esto se puede desmentir con cifras.
El efecto de esta alocución lo midió el Barómetro de Xenofobia, plataforma que analiza conversaciones y textos en redes sociales, páginas web y medios de comunicación. El resultado: en ese momento aumentaron los comentarios xenófobos a nivel nacional en un 83% respecto al día anterior.
Ahora bien, resulta interesante que recientemente la alcaldesa realizó un evento en donde se reunió con Leopoldo López, líder de la oposición venezolana, para expresar un mensaje de solidaridad a los venezolanos. Esto podría interpretarse como una buena señal, si no fuera por su preocupante historial de contradicciones y amistades volubles, dependiendo de lo que le sea más políticamente rentable en ciertos momentos.
Por supuesto que Claudia López no ha sido la única inmersa en la controversia de la xenofobia: otros líderes y funcionarios han expresado frases polémicas como aquella de que “las venezolanas son una fábrica de hacer niños pobres”, la cual dijo Rodolfo Hernández, ex alcalde de Bucaramanga. También el famoso “venezolanos sí, pero no así” de Ángela Hernández.
Todos estos mensajes, que a veces parecen ser simples imprudencias, tienen una intencionalidad: buscan ganar adeptos, capitalizar los temores que puede sentir la ciudadanía ante un fenómeno tan complejo como lo es la migración, para convertirlo en base electoral.
Estas narrativas se construyen a través de la simplificación de problemas como la pobreza, criminalidad, violencia y desigualdad que, en la mayoría de los casos, ya existen previamente. Asimismo, estas narrativas no tocan o analizan las soluciones estructurales: solo se sustentan en la percepción y no en las estadísticas.
En definitiva, la xenofobia en la política es un arma poderosa porque además de nutrirse del miedo, desdibuja las potencialidades del extranjero y en el caso venezolano subordina su desgracia a intereses políticos. Por ello es muy importante ser capaces de identificar estos mensajes y, por sobre todas las cosas, detenerlos.
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