Los venezolanos parecemos sobrar en el mundo.
Hay muchas razones para «justificar» el desplazamiento de casi siete millones de personas buscando arraigo desde Venezuela en su desarraigo. No está detrás solamente el problema de la persecución política evidente de unos cuantos miles de desterrados o huidos. Existen poderosas razones económicas internas y externas para esa «justificación». ¿Se ha tramado un plan macabro para la provocación del más grande número de refugiados en el continente americano en su historia? No lo dudo.
¿A dónde huyen los venezolanos principalmente? ¿A Rusia, Cuba, China, Irán…? No. Huyen a otros países latinoamericanos, a Estados Unidos y a Europa, principalmente a España. ¿Era esto previsible? Claro. Venezuela hace treinta años era un país de lujo. Productivo. Fuerte política y económicamente en la región. A la vuelta de la esquina, después de tres décadas se han (auto) destruido casi por completo todas esas fortalezas. Con una sola finalidad, proyectada desde Cuba por Rusia hace una multiplicidad de años: desestabilizar la región.
¿Para acabar con Venezuela? No. Para aminorar en todo lo posible a la más grande potencia del mundo, esa que se ha portado como ingenua geopolíticamente hablando, hasta ahora. De allí sus continuos traspiés con el régimen de Nicolás Maduro más recientemente: sanciona, ablanda las sanciones, pide negociación, diálogo, entrega, afloja. Aprieta. Una desazón por incomprensión de lo que ocurre. La Cumbre de la Américas es una muestra de ese desasosiego que les causa a los americanos la región que no controla, porque no ha querido.
Mientras EEUU afloja sanciones, indudablemente por la guerra en Ucrania, por el alza del petróleo y la gasolina, Rusia avanza, con la hegemonía y el control del gas, del petróleo, especialmente en Europa, pero con Irán y la estrangulada Venezuela, en buena parte del mundo.
La destrucción del país suramericano significó arrancarle el oro negro de la puerta trasera al grande del norte. El hambre, la miseria, la desatención en salud, obligan a los venezolanos a correr en busca de otros derroteros para hacer «la vida». La experiencia en Ucrania con el Holomodor sigue vigente en la Caracas ampliada. Pero la huida de los pequeños venecianos es también un negocio transnacional. ¿O no? Para el régimen venezolano y sus aliados al margen de la ley, pero subsidiarios de Rusia y cubanos, lo es.
¿No se benefician el Tren de Aragua o los otros trenes del rentable negocio? ¿Las guerrillas colombianas no se solazan con el dinero de los compatriotas que buscan salvar sus vidas? ¿Los militares venezolanos no nutren sus escuálidos sueldos de esa zafra? Los cárteles mexicanos también. Y más.
A los Estados Unidos no les conviene que lo invadan las olas de conciudadanos provenientes de Venezuela. Por lo tanto, saca millones y millones de dólares para que sean contenidos en Colombia, en Ecuador, en Perú, en Guyana, en cualquier parte que no signifique más allá de México, hacia arriba. No constituye esto solo ayuda humanitaria a comedores de empanada y arepa. No. Especialmente buscan contener el arribo desde ese México, donde ya amenazan varios miles no solo venezolanos por atravesar la frontera desafiando toda legalidad a la que el gobierno de Biden apela ante la invasión, sea esta por mar, en balsas, o por tierra. La invasión ucraniana es una guerra rusa. Esta es otra, la latinoamericana. Inocultable.
Gabriel Boric, desde su reciente llegada a la presidencia de Chile ha dicho que no pueden recibir más de nuestros connacionales. Esos que sufren el desprecio en extremo sur del continente, tanto como en Perú o en cualquier otro país, esos que deambulan con el odio a cuestas de a quienes invaden su vida cotidiana, sus empleos, sus acentos, sus culturas.
De nada sirve el recordatorio de haber sido un país abierto a todas las nacionalidades que desde los años cincuenta nos vinieron a penetrar, a profundizar la interculturalidad. Eso quedó pragmáticamente en el olvido Por más atisbos de bonhomía que puedan tener algunos gobernantes, el venezolano estorba. El propósito político es ese. El económico también, en este plan macabro por el control del mundo, resurgido en Rusia y tibiamente en China.
Provocar la huida no ha sido tan complicado ni tan cargada de escrúpulos. La combinación del hambre y la destrucción del empleo, de las empresas, de todo, ha rendido sus frutos. La cosecha es celebrada en Moscú, en Cuba. Desestabiliza la región sin un solo disparo. Causa conmoción social, política y económica. Colombia celebra el ingreso de capital fresco con la llegada de los nada frescos venezolanos. Guyana reclama una parte, aunque pequeña, porque a algunos ha recibido. Trinidad nos expulsa con asco. Hasta a tiros. Y así. Escoria del continente. Incomprensión humana y política. A los venezolanos nos echan violentamente. No se trata solo de una persecución política, que también es, porque no bastaría a los fines. Es un gran negocio.
¿Sabían que en Venezuela hay una cárcel con un estadio de béisbol? Un recinto oficial la cárcel, se supone, como es. Su nombre, del estadio: Tren de Aragua. Para convalidar la correspondencia. Porque los pranes forman parte fundamental del plan con sus acciones de secuestros, de extorsión, de negociaciones varias desde los recintos penitenciarios. Hasta comida en connivencia con la Fuerza Armada, como en las fronteras, como esta última con los derivados del petróleo. Mafias en el manejo del gobierno, que se expanden con grupos al margen de la legalidad. En un país donde ni la ley ni la constitución se respetan. Porque es un país no constituido. Es un país deconstituido. Inubicable. Móvil. Como lo vislumbró con acierto un hábil novelista: portátil.
A los Estados Unidos les queda luchar en este ajedrez sangriento e inhumano contra Rusia. A nosotros nos queda enfrentar en medio esta nueva conflagración mundial por el poder del orbe. A los venezolanos nos queda lidiar por revertir esta situación no solo aquí, en el continente, con la ayuda de los demócratas del mundo.
¿Se entiende por qué no es nada fácil?