El mundo va tan rápido que necesita una marcha intermedia. Ya tuvimos suficiente con la pausa del 2020. Y no es que pidamos sembrarnos como árboles (que no somos) otra vez; es que hay productos audiovisuales que dan otros ritmos, muy distintos a los típicos del fast food cinemático tan en boga en éstos días.
Aquí van 3 recomendaciones en Netflix que ofrecen algo diferente sin que sean la mar de novedosos.
The Killer (David Fincher, USA. 2023) Ligeramente inspirado en el comic francés, se distancia casi totalmente de la historia original. No hay amistad entre policía y sicario, no hay viaje a Venezuela, no hay mayor reflexión entre vida cotidiana, no divagan por la historia del siglo XIX ni mucho menos hay conversaciones ligeras en cafés callejeros. Ésta versión es intimista y casi el nombre es una excusa para ofrecer otra cosa a los cultores del cómic. La forma de avanzar, casi por episodios, obliga a meterse en la piel del personaje: en las horas muertas antes del golpe, en el mundo (ya bastante manido de los recursos infinitos) Nos recuerda las múltiples identidades a lo Jason Bourne o los espacios seguros a lo The Accountant (Gavin O´Connor EUA.2016) En The Killer se rescatan ciertas mitologías del Film Noir y con uso preciosista del diseño de audio nos lleva por una experiencia muchas veces más sonora que visual. Trama simple: tarea, equivocación, venganza y venganza sobre esa venganza. La banda sonora de The Smiths acompaña a éste especie de video clip de dos horas que defraudará, solo a quien no le dé oportunidad a relatos con el foco en un solo personaje. Monotónico, sí; a veces poético, también. Sin duda hay grandes homenajes a Chiba , The bodyguard (Riuchi Takamori. 1973), The Samurai. Francia. Jean-Pierre Melville. 1967) con Alain Delon y por su puesto a (The Mechanic. Arthur Bishop, USA. 1972) con Charles Bronson y Jean Michael Vincent.
Particularmente bellas son la secuencias cuando el personaje digita en un Ipod el primer playlist, la huida en moto con cada detalle de audio perfectamente sincronizado (¿acaso como que si Sergio Leone tuviera en sus manos equipos de última generación?), la dinámica de los aeropuertos, la pelea en casa de uno los patanes en Miami y la cata de whisky con Tilda Swinton.
Armaggedon: Ricky Gervais (John L. Spencer. UK. 2023) Pocos humoristas completan con éxito el círculo de la idea, pasando por el escrito hasta la presentación en vivo. Ricky Gervais sale entero y con creces de todos los retos. Tanto en series como Stand Ups (antes les decíamos simplemente: “monólogos”) éste hombre descreído, observador acucioso e impenitente mal hablado ofrece perspectivas fuera de la moda y la estulticia coral. Su principal enemigo es el movimiento WOKE, una especia de nueva izquierda puritana, colectivista, violenta, antihumana; pero por sobre todas las cosas: aburrida. Por lo tanto, es todo lo contrario a Gervais y por eso la contraposición luce tan efectiva al subirse a escena. Todo lo que toca éste comediante genera debate y ese es el centro de la libertad humana: elegir y utilizar la razón para pasar por su criba tanto lo humano como lo divino. Como un juglar del siglo XXI va desmontando engaño propagandístico tras otro y le da fuerza a la idea de que un chiste es solo un chiste y muchas veces es más importante hablar y enfrentar consecuencias que callar y quedar en el terreno de la colaboración, el miedo o la omisión. Algunos prefieren decirle goliardo, yo prefiero llamarlo genio.
Especialmente interesantes son los momentos cuando revisa estadísticas, explica la teoría de la evolución, hace el chiste sobre el perrito y el sádico de parque o cuando le da su reprimenda a un Timmy al cual queremos de entrada, pero luego decidimos juzgar por ser una persona fuera del canon políticamente correcto. También se ve pasar una sombra tras bastidores, luego de tomar un trago (no les digo el minuto para que estén alerta) Si no es un espectro del teatro entonces es un divertido error de producción. Por cierto, vean Supernatural del año pasado que también es una maravilla.
The Devil on trial (Chris Holt. USA. 2023) Un documental logra el éxito cuando se convierte en una excusa para lo transmedia: películas, cómics, stickers, relanzamiento de canciones, nombres de sermones y recomendaciones por grupos de Whatsapp. Con todo esto a cuestas, sin duda tiene el potencial para entretener y dar el chance de revisar cómo está nuestra fe en estos días. A partir de una supuesta posesión satánica, que funciona a medias en su exorcismo, el personaje principal decide cometer un asesinato, y claro está le echa la culpa al diablo. En el camino jueces, sacerdotes, psicólogos, opinión pública y mucha cultura pop van revoloteando como buitres sobre los restos de cada nueva declaración, fallo y revisión de sentencia. Un gran producto audiovisual, bien contado, con un buen uso de los ritmos y los tiempos, que sirve como una especie de polaroid o carrete de diapositivas para viajar a un pasado no muy lejano. Sin duda estética como temáticamente llamarán la atención mientras el terror, las drogas, el abuso psicológico y el misterio sean parte de nuestras curiosidades diarias.