diciembre 21, 2024

Economía, populismo, crisis climática e inmigración: una mirada a Trump

En 2011, las encuestas de Estados Unidos empezaron a posicionar un nombre inusual entre los candidatos preferidos por el Partido Republicano: Donald John Trump.

Meses después éste quedó fuera por voluntad propia y Mitt Romney terminó siendo el candidato oficial para enfrentar a Barack Obama. Entonces hubo que esperar hasta el año 2015, cuando culminaba el segundo periodo de Obama y el magnate de los negocios anunció formalmente su candidatura al cargo. Lo hizo con un discurso desde la Trump Tower.

Casi inmediatamente, el planeta entero puso el ojo sobre la noticia y se desató un infierno de polémicas, burlas y sátiras sobre una posible presidencia de Trump.

Pese a ello, el empresario continuó con su campaña presidencial bajo el lema “Make America Great Again” para enfrentar a Hillary Clinton, quien parecía que le propinaría una derrota contundente. El resto es historia.

Foto: AP.

Para analizar las promesas de Trump para un posible segundo periodo, hay que evaluar la diversidad de problemáticas que preocupan a los estadounidenses, principalmente en temas como economía, la pandemia COVID-19, la crisis climática y la inmigración.

A partir de allí surge la pregunta: ¿Qué sabemos de las propuestas de Trump a nivel general? O mejor dicho: ¿Qué se esconde detrás de sus discursos?

Howard Gleckman, miembro senior del Urban Institute y periodista expertos en políticas fiscales, analiza los discursos de Trump a partir de una analogía que hace con Willie Stark, un personaje ficticio del libro “All The King ‘s Men”; así concluye que nadie sabe lo que implican las propuestas de Trump.

Gleckman argumenta que la estrategia Trump es parecida a lo que el libro relata de Willie Stark, quien en plena campaña política decide, a propósito, anunciar sus propuestas con contenido sumamente vago y hablando muy poco de ellas, porque se da cuenta que las personas prefieren “que los motiven o los hagan llorar”, en lugar de “sorprender sus mentes” con contenido más complejo.

¿Populismo les suena?

Gleckman, entonces, sostiene que se podrá ver el desarrollo pleno de las propuestas de Trump una vez que haya ganado las elecciones, porque fue exactamente lo que pasó en 2016.

Si es que gana, claro.

Fuente: El American.

Desde que anunció su candidatura en 2016 y hasta el día de hoy, en plena campaña electoral, el punto más fuerte de la retórica de Trump siempre ha sido la economía, con sus promesas de rebajar los impuestos y crear millones de trabajos.

¿Cuánto ha cumplido? ¿Qué planea para un posible segundo periodo?

Trump afirma haber creado mediante sus políticas laborales más de seis millones de trabajos, llevando la tasa de desempleo a su punto más bajo en los últimos 50 años, al igual que la tasa de desempleo de asiáticos, afroamericanos y latinos, que en el 2018 se posicionó en su punto más bajo; del mismo modo alega que ha reducido los impuestos para el 82% de las familias de clase media y ha favorecido a las compañías estadounidenses en el plano internacional, tras reducir la tasa de impuestos corporativa –corporate tax rate– de un 35% a un 21%, muchos de estos aportes gracias a la histórica tax cuts and jobs act.

Otro de los sucesos de los que alardea Trump es el aumento de la bolsa de valores, que creció incluso durante los primeros meses de la pandemia, según reporta el Deutsche Welle.

Sin embargo, aunque estos hechos son ciertos, muchos de quienes se oponen al presidente alegan que estos números han bajado progresivamente desde el 2010 y que Trump solamente los utiliza para ganar popularidad entre el electorado atribuyéndose logros que sus antecesores venían cosechando.

Sus defensores insisten en que sin la reducción de impuestos de Trump ni sus políticas proteccionistas, no se habrían reducido los números hasta el punto histórico en el que se posicionaron.

Para el hipotético segundo periodo, las propuestas dentro del ámbito económico de Trump no se alejan mucho de lo planteado para su primer mandato: además de poco innovadoras, se ve mucho enfoque en lo que ya hemos conocido como “Jobs, Jobs and more Jobs”.

De acuerdo con el sitio oficial de la campaña de Trump, el mandatario aspira a crear 10 millones de trabajos en los primeros 10 meses de mandato, crear 1 millón de negocios pequeños, reducir los impuestos para aumentar el salario neto y mantener los trabajos en Estados Unidos, así como también crear créditos fiscales “Made in America” y promulgar acuerdos de comercio justo que protejan los empleos estadounidenses.   

La insistencia del presidente en la creación de nuevos trabajos no es nueva; tal vez puede ser lo que más se le haya escuchado durante toda su carrera. Pero tiene su lógica: es uno de los puntos en los que mejor le ha ido y la creación de 10 millones de trabajos no suena irreal, considerando el precedente del “Jobs, Jobs and more Jobs”.

En pocas palabras, no es arriesgado decir que puede lograrlo.

Foto: Getty Images.

Donald Trump quiere acabar con la dependencia que muchos comerciantes y trabajadores estadounidenses tienen con China.

Para ello, pretende devolver 1 millón de trabajos de la industria manufacturera en China a los Estados Unidos, otorgando créditos a quienes decidan hacerlo, con especial atención a quienes se desarrollen en la industria farmacéutica y robótica.  

Ahora bien, los planes de impuestos del presidente han sido revisados por The Tax Foundation, una organización sin fines de lucro de política fiscal, quienes concluyeron que los planes para el segundo periodo favorecen la creación de nuevos trabajos y negocios y permiten inversiones del 100% para ciertas industrias que traigan la manufactura de vuelta a los Estados Unidos.

The Tax Foundation aclara que esto es beneficioso para impulsar el crecimiento económico de la nación, pero cuestiona que la medida se limita a industrias muy específicas, cuando puede resultar rentable el empleo en todas las industrias.

En definitiva, Trump promete un segundo periodo sólido económicamente; tal vez no sea mejor que el primero, pero sí podría recuperarse fácilmente de la crisis que ha generado el COVID-19 si hace uso de estrategias adecuadas que permitan a los ciudadanos volver a sus trabajos, favorecer el comercio con el exterior y evitar la recesión que muchos consideran que llegará pronto a causa del crecimiento económico desproporcionado que algunos sectores de Estados Unidos pudieron disfrutar durante el primer periodo del presidente.

Foto: EFE.

Con más de 9 millones de casos y casi 230.000 muertes, el coronavirus ha sido el golpe más duro que Donald Trump ha tenido que enfrentar en sus 4 años de mandato, principalmente  porque la pandemia llegó en pleno año electoral y, por razones obvias, siguió siendo la discusión principal a pocos días de las elecciones.

A pesar de que no tiene una planificación detallada para un segundo periodo, el actual presidente planea crear una vacuna contra el virus antes de que acabe el 2020, con el objeto de volver a la “normalidad” en el 2021.

Para lograrlo, organizaciones financiadas por el gobierno de Trump están ejecutando la operación “Warp Speed, que pretende fabricar y manufacturar 300 millones de dosis de la vacuna para enero del 2021, a través de la gestión del Departamento de Salud y Servicios Humanos (HHS), incluyendo los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), los Institutos Nacionales de Salud (NIH) y la Autoridad de Investigación y Desarrollo Biomédico Avanzado (BARDA).

Pero ni la operación “Warp Speed” podrá tapar el hecho de que desde la llegada de la COVID-19 al país de las barras y las estrellas el primer mandatario se destacó por minimizar y subestimar la peligrosidad del virus, ofreciendo declaraciones falsas –“el virus desaparecerá mágicamente con el tiempo”–, recomendando medicamentos sin ningún tipo de respaldo médico, mostrándose públicamente sin mascarilla y organizando campañas con miles de participantes sin distanciamiento social ni medidas de bioseguridad.

Aunque Estados Unidos cuenta con más de 300 millones de habitantes y es uno de los principales centros turísticos del planeta, muchos sostienen que la irresponsable actuación de Trump y la atrasada respuesta contra el virus complicaron más aún la situación.

¿Existe algún ejemplo de gestión responsable ante el coronavirus? Quizás habría que mirar hacia Nueva Zelanda.

Foto: Joshua Roberts / TNS.

Sobre la crisis climática, se puede decir que Donald Trump no ha hecho absolutamente nada; o, al menos, nada innovador que permita un verdadero avance por la causa.

Desde que llegó a la Casa Blanca en 2016, Trump ha llevado una guerra contra las leyes y políticas ambientalistas que administraciones anteriores ejecutaron; en total, más de 60 marcos jurídicos dedicados a cosas puntuales como la reducción de emisiones de carbono, protección de la fauna o reducción de la polución, han sido víctimas del “regulatory rollback”; es decir, han sido derogadas, reducidas, eliminadas o abandonadas.

Trump no dice nada más allá de generar agua y aire más limpio para el país, al tiempo que sigue impulsando industrias nocivas para el ambiente y el uso de combustibles fósiles.

Mientras no evite las intensas emisiones de carbono y continúe sobre-explotando zonas protegidas en el ártico y demás, sus propuestas (ya insuficientes) no podrán plasmarse.

De más está decir que Trump ha sido demonizado por la comunidad científica, debido a la cantidad de veces en las que ha negado investigaciones, hechos y publicaciones científicas en declaraciones públicas.

A nivel internacional, el presidente decidió abandonar el “Acuerdo de París”, el tratado internacional más importante en relación al cambio climático, mientras su país se posiciona como el emisor de carbono más grande del mundo: para el 2017 emitieron 5.100 millones de toneladas métricas de dióxido de carbono, representando aproximadamente un 15% de las emisiones a nivel mundial.

Y no, la crisis climática no tiene nada que ver con ideologías: no es un movimiento de izquierda como muchos creen o dicen. Que algunos de sus impulsores se asocian con la izquierda en gran parte es distinto; pero esto último es producto de la poca acción que algunos sistemas capitalistas han hecho en favor del clima.

Afirmar que el cambio climático es un invento o un realismo mágico de la izquierda es vergonzoso. Igual de insensato es decir que el capitalismo es el enemigo máximo del cambio climático, cuando es bien sabido que al sistema capitalista le conviene el uso de mecanismos y energías que resulten sustentables con el tiempo.

Foto: Reuters.

La inmigración ha sido uno de los puntos más controvertidos durante toda la presidencia  de Trump. Las políticas impulsadas y sus declaraciones sobre el control del flujo migratorio son las principales razones por las que el presidente es tildado de xenófobo.

¿En qué se fundamentan estas acusaciones? ¿Sus planes para un segundo periodo son discriminatorios?

En principio, sobre el tema de la inmigración el republicano prevé para su reelección una lista de deseos que, de nuevo, despiertan el ojo de la crítica y los grupos étnicos de Estados Unidos.

Entre las propuestas más relevantes está el hecho de que se planea impedir que los inmigrantes en situación ilegal sean elegibles para recibir servicios públicos como la asistencia social y la atención médica; también se exigirá que los nuevos inmigrantes sean capaces de sostenerse económicamente.  

Cabe recordar que la mayoría de estas propuestas son planteadas bajo la falsa premisa y el ilógico prejuicio de que los inmigrantes destruyen la economía y le roban los espacios laborales a los estadounidenses. A pesar de que es una creencia fuertemente impregnada en el estadounidense nacionalista, los inmigrantes no le quitan los espacios a los nacionales, en principio porque no existe un número cerrado de oportunidades de trabajo incapaz de aumentar o disminuir.

Los inmigrantes impulsan positivamente a la economía creando nuevos trabajos, pagando impuestos y aumentando la oferta y demanda de bienes y servicios, según la Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU).

En conclusión, las políticas de Trump en materia migratoria irán destinadas a proteger su ideal de que las familias estadounidenses van primero y los intereses de la nación deben sobreponerse ante cualquier interés extranjero.

Pero, al final, es cuestión de hacer uso de las estrategias adecuadas para no dejar al margen a ninguna familia extranjera ni atentar contra los derechos humanos de cualquier persona que solicite la entrada al territorio, sobre todo cuando el republicano se enfrenta a una serie de flagelos que en 2018 le costó un descontento internacional sin precedentes: la innumerable cantidad de familias que fueron separadas, el tráfico de personas y la muerte de miles de extranjeros a causa de la devolución a sus tierras.

Foto: White House / Flickr.

Donald Trump es un líder con muchos altos y muchos bajos. No se puede obviar el hecho de que sus principales errores se centran en el manejo de discursos populistas, opiniones polémicas y algunas veces sin fundamento, así como su irresponsabilidad frente a los recientes movimientos sociales y el manejo de la pandemia.

Si Trump quiere mejorar la percepción que se tiene de él en un hipotético segundo mandato, deberá ser más responsable no solo con opiniones sino también con sus decisiones que afectan a 300 millones de habitantes.

También deberá hacer concesiones y sacrificios, sin menoscabar sus intereses, para ganarse el visto bueno de los grupos que demuestran un descontento con su gestión, para evitar nuevas revueltas que distorsionen el orden público y unir a una nación políticamente polarizada sin arriesgar los ideales estadounidenses tradicionales.

Aunque no estamos seguros de que eso sea lo que quiera Trump, empezando porque ha dicho que incluso podría no reconocer los resultados si no le favorecen.

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Eduardo Gutiérrez Bigott

Eduardo Gutiérrez es estudiante de Derecho de la Universidad Rafael Urdaneta y Activista en Derechos Humanos.

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