Desde hace algunos años, Neymar es una pieza más en el tablero de la geopolítica mundial. Su reciente renovación por el París Saint-Germain representa la prolongación de un proyecto deportivo unido indisolublemente a la agenda política catarí.
Neymar, el futbolista brasileño de extravagantes peinados, facilidad para el regate y con una capacidad para simular faltas equivalentes a las destrezas actorales de Eugenio Derbéz (en resumen, un provocador), se ha ganado a pulso el ser considerado unos de los mejores jugadores del mundo. Llevó al Santos de Brasil, su primer equipo, a ganar la Copa Libertadores (logro que no conseguían desde 1963 con Pelé); obtuvo en la temporada 2014-15 el triplete (Liga de Campeones, Liga Española y Copa del Rey) con el F.C Barcelona; y capitaneó al equipo sub-23 de la selección brasileña para su primera medalla de oro en los Juegos Olímpicos en 2016.
Con este palmarés, cualquiera querría tener al también segundo máximo goleador de la selección brasileña. Incluyendo al gobierno catarí.
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Los nacimientos de Catar y el Paris Saint-Germain (PSG) tienen una proximidad temporal.
Mientras que en 1970, en París se concretaba la fusión de los clubes Paris Football Club y Stade Saint-Germanois, en 1971, en el Golfo Pésico llegaba a su fin el llamado Imperio informal Británico, y con esto la independencia de Catar.
Ambos caminos se unirían en el 2011, cuando el emir catarí del momento, Hamad al Thani, adquirió el 70% de su paquete accionario (y el resto, un año después) del PSG, el club que alguna vez albergó a un joven Ronaldinho, que ganaría el Mundial de Corea-Japón en el 2002, el Balón de Oro en el 2005 y la Liga de Campeones en el 2006 con el Barcelona.
La proyección del emir en la compra de la entidad deportiva francesa, ayudado por el boom de los precios del petróleo y el gas entre 2002 y 2008, representó una pieza más en la articulación del poder blando catarí en la región.
¿El hombre que Hamad tomaría para liderar este proyecto? Nasser Al-Khelaïfi, tenista retirado en 2003, quien no solo funge como el presidente del equipo parisino, sino también como el hombre fuerte del gobierno catarí en la capital francesa.
En algún momento el entonces presidente francés Sarkozy, nombró a Nasser Al-Khelaïfi como el “árabe más querido de Francia”, mientras le guiñaba el ojo en uno de los palcos del Parque de los Príncipes.
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Joseph Nye, profesor de la Universidad de Harvard, en su libro “Bound to Lead: The Changing Nature of American Power” de 1990, definió al poder blando como “la capacidad de obtener lo que quieres a través de la atracción, en lugar de la coacción o el pago”.
La cultura, que de alguna manera hace convertir el amor por el anime en un interés genuino sobre la guerra de Corea, según Nye, es uno de los tres recursos sobre los cuales descansa el poder blando de un país.
Mostefa Souag, director de Al Jaazera, cadena televisiva fundada por Catar en 1996, resume toda esta filosofía en una simple frase: “Si se es un país pequeño y se requiere ser exitoso, no se necesitan barcos de guerra ni aviones, se necesita poder blando”.
Entonces básicamente el jeque Hamad, tras destronar a su padre en 1995, vio el fútbol como una herramienta poderosa en su empeño por modernizar y dar a conocer un país de 250.000 habitantes, que en el pasado había estado resignado a la irrelevancia de naciones vecinas como Bahréin y Omán.
Y se puede decir que la campaña para la exteriorización de Catar ha estado llena de muchas contradicciones, pero a la vez mucho dinero. Es un equilibrio de relaciones que lo hacen estar bien con Dios y con el diablo. Por ejemplo, poseen la mayor base militar norteamericana en la región, mientras estrechan lazos con la República Islámica de Irán; también han intentado regularizar relaciones con Israel, mientras es benefactor de Hamas y Hezbola, organizaciones terroristas en conflicto con Israel, con presencia en la Franja de Gaza y en el Líbano, respectivamente.
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La mayor escalada de tensiones en la región se dio cuando diversos países árabes el 5 de junio de 2017 anunciaron la suspensión de relaciones diplomáticas con Catar por su apoyo a grupos terroristas en la región como Al-Qaeda y el Estado Islámico.
En paralelo, el PSG pagaba la cláusula de recisión de Neymar. Nada más y nada menos que 120 millones por el jugador que SportsPro nombró atleta con más marketing en 2012 y 2013, y en 2017 ESPN lo citó como el cuarto deportista más conocido del mundo. También el que fue incluido en algún momento en la lista de la revista Time como una de las 100 personas más influyentes del mundo.
El fichaje de Neymar fue un “golpe comunicacional” en un momento duro para el gobierno catarí. Con dinero en mano, lograron que el mundo entero hablara del mayor traspaso en la historia del fútbol para ese momento.
Simon Chadwick, director de deportes en el Emlyon Business School, lo resumió así: “En un momento en el que quieren que el mundo hable mal de Catar, Doha se ha convertido en el foco de la mayor noticia del año en el deporte favorito del planeta”.
Por su parte, Mathieu Guidére, profesor de geopolítica árabe en París, dijo: “El fichaje de Neymar al PSG ha sido gestionado en la cúpula de Catar y ha servido, sobre todo, para desplegar una estrategia de comunicación que oculta a largo plazo el debate sobre cualquier otra cuestión, entre ellas la del apoyo al terrorismo”.
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La temporada 2020-2021, no fue la mejor para el PSG.
Hay que empezar hablando del subcampeonato que obtuvieron en la liga francesa, donde no deberían tener rival y que, además, perdieron contra el Lille, cuya estrella, Burak Yilmaz, es uno de los pocos turcos no afines a la política regional catarí.
Asimismo, la eliminación en semifinales de la Liga de Campeones, a pesar de llegar a una final el año pasado, y la aparente salida de su otra estrella, Kylian Mbappé, al Real Madrid, podrían poner la guinda al pastel.
Pero en Catar saben jugar. Y por ello, ya han fichado al histórico capitán del Real Madrid y la selección de España, Sergio Ramos, junto a otro par de jugadores élites, a los que se les podría sumar Pogba y un tal Cristiano Ronaldo.
Mientras tanto, con la renovación, Neymar prácticamente rejuveneció un proyecto político, que también tendrá en su vitrina la próxima Copa del Mundo, en medio de denuncias de violaciones a los derechos humanos, realizadas incluso por estrellas mundiales. El brasileño jugará con una de las selecciones candidatas a ganar el título, a pesar de haber perdido recientemente la Copa América frente a su amigo Lionel Messi.
Fuente: La esfera pública árabe y las relaciones exteriores de Catar desde 1995. Viramontes, foro internacional (FI) LIX, 2019, núm. 1, cuad. 235, 11-46.
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