En los últimos 30 años Chile, como bien es sabido, ha tenido un progreso nunca visto por ningún país latinoamericano; progreso evidenciado en todos los índices de calidad de vida, como el de desarrollo humano, donde esta nación se posiciona de primero en Latinoamérica. La consecuencia de esto son las medidas económicas que se llevaron a cabo en el país desde el gobierno de Patricio Aylwin en los años 90.
Sin embargo, en la última década la nación se ha visto afectada por ideas populistas y banales, lo que obviamente ha provocado que la confianza en las instituciones y en la justicia se vea disminuida, lo cual a su vez se convierte en un problema bastante complejo para solucionar, al menos en el corto plazo.
El “caso Caval”, por dar un ejemplo, hizo que la población se diera cuenta de la corrupción latente que hay en el país, luego de que al hijo de la expresidenta, Michelle Bachellet, se le acusara de aprobársele un crédito por más de $10 millones de dólares.
Esta desconfianza en las instituciones y el nivel de ineficacia e ineptitud por parte los gobiernos, además de la falta de incentivos por parte de la sociedad civil para informarse y tener pensamiento crítico, han provocado que Chile esté dejando la prosperidad por la miseria, similar a la que tienen algunos países vecinos; y sin duda llegará un punto en el que será muy difícil retornar el buen camino.
Según The Economist, Chile en 2019, posterior al estallido social del 18 de octubre, llegó a ser una democracia plena; pero ya para el 2022 volvió a ser una democracia defectuosa.
En un período de dos años Chile tuvo 7 elecciones, pero esto no aumentó la calidad de nuestra democracia, por diversos motivos: baja participación ciudadana; poca confianza en el gobierno de turno y sus instituciones; además de una profunda polarización que ha experimentado el país en el último año, enfrentados en dos polos opuestos, con Gabriel Boric representando una izquierda radical, y José Antonio Kast, con su conservadurismo del siglo XX.
El hecho haber tenido siete elecciones en dos años (y pronto iremos a una octava), es un claro ejemplo de que sólo con elecciones no es suficiente. Hay un sector político que afirma que sí y pone a Venezuela como ejemplo: no es una dictadura porque tiene elecciones; por lo tanto, es una democracia.
Pero no hace falta mucho esfuerzo para saber que un sistema democrático no se construye solo con elecciones; que hace falta más que eso: como instituciones libres y separación de poderes lo que, por ejemplo, no hay en el país gobernado por Nicolás Maduro.
No somos Suiza, ni tampoco los países nórdicos. Y no vamos a llegar a ser como ellos si seguimos con esta cultura poco democrática y con poca disposición de diálogo. El mejor de los ejemplos lo podemos ver en la Convención Constituyente que se está llevando a cabo: hace unas semanas se hizo unas votaciones para que algunas iniciativas populares sean discutidas y votadas por los constituyentes, para que se incluyan en la redacción de la nueva Carta Magna. Algunos ejemplos de las iniciativas más votadas son “Con mi plata NO”, relacionada con la seguridad social y el sistema de pensiones que tiene Chile, teniendo así la precaución de que el Estado no expropie estos ahorros que le pertenecen a la fuerza trabajadora. También está la iniciativa “Libre derecho sobre la propiedad privada”, la cual es tan importante para asegurar la libertad y la democracia, pero fue rechazada por los convencionales: 7 votos a favor, 24 en contra y 2 abstenciones.
Y un tema no menos importante que afecta, sobre todo a los más pobres, es la inflación. Como dijo Ignacio Briones, ex ministro de hacienda: “aumento de la inflación es muy mala noticia (…) 3/4 por razones internas y más del 50% por demanda y boom de consumo por exceso de liquidez. Los ‘terraplanistas de los retiros’ seguirán negando la evidencia”.
En esto último hizo referencia a la irresponsabilidad de algunos sectores que no quieren admitir que los retiros del 10% de los ahorros previsionales han sido un claro efecto de la inflación que estamos experimentando: arriendos más caros, gasolina aumentando su precio cada día, así como también el precio de los productos de la canasta básica.
Teniendo en cuenta todos estos apuntes y sabiendo que hay otros más, es cuando se entiende porqué Chile pasó de ser una democracia “plena” a una “defectuosa”. Si bien no llegamos a un punto bajo como otros países de Latinoamérica, los hechos demuestran que, si seguimos por este mismo camino, en el mediano plazo no nos vamos a diferenciar mucho de Bolivia, Argentina o Venezuela. Y es preocupante porque, parafraseando a Lucia Santa Cruz, si la democracia sigue fallando lo que se pierde son los derechos, la libertad y la justicia.
Llegar a ser una democracia plena no es el fin último, como decía Friedrich Von Hayek. “La democracia es esencialmente un medio, un instrumento utilitario para salvaguardar la paz y la libertad individual”.
El único fin es la libertad: todo lo otro son solo medios para lograr el fin, ser libres, y, por lo tanto, felices según nuestro propio proyecto de vida.
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