Bufones, mentirosos y peligrosos. Aunque todos tienen como trabajo defender dictaduras acusadas por organizaciones internacionales de violar los derechos humanos de miles de ciudadanos, no todos los reyes de la propaganda actúan igual.
Mientras unos manipulan informando sólo lo que les conviene, otros fabrican mentiras fácilmente comprobables y están lo que ejercen un activismo agresivo que incluye burlas, ataques y amenazas directas contra opositores.
Hilos de América analizó los perfiles de Inna Afinogenova, Max Blumenthal y Pedro Carvajalino, tres propagandistas cuyo único propósito es defender lo indefendible, mientras acusan a Estados Unidos y la CIA de todo lo malo que ocurre sobre la faz de la tierra.
La emperatriz
El 25 de enero de 2019 Inna Afinogenova utilizó su Twitter para contestar a miles de usuarios que desde Venezuela la criticaban e insultaban por burlarse de la juramentación de Juan Guaidó como presidente encargado de Venezuela, quien fue reconocido casi de inmediato por más de 50 países que cuestionan la legitimidad de Nicolás Maduro.
En sus mensajes reconoció ser “consciente” de que la situación en Venezuela no estaba nada bien, pues según ella tiene amigos y compañeros en suelo venezolano “que no lo están pasando precisamente bien”.
“Suerte para los que piensan que la situación va a mejorar con medidas de calado como esta (la juramentación de Guaidó). Y se la deseo de verdad, porque quiero que a Venezuela le vaya bien”, escribió.
Luego, casi como una confesión, afirmó que en su vídeo sobre Guaidó no hablaba sobre “las políticas de Maduro” y resaltó que no comentaba “sobre si lo hace bien o mal”.
“Por el momento, las amenazas e insultos les han dado escaso resultado. Prueben a hablar y a analizar y a pensar de forma crítica. Quizás les ayude. De nuevo les deseo suerte en eso”, agregó. Afinogenova aplica una estrategia made in Rusia: su objetivo es criticar y señalar a Occidente, más que hablar bien de Rusia u otros regímenes totalitarios. De esta forma se concentra en los errores de los países democráticos –que por supuesto que los tienen–, mientras se hace la vista gorda con respecto a los crímenes de los líderes totalitarios.
Mikail Zygar, fundador de la televisión independiente Dozhd, resume la filosofía del Kremlin de la siguiente forma: «La televisión rusa no sugiere que los líderes rusos son mejores o menos corruptos, o más honestos y justos, que los líderes occidentales. Más bien, dice que todo es lo mismo en todas partes. Todos los políticos del mundo son corruptos -basta mirar a las revelaciones en los Papeles de Panamá. En todos lados, los derechos humanos son violados -basta mirar a lo que hacen los policías estadounidenses a la gente negra. Todos los atletas se dopan. Todas las elecciones son manipuladas. La democracia no existe en ningún lado, así que ríndanse».
Esta estrategia ha conseguido que, por ejemplo, RT en Español consiga premios internacionales, como los seis galardones que recibió en 2010 en Promax/BDA Latinoamérica, un prestigioso concurso latinoamericano en el ámbito de la mercadotécnica y el diseño de televisión.
Ben Nimmo, investigador del Atlantic Council, explicó a El País que el interés de Rusia por Latinoamérica se debe al resentimiento que siente Putin por las alianzas de Estados Unidos en la esfera de influencia rusa. “Es un contraataque. Rusia cree que Estados Unidos interfiere en su órbita y la reacción es hacerle lo mismo”.
Otra caso similar al vídeo de Guaidó, pero mucho más polémico, ocurrió cuando Afinogenova analizó las noticias acerca del asesinato de Óscar Pérez, un policía que se sublevó contra la dictadura de Nicolás Maduro y que fue asesinado por las fuerzas de seguridad del Estado el 15 de enero del 2018.
Según ella, la prensa manipulaba las noticias para hacer ver a Pérez como un héroe. Pero no emitió ningún comentario sobre cómo el policía rebelde juntos a sus compañeros fueron masacrados y atacados con lanzagranadas, incluso después de dejar constancia en vídeo de que se rindió y pidió su legítimo derecho de ser juzgado por fiscales de la nación.
Haciendo un ejercicio parecido al de Afinogenova, valdría la pena preguntarse si ella hubiese hecho la misma cobertura si el asesinato era ejecutado por el Gobierno de Estados Unidos.
Afinogenova, quien tiene un pasado del que poco se sabe y ha posado en foto con líderes de la izquierda mundial, tiene una manera de comunicar ácida, atractiva y divertida, con lo que consigue que su propaganda sea citada incluso por aquellos medios que son considerados libres. Por eso es quien tiene más alcance y aceptación de esta pequeña lista analizada por Hilos de América.
En su biografía de Twitter afirma que es experta en injerencia. Es irónico, porque aunque obviamente es sarcasmo, puede que esta sea la única afirmación en la que no esté mintiendo o manipulando.
El ex enemigo de Al Asad
En 2011 Max Blumenthal pensaba que Bashar Al Asad era un asesino. De hecho, escribía denuncias desde Siria sobre las atrocidades cometidas por el terrible dictador. Cuatro años después asistía a eventos de lujo organizados por personas pro-Assad, se sacaba selfies junto a sitios de tortura en el Medio Oriente y negaba que Assad fuese un asesino.
Joshua Collins, periodista independiente y fotógrafo con sede en Colombia, publicó un minucioso artículo donde desarma a Blumenthal, quien es hijo de un adinerado asesor de Clinton y dirige un periódico de propaganda pro-izquierdista llamado Grayzone, cuya cobertura es ampliada por otros medios como RT o Telesur.
“Los mentirosos profesionales, los teóricos de la conspiración y los fanáticos anticuados han existido desde los albores de la civilización, pero en una era digital donde los clics son impulsados por la indignación y los titulares sensacionales, estos malos actores se encuentran en posesión de un megáfono con alcance global que nunca antes había tenido visto en la historia humana”, advierte Collins.
Con vídeos publicados desde zonas privilegiadas de Caracas, Blumenthal intentó demostrar que la crisis económica venezolana era una mentira fabricada por el Departamento de Estado de Estados Unidos.
En uno de los materiales audiovisuales incluso se burlaba de empleados de centros comerciales utilizando un mal español; empleados que en promedio no ganan más de 10 dólares al mes por su trabajo. Y aunque su contenido acerca de Venezuela puede resultar ofensivo para quienes padecen en carne viva el hambre y la hiperinflación que azota a la nación latinoamericana, su labor en Nicaragua ha sido mucho peor.
La comisión Interamericana de Derechos Humanos publicó que el régimen de Daniel Ortega había «usado armas letales contra niños y estudiantes». Además, había detenido arbitrariamente a cientos de manifestantes pacíficos que posteriormente habían sido expuestos a un trato que equivalía a tortura, incluidas palizas en masa y amenazas de muerte, asalto sexual y abuso psicológico.
En paralelo, Blumenthal y el equipo de Grayzone retrataban a Ortega como un héroe, dando plataforma a sus denuncias de que los estudiantes que protestaban no eran un movimiento de protesta legítimo, sino más bien un frente de la CIA.
“Antes de que Grayzone dejara Nicaragua, atacarían a una serie de periodistas y manifestantes que presentaron informes que no se ajustaban a su narrativa preconcebida. Representaron erróneamente a un joven manifestante que lanzó un video de la policía asesinando a sus compañeros que se volvió viral. Más tarde fue capturada por la policía y forzada a grabar una ‘confesión’ obtenida bajo tortura estatal”, escribió Collins.
De chistes miserables y conspiraciones
Días después de que Juan Guaidó apareciera en las calles de Caracas junto al entonces preso político Leopoldo López y un grupo de militares rebeldes con quienes activaría la llamada “Operación Libertad”, Pedro Carvajalino encaró al líder opositor dentro de la sede de la Asamblea Nacional venezolana para burlarse de él mientras lo grababa en vídeo.
Aquel 30 de abril, cuando fracasó el levantamiento militar contra el régimen de Nicolás Maduro en las inmediaciones de la base área La Carlota, se hizo viral una fotografía donde se observaba una cesta con plátanos que los militares sublevados tenían junto a sus armas. Carvajalino tomó este detalle para preguntarle a Guaidó que cuántos plátanos usaría en el próximo intento de golpe de Estado.
Venezuela es ese país donde un provocador pseudoperiodista puede ingresar libremente al Parlamento, con complicidad de guardias, para gritarle casi de manera desquiciada al tipo que más de 50 países reconocen como presidente encargado, que lo van a meter preso.
Carvajalino se dio a conocer en el programa Zurda Konducta, que trasmite el canal del Estado venezolano. Desde allí, junto a sus compañeros, suele burlarse de presos y perseguidos políticos, mientras desacredita el trabajo de organizaciones que defienden los Derechos Humanos o de la prensa libre.
También utiliza sus redes sociales para burlarse de quienes lo critican. En alguna oportunidad hizo una publicación en su Twitter donde sostenía una costosa botella de Whisky, acompañado de un mensaje que decía “sufran escuálidos”, uno de los tantos insultos que utilizaba el fallecido líder de la Revolución Bolivariana, Hugo Chávez, para referirse a sus adversarios.
Carvajalino hizo este “chiste” en un país donde millones de venezolanos han huido de la crisis económica y donde el salario mínimo no supera los 10 dólares, por lo que un venezolano promedio debería trabajar varios meses para poder comprar la botella con la que él posaba sonriendo en la foto.
A diferencia de Inna Afinogenova y Max Blumenthal, Carvajalino parece poco interesado en convencer al mundo que tiene credibilidad. Quizás por eso es uno de los coordinadores de propaganda y contra-propaganda del comando de campaña Bolívar-Chavéz, del Gran Polo Patriótico.
Pero eso no es todo.
En diciembre de 2019 el Gobierno boliviano afirmó que tanto Carvajalino, como su compañero en Zurda Konducta, Oswaldo Rivero, tenían presuntos vínculos con narcoguerrilleros y que tenían el objetivo de desestabilizar gobiernos en la región.
Según el Gobierno altiplánico, ambos habrían participado en hechos violentos registrados en Bolivia, tras la renuncia de Evo Morales a la presidencia.
La investigación de la Fuerza Especial de Lucha contra el Crimen de Santa Cruz indicaba que Carvajalino ingresó a Bolivia el 13 de octubre de 2019 y que lo habría hecho junto a Facundo Morales Schoenfeld, alias “Camilo”, quien es señalado de ser miembro activo de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).
El ministerio de Gobierno de Bolivia realizó además un diagrama de la presunta puesta en marcha de un “plan conspirativo” del cual Carvajalino formaba parte y que era impulsado por organizaciones vinculadas a Álvaro García Linera, mano derecha de Evo Morales.
Sin propaganda no hay paraíso
Inna Afinogenova, Max Blumenthal y Pedro Carvajalino, al igual que otros propagandistas, no forman parte del primer anillo de decisiones de los regímenes totalitarios señalados de violar derechos humanos tanto en América como en el resto del mundo. Pero están dispuestos a negarlo todo. Queda en evidencia que la propaganda y sus actores son un elemento indispensable para las dictaduras del siglo XXI.
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