No sabía que decirle a su madre.
En sus 14 años como futbolista profesional, el venezolano Emilio Rentería, que había jugado en Venezuela, Estados Unidos y Uruguay, jamás había sufrido insultos racistas. Pero en noviembre de 2014, unos fanáticos del Deportes Iquique de la primera división de Chile lo hicieron llorar. Después de que anotara un gol, no pararon de gritarle “mono” y “negro de mierda”, hasta que lo quebraron. Por primera vez en la historia del fútbol chileno, un partido fue suspendido por el árbitro debido a insultos racistas.
“Me llamó mi madre después de enterarse de lo que ocurrió y no sabía qué decirle”, dijo Rentería en entrevista para la BBC en aquel momento, cuando tenía 29 años. Días después del incidente, la Asociación Nacional de Fútbol Profesional del Chile anunció que serían “implacables” contra el racismo y sancionaron a Deportes Iquique.
No paraba de recordar este caso el domingo 22 de mayo mientras veía el lamentable partido entre el Real Madrid y el Valencia de la liga española, en el que Vinícius Jr., la súper estrella del madridismo, lloró de impotencia mientras recibía ataques racistas de cientos de fanáticos del equipo rival.
Como quedó en evidencia con Rentería hace casi 10 años, nadie está preparado para recibir ataques de odio con saña y maldad. No se entrena para eso. No existe una fórmula.
A Vinícius le llamaron maldito mono y le pidieron que se fuera a vivir a un zoológico antes de pisar la cancha. Un grupo de fanáticos coreaban con una aparente alegría y perversamente coordinados, que Vinícius era un mono mientras el equipo merengue llegaba en autobús a las instalaciones del estadio Mestalla.
Con cierta alarma y asombro tuve que leer los comentarios en redes sociales y grupos privados de parte de personas a quienes respeto mucho y considero inteligentes, sobre por qué Vinícius era el responsable de recibir estos ataques. Justificaciones insólitas sobre por qué las presuntas provocaciones del brasileño son la causa de estas acciones grotescas y lamentables. Que si él no fuese como es, estas cosas no pasarían.
Como si fuese justificable. Como si fuese válido decir “no soy racista, pero…”. Como si en el racismo existieran peros válidos. Como si bailar con picardía o hacer un gesto que de alguna manera puede resultar ofensivo, convirtiera a una persona supuestamente normal, en un racista desquiciado. Como si las actitudes de Vinícius funcionaran como una especie de interruptor que encendiera dentro de las personas el combustible de una creatividad racista que los hiciera juntar las palabras Vinícius y simio, para crear “Simicius”. Como si las personas en Mestalla no eran racistas, sino que Vinícius es tan insoportable y malvado, que los convirtió en racistas. Su solo presencia en el campo es tan molesta que ha sacado lo peor de esas personas. El culpable es Vinícius, no un grupo de personas que cree que está bien atacar de manera organizada a un jugador de 22 años hasta romperlo emocionalmente. Y alegrarse de ello. Celebrar que ha llorado. Celebrar que lo que le han gritado con tanto fervor por fin lo afectó. Como si fuese un trofeo.
Bastante trabajo han hecho las organizaciones de la sociedad civil y feministas del mundo para dejar en claro que cuando una mujer es violada, de ninguna manera es culpable de la violación, como para que ahora sea necesario explicar que una víctima de racismo no es culpable. Que una víctima de racismo solo es víctima.
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Vinícius Jr. le costó al Real Madrid 45 millones de euros y sus primeras actuaciones generaron ciertos cuestionamientos ante su aparente precio elevado, pues no parecía que su rendimiento valiera lo que pagaron.
Pero esas son cosas netamente futbolísticas. Lo que llama la atención sobre su caso, es la campaña desproporcionada y sin sentido que diversos medios españoles, streamers o incluso futbolistas profesionales, montaron contra él.
Llevo viendo fútbol con intensidad desde el año 2002 y jamás vi tanta atención y odio hacia un jugador tan joven, solo porque le costó adaptarse al fútbol de élite. Programas de gran alcance, como El Chiringuito de Jugones de Josep Pedrerol, montaban especiales enteros para hablar sobre él, donde algunos de sus peculiares presentadores se burlaban con saña del joven futbolista, que para ese entonces era nuevo en España y evidentemente no comprendía mucho la lógica de estos programas con presuntos expertos sobre fútbol, que buscan con desespero generar rating.
Cristóbal Soria ha sido uno de los más activo en los ataques contra Vinícius. En El Chiringuito, donde su función parece ser más la de un bufón que la de un analista calificado, ingresó en alguna oportunidad al set de televisión vestido con un traje de baño, para montar una parodia en la que insinuaba que Vinícius fingía las faltas que le cometían los defensas rivales. Que no era cierto que lo agredían con frecuencia.
Sus ataques han trascendido el programa deportivo hasta las redes sociales. De hecho, este domingo, tras el juego del Real Madrid contra el Valencia en el que Vinícius fue atacado sin piedad por racistas, publicó un lamentable tuit en el que afirmaba que un jugador como él no merecía estar en un “club histórico y centenario”, pues “manchaba” su escudo “en todos los campos de la liga española”.
La publicación la acompañó de unas fotos en las que Vinícius aparece haciendo el número dos con su mano, como una referencia al hecho de que el Valencia casi desciende a la segunda división del fútbol español. Intencionalmente ignoró el contexto del gesto de Vinícius, pero debajo de su tuit la propia plataforma de Twitter agregó el siguiente enunciado: “Los lectores añadieron contexto que consideraron que tal vez otras personas quieran saber: Vinícius Jr. fue sometido a insultos racistas por la afición de Mestalla. Ancelotti (entrenador del Real Madrid) pidió al árbitro parar el partido”.
Soria, en lugar de borrar la publicación, horas después retuitió su propio tuit para darle más alcance. El tuit superó las 20 mil respuestas y la mayoría de ellas son de personas criticándolo y acusándolo de ser parte del problema del racismo en España.
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Ya Vinícius no es aquel joven del que se cuestionaba su precio. Hoy por hoy, y después de años de esfuerzos, es sin ningún tipo de discusión uno de los mejores jugadores del mundo.
La temporada pasada participó en más de 40 goles, entre goles y asistencias, y ganó la liga española, además de la Champions League, el torneo de fútbol más competitivo del mundo, siendo decisivo ante potencias futbolísticas como el PSG (de Messi y Mbappé), Chelsea, Manchester City y Liverpool. Incluso, Vinícius anotó el gol de la victoria en la final europea que le dio a su equipo su trofeo número 14. En la presente temporada salió campeón de la Súper Copa de Europa, Mundial de Clubes y Copa del Rey, siendo figura en cada uno de estos torneos.
Este contexto es importante para entender en qué momento pasaron de llamarlo “malo” a llamarlo “mono”. Y Vinícius, como muchos otros futbolistas, tiene las habilidades necesarias para contestar a los insultos con su talento.
Por ejemplo, Raúl González Blanco, uno de los futbolistas más emblemáticos de la historia del Real Madrid, solía hacer con sus dedos el gesto de silencio a las gradas rivales, cada vez que marcaba un gol en un ambiente hostil. Cristiano Ronaldo popularizó un gesto con las manos pidiendo “calma” a los fanáticos del Barcelona con una cierta soberbia, luego de que, en un partido de la liga española entre el Real Madrid y el Barcelona en el Camp Nou, el portugués fue recibido en el calentamiento previo con gritos como “Cristiano muérete”, “portugués de mierda” y “maricón”.
Uno de los más famosos y recientes gestos de contestación hecha por jugadores, fue el que protagonizó Lionel Messi en el mundial de Catar 2022: luego de anotarle un gol a Holanda, puso sus manos en las orejas en dirección al entrenador del equipo contrario, Louis van Gaal, como respuesta a los comentarios un tanto polémicos que éste hizo en contra del argentino en la previa del encuentro.
La manera particular que encontró Vinícius para hacerle frente a los ataques que ha recibido, es bailando. Por eso lo llaman “provocador”, porque cuando es insultado y logra marcar algún gol, termina bailando, algo que es normal en futbolistas brasileños y africanos, pero que en él ha resultado un problema.
En septiembre de 2022, la estrella de Brasil, Neymar, lanzó una campaña a favor de que Vinícius bailara sin ser cuestionado. Días antes, precisamente en el Chiringuito, Pedro Bravo, uno de sus invitados, había dicho que Vinícius tenía que dejar de bailar y “de hacer el mono”. Cuando otro de los comentaristas le exigió respeto para el jugador porque se refería a una persona y no a un mono, éste le contestó: “si es persona, los demás también”.
A la campaña de Neymar se unió el mismísimo Pelé, quien publicó en sus redes sociales: “El fútbol es alegría. Es un baile. Una verdadera fiesta. Aunque el racismo aún exista, no permitiremos que nos impida seguir sonriendo. Y seguiremos luchando contra el racismo de esta manera: luchando por nuestro derecho a ser felices”.
El comentario de Bravo llegó días antes de un enfrentamiento entre el Real Madrid y el Atlético Madrid en el estadio de este último. Para ese partido, los ultras del Atlético colgaron en un puente un muñeco de un mono con la franela de Vinícius.
Pero el partido ante el Valencia fue la gota que derramó el vaso en este largo contexto de agresiones ante el futbolista del Madrid: esta vez Vinícius no se controló y encaró a algunos de los fanáticos del Valencia que hacían gestos de mono en dirección hacia él, por lo que pidió que el árbitro activara el protocolo antirracismo y detuviera el juego. Pero no lo hizo.
Posterior al partido, Vinícius hizo unas publicaciones en sus redes sociales en las que afirmó: “No fue la primera vez ni la segunda, ni la tercera. El racismo es normal en La Liga”.
“La competición lo considera normal, la federación también y los rivales lo fomentan”, agregó el brasileño cuyo caso acumula 10 denuncias esta temporada.
Lo insólito del caso trasciende a lo político: Borja Sanjuan Roca, portavoz del PSOE en Valencia, publicó en su Twitter que Vinícius no había sufrido ningún insulto racista durante el partido y que era una “vergüenza para el fútbol”.
Al ser entrevistado en televisión, sostuvo que habían sido unos pocos quienes habían insultado a Vinícius y posteriormente compartió en su Twitter el mensaje de una persona que llamaba “maleducado” al jugador brasileño.
En una lamentable respuesta, Javier Tebas Medrano, presidente de la liga española, lejos de ponerse del lado de Vinícius como víctima, le pidió que no se dejara “manipular” y que se “informara” antes de criticar a la liga. Su tuit recibió tantas críticas como el de Cristóbal Soria. El escritor del libro Bajo una misma estrella, John Green, le respondió: “Javier, estoy aprendiendo español para poder comunicarme directamente contigo. Avísame si dije esto bien: Mi hermano en Cristo, cierra la puta boca”.
Eduardo Paes, alcalde de Río de Janeiro, fue mucho menos sutil al responderle: “vete a la mierda hijo de …. @Tebasjavier quieres culpar a la víctima imbécil?”.
La respuesta de Tebas deja en evidencia cómo la liga española no ha sido lo suficientemente dura al combatir el racismo, pues el caso de Vinícius no es el único grave de los últimos años.
Diakhaby, jugador del Valencia, recibió insultos racistas de un futbolista del Cádiz en 2021, durante un partido donde sus compañeros abandonaron el campo momentáneamente en señal de protesta.
Pero la liga española respondió que tras analizar “los archivos audiovisuales disponibles”, no encontraron ninguna muestra de que Diakhaby fuera llamado “negro de mierda”.
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Vinícius no le debe nada al Real Madrid.
Lo que pagaron por él, ya lo regresó con goles, asistencias y talento. No tiene por qué seguir soportando insultos racistas pues, si quisiera, mañana mismo se podría ir al equipo que le diera la gana lejos de España. No hay ningún equipo europeo importante que no quisiera tenerlo en sus filas ahora mismo.
Pero parece que el problema, al final, es que Vinícius es demasiado bueno para una liga que no lo ha querido proteger, ni parece tener la voluntad de hacerlo en un futuro. Su postura es casi humanitaria. “Tengo un propósito en la vida y si tengo que sufrir más y más para que las generaciones futuras no pasen por situaciones similares, estoy listo y preparado”, escribió en su Twitter para expresar lo conmovido que estaba porque el imponente Cristo Redentor de Brasil apagó sus luces en solidaridad con él.
Ojalá no siga sufriendo. Pero eso sí: que siga bailando.
2 comentarios en «Vinícius o cómo las víctimas del racismo son culpables»
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