Simón está en boca de todos. Lo ha estado desde hace algunos meses, cuando obtuvo seis premios -incluido el de Mejor Película- en el Festival de Cine de Mérida, mientras corrían rumores sobre los supuestos intentos del poder venezolano por apresar a su director, quien reside en Estados Unidos.
El nombre de la película establece una particular metáfora entre Simón Bolívar, libertador de cinco países latinoamericanos, y un joven líder del movimiento estudiantil que es apresado, torturado y empujado al exilio por su participación en las protestas del año 2014.
La historia intenta cubrir todas las bases y todos los estados sentimentales de la migración venezolana. Simón (interpretado por Christian McGaffney) desea pedir el asilo, mientras que Chucho, su mejor amigo (papel que recae en el tiktoker Roberto Jaramillo) lo interpela y le recuerda cuánto sufren los colegas de la “organización” que siguen en el país, y cuyas vidas contrastan con la relativa tranquilidad y estabilidad que ofrece Estados Unidos.
A lo largo de la película se muestran personajes como Helena (Prakriti Maduro), quien ayuda a Simón porque se dedica a recolectar artículos como cobertores, colchones y ropa para los migrantes en situación de riesgo. También aparece Melissa (Jana Nawartschi), una estudiante de Derecho que toma un particular interés en Simón y comienza a ayudarlo con su solicitud de asilo.
Mucho ruido, pocas nueces
La historia de Vicentini (quien también escribió el guión) pierde fuerza en puntos clave. La tragedia de Simón y los dolorosos recuerdos que conserva de su país no fueron suficientes para lograr un largometraje de hora y media, y es entonces cuando el escritor recurre a una subtrama vinculada con un cargamento de insulina que se debe enviar a Venezuela, y que es robado en el proceso. La resolución de este conflicto es abrupta y, lejos de enfatizar la precaria situación de Simón, la diluye.
Otro factor que le resta puntaje a Simón es la actuación del elenco que, salvo por la aparición de Franklin Virgüez como el sanguinario Coronel Lugo, se mantiene en un rango coral promedio y frío.
Camino a la censura
El 5 de septiembre de 2023, el medio Tal Cual publicó una nota afirmando que el poder judicial venezolano estaba tratando de evitar el estreno de Simón. Esta información se basó, a su vez, en otra publicada por el portal Venezuela News, y que actualmente se encuentra eliminada. El artículo explicaba que un abogado llamado Gabriel Constanzo habría introducido una demanda alegando que Simón hacía apología del delito e incitaba al odio.
Pero la película, más allá de estrenarse, se posicionó como la tercera opción más taquillera en la cartelera venezolana con 5.967 entradas vendidas, según cifras manejadas por la Asociación de la Industria del Cine (Asoinci A.C.).
Con un lenguaje explícito, imágenes de archivo tomadas de transmisiones conjuntas de radio y televisión y alusiones directas a quienes ostentan el poder en Venezuela, la gran pregunta sobre Simón es: ¿por qué no ha sido censurada?
Los antecedentes
Después de todo, hay películas venezolanas que han sido vetadas por alusiones menos graves. Un claro ejemplo es El Inca, película de Ignacio Castillo Cottin sobre la vida del boxeador Edwin “El Inca” Valero, y que en su tercera semana ya se había convertido en el largometraje venezolano más visto de 2016, con un total de 14.258 espectadores.
Pero el 13 de diciembre, el juez Salvador Mata García firmó una medida cautelar ordenando la salida inmediata de la película de las salas de cine. La decisión se basó, según lo registrado por la ONG Espacio Público, en un amparo constitucional introducido por la familia del pugilista, alegando que la película atentaba contra su honor y vida privada.
El gobierno venezolano, a través del Centro Nacional Autónomo de Cinematografía (Cnac), también ha impedido el estreno de películas que maltrata la imagen oficial. Es el caso de Infección, un film de en el que el cineasta Flavio Pedota inserta una epidemia de zombies en un país que ya atraviesa una crisis humanitaria compleja, en la que se usaban imágenes de la Policía Nacional Bolivariana (PNB) y de la estatal petrolera Petróleos de Venezuela (Pdvsa).
Simón y el futuro
Es difícil predecir qué ocurrirá con una película estrenada en un país donde nadie puede predecir, con mucha certeza o convicción, lo que ocurrirá después.
Hay suposiciones, por supuesto. Permitir que Simón continúe su estadía en la cartelera venezolana ayuda a preservar una cierta apariencia democrática, de cara a mantener negociaciones fructíferas con el gobierno de Estados Unidos y perseverar en el levantamiento de sanciones económicas.
Con los ojos de instancias internacionales puestos sobre Venezuela y unas primarias opositoras en camino, es mucho más beneficioso para el gobierno venezolano dejar correr Simón, dejar que hablen los analistas, y dejar sin efecto cualquier teoría -bien fundamentada- sobre su posible censura.
En condiciones normales y saludables para cualquier país e industria ¿Simón hubiese destacado particularmente por sus actuaciones, diseño de producción o historia? Lo pongo en duda. Su principal valor es testimonial: sus denuncias están registradas en los informes de quienes investigan los crímenes de lesa humanidad cometidos en Venezuela durante los últimos 25 años.
Simón es una denuncia hecha película. Una película valiente, y nada más.