Lucas Magnin es el autor de Teología Pop, un libro que junto a su canal de Youtube ha reinventado la forma de contar el evangelio con el estilo y el ritmo de los tiempos que corren. En esta entrevista para Hilos de América, hablamos sobre este y otros temas.
Por lo general, muchas personas creyentes no se preguntan sobre el contexto o la veracidad de los eventos que narra la biblia. En tu caso, ¿cómo llegaste a reflexionar sobre la fe?
He llegado a reflexionar sobre la fe como parte de un camino profundamente existencial. Crecer en una familia creyente, con padres que son pastores y misioneros, hizo que la fe y la Biblia siempre estuvieran presentes en mi vida cotidiana, en las relaciones familiares y en el entorno en el que me formé. Sin embargo, en mi caso, la fe no fue algo automático ni impuesto, sino un proceso que requirió madurez y, muchas veces, crisis de fe.
Estas crisis surgieron en gran medida a medida que ampliaba mis horizontes y comenzaba a interactuar con otros mundos: la ciencia, la filosofía, la cultura, el arte. Todos ellos, en algún momento, parecieron entrar en conflicto con mis creencias, desafiándolas y cuestionándolas. Sin embargo, esas mismas tensiones me llevaron a encontrar algo invaluable: puentes. He aprendido a tender puentes entre la fe y esas áreas que, en un principio, parecían opuestas.
Este camino, aunque difícil y complejo, me ha permitido salir de las crisis de fe fortalecido, con una comprensión más rica y profunda de lo que significa creer. Para mí, la fe no es un refugio subjetivo ni ese “opio de los pueblos” del que hablaba Marx. Más bien, es una forma de darle sentido al mundo, de incluir una dimensión trascendente en la realidad sin desconectarla de la razón, la ciencia o el arte.
¿Cuáles son tus libros preferidos del viejo y del nuevo testamento?
Como literato y teólogo, mi lectura de la Biblia siempre incluye una dimensión literaria, además de la espiritual. Es difícil elegir un solo libro, porque diferentes momentos de mi vida de fe han sido marcados por distintos textos. Sin embargo, si tuviera que quedarme con uno del Antiguo Testamento y uno del Nuevo Testamento, diría que mis favoritos son:
Génesis y el Evangelio de Juan.
Génesis me parece una auténtica joya literaria. Contiene una riqueza narrativa impresionante, llena de claves que no solo iluminan la fe, sino que abordan el dilema existencial de la humanidad misma. Es una obra profundamente espiritual y teológica que establece patrones y narrativas que se desarrollan a lo largo de toda la historia sagrada.
Por otro lado, el Evangelio de Juan ocupa un lugar muy especial en mi corazón. Además de su profundidad teológica y la relevancia que ha tenido en la historia de la fe cristiana, lo considero una obra literaria extraordinaria. No tengo problema en ponerlo al nivel de los grandes clásicos de la literatura universal, como Hamlet, La Divina Comedia o Don Quijote. Es un texto que combina belleza, profundidad y significado de una manera que me resulta fascinante.
¿Qué historiadores te han ayudado a observar con distancia lo que ocurre en la biblia?
Podría mencionar muchos historiadores, pero me detendré en dos que considero fundamentales: uno no creyente y otro creyente.
El primero es Tom Holland, que escribió un libro fascinante titulado Dominio. Lo que me resulta especialmente interesante de su trabajo es que no adopta la típica lectura histórica lineal. En lugar de relatar cada evento o periodo del cristianismo, Holland intenta desentrañar los patrones y el corazón del cristianismo, analizando cómo se ha desarrollado a lo largo de la historia. Además, estudia cómo este se ha relacionado con las diferentes culturas y contextos de cada época. Desde su perspectiva no creyente, logra una lectura profunda que permite entender la influencia del cristianismo en la cultura occidental y cómo esta historia sigue siendo relevante hoy.
Por otro lado, si pienso en un historiador creyente, sin duda mencionaría a Justo González, teólogo metodista cubano. Su capacidad para sintetizar problemáticas complejas, presentarlas con gran riqueza de detalles y, al mismo tiempo, hacerlo de manera accesible y narrativa, es algo que admiro profundamente. González logra que temas históricos distantes en el tiempo se sientan cercanos y significativos para nuestra realidad actual. Tuve el privilegio de que prologara mi libro 95 tesis para la nueva generación.
El tema de las traducciones. Es importante. ¿Qué pasa con éste creciente interés de acercarse al idioma hebreo para dar con las palabras originales?
La Biblia, en su mayor parte, está escrita en hebreo y griego, con algunas secciones en arameo. Conocer estos idiomas originales es fundamental para acercarse al texto con mayor profundidad y mejores argumentos, especialmente si queremos comprender el contexto cultural y el significado de lo que se decía en su tiempo. Estos son textos escritos hace más de dos mil años, dirigidos a culturas y épocas muy distintas a las nuestras, lo que crea una gran distancia. Por eso, intentar acercarse a las palabras originales es una herramienta clave para interpretar correctamente el mensaje bíblico.
Sin embargo, también es importante señalar un fenómeno que podría llamarse «fetiche lingüístico». He observado que, en ocasiones, se busca encontrar en una palabra hebrea o griega un significado místico o mágico que permita construir narrativas completas a partir de esa única palabra. Esto es problemático porque el lenguaje no funciona de manera aislada. Cuando hablamos, no es una sola palabra la que comunica un mundo de ideas, sino el contexto en el que se utiliza, las relaciones entre palabras y el marco cultural que las rodea.
Por ello, aunque estudiar los idiomas bíblicos es fundamental para acercarnos al mundo de la Biblia, debemos ser cuidadosos y evitar interpretaciones simplistas o conspirativas que, aunque aparentan ser profundas, en realidad son superficiales. En este sentido, el trabajo de los especialistas, los biblistas, es esencial.
Háblanos de la música y el arte en tu vida.
Si tuviera que definirme en una sola palabra, probablemente diría que soy un escritor, quizá incluso un poeta. Aunque hago muchas otras cosas —libros de teología, papers y artículos académicos, conferencias y videos—, mi acercamiento a la realidad siempre pasa por ese intento de darle sentido a través del lenguaje. Ese corazón poético está en el centro de todo lo que hago.
La música y el arte han sido fundamentales en mi vida. No podría explicar quién soy ni cómo he llegado hasta aquí sin incluir esos elementos. Durante casi una década, la música ocupó un lugar central en mi vida; fue un tiempo de dedicación intensa. Componía, grababa, daba conciertos. Sin embargo, hoy en día no estoy haciendo música de manera activa. Siento que ese capítulo cumplió su propósito y que ahora es el momento de la literatura.
Curiosamente, muchas de las cosas que escribí en esos años de dedicación a la música no las publiqué en su momento. Sentía que cada cosa debía hacerse con plena dedicación en el tiempo adecuado. Ahora que la escritura ha tomado el centro de mi vida, sigo llevando conmigo ese corazón poético y artístico, que impregna todo lo que hago, ya sea escribir, reflexionar teológicamente o incluso comunicar ideas a través de otros medios.
¿Cómo creas tus contenidos audiovisuales? ¿Cómo es un día en la vida de la producción y pos producción?
Hacer videos, especialmente pensando en YouTube —aunque luego también funcionan en otras plataformas—, es una experiencia que encuentro fascinante y, por momentos, casi un juego. ¿Por qué digo que es un juego? Porque el gran desafío es tomar contenido académico, serio, denso, y transformarlo en algo que no solo capte la atención de las personas, sino que las fascine, que despierte en ellas un auténtico deseo de aprender más. Para mí, se trata de construir un puente entre dos mundos: el del rigor intelectual y el de la divulgación. Ese desafío de traducción hace que disfrute el proceso.
Mi rutina para crear un video, como los que hago en Teología Pop, es bastante intensa. Si tuviera que calcular, diría que cada video me lleva, como mínimo, una semana de dedicación exclusiva. Todo comienza con una idea que suele madurar en mi cabeza durante un tiempo. Después viene la etapa de investigación, donde busco referencias, leo fuentes y organizo los argumentos —y siempre dejo las referencias bibliográficas en la descripción de los videos porque me parece fundamental que quienes vean el contenido puedan profundizar si lo desean—.
La producción en sí es otra etapa. Pienso mucho en cómo transmitir el mensaje de una manera que sea visualmente atractiva y, al mismo tiempo, clara y educativa. Desde la grabación hasta la edición, cada detalle cuenta para mantener el equilibrio entre lo académico y lo divulgativo. Todo este proceso es un trabajo arduo, pero también es increíblemente gratificante ver que las personas conectan, se interesan y, sobre todo, quieren seguir aprendiendo.
Los que amamos la cultura pop somos nerds sin duda, pero ¿cómo utilizar la cultura pop para comunicar el mensaje de Dios y de los hombres y mujeres que hablan por él?
He reflexionado mucho sobre cómo usar la cultura pop para comunicar el mensaje de Dios, no solo en mi libro Teología Pop: 21 ensayos para pensar la fe y la cultura en el siglo XXI, sino también en charlas, conferencias y otros escritos. Creo que la cultura pop se ha convertido en el entramado narrativo y, en cierto sentido, mítico de nuestra época. Ya no tenemos a los dioses, semidioses y héroes legendarios de la antigüedad, pero hemos construido otras narrativas que nos ayudan a dar sentido al mundo y a entender quiénes somos.
La cultura pop canaliza muchas de las angustias, esperanzas, deseos y preguntas existenciales de nuestra sociedad. Películas, series, memes, canciones y demás elementos no son solo entretenimiento; reflejan, en gran medida, las inquietudes y aspiraciones del ser humano contemporáneo. Cualquier persona que viva en esta época, lo reconozca o no, está influida y en diálogo constante con estas narrativas.
Desde la teología cristiana, creo que es indispensable establecer un puente entre este entramado cultural y el mensaje del evangelio. Este diálogo no solo es necesario, sino que puede ser profundamente enriquecedor. Como dice un amigo, al hacer este ejercicio nos damos cuenta de que, en realidad, no estamos tan lejos.
@ortegabrothers
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