El 30 de junio sorprendió a la población de Hong Kong con la promulgación de la “Ley de la República Popular de China sobre Salvaguardar la Seguridad Nacional en la Región Administrativa Especial de Hong Kong”, legislación que lapida la política “un país, dos sistemas”, que se acordó cuando el Reino Unido le devolvió el control del territorio a la China Continental.
Esta historia empezó cuando en febrero de 2019 la jefa ejecutiva de Hong Kong, Carrie Lam, propuso una ley de extradición hacia el resto del país con el fin de resolver el caso de Chan Tong-kai, un joven de 19 años que asesinó a su pareja embarazada en Taiwan y huyó a Hong Kong al día siguiente. Su caso era complejo porque el territorio tiene tratados de extradición con 20 países, menos China, Taiwan y Macao.
Esto derivó en protestas multitudinarias de la región en contra de la medida y, aunque se desechó el proyecto, las manifestaciones continuaron, pues la población exigía mantener la independencia del territorio de las leyes aplicadas por el Partido Comunista Chino (PCCh) en el país asiático.
El gobierno chino ha ido implementando un sistema de seguridad con cámaras de vigilancia por todo el país desde 2017, que incluye a Hong Kong. Esta medida le da al PCCh la capacidad de reconocer a un ciudadano en 7 segundos o menos, siempre que esté al alcance de estas cámaras y con esa información pueden investigar a las personas o ubicarlas si están siendo buscadas por procesos legales o saber quiénes son en caso de que participen en protestas. Por ello, algunos ciudadanos optaron por manifestarse usando paraguas para evitar cualquier posible detección con el uso de las cámaras.
A pesar de las manifestaciones, la Ley de Seguridad terminó imponiéndose. La comunidad internacional se pronunció en contra de ella y rechazó la respuesta de las autoridades chinas hacia la sociedad civil, que se tradujo en represión y detenciones arbitrarias.
En medio de ese contexto, surgió una alternativa a la que nadie esperó que recurrieran los manifestantes: los videojuegos.
El paso a los videojuegos
Debido a la cuarentena por la Covid-19, las manifestaciones se fueron trasladando al mundo digital y desde allí de manera sorprendente se imitó la acción de los chalecos amarillos, quienes protestaron en el videojuego GTA Online contra el presidente Emmanuel Macron. Los hongkoneses lo hicieron a través del juego de simulación social Animal Crossing: allí colocaron mensajes de protestas en sus casas ficticias que luego subieron a las redes sociales a través de fotografías.
Si bien el juego no era oficialmente legal en China cuando empezó a causar revuelo, se podía conseguir por tiendas online. Allí los activistas empezaron a subir fotos de Carrie Lam y pancartas con mensajes como “Free Hong Kong-Revolution Now” (Liberen a Hong Kong-Revolución ya). China respondió retirando el juego de las webs que lo vendían.
Las empresas por su parte, sólo toman cartas cuando les puede afectar económicamente. Activision Blizzard prohibió jugar el año pasado al campeón mundial de Heartstone por apoyar las protestas. ¿Por qué? La empresa estadounidense es una filial de la china Tencent, dueña también de Riot Games. Esta acción provocó una caída del 4% del valor de bolsa de la americana.
Y empresas como Square Enix –la japonesa creadora de la saga Final Fantasy– han trabajado en proyectos con Tencent porque sigue al pie de la letra la legislación China sobre los videojuegos.
Pero de eso se trata la protesta: de involucrar a los sectores de la población a la reivindicación de los derechos y el respeto a las leyes.
Y no es la primera vez que China censura contenido que a Xi Jinping le desagrada: en 2018 se prohibió la entrada al país de la película “Christopher Robin” porque los ciudadanos asiáticos compararon en repetidas ocasiones al líder comunista con el personaje Winnie the Pooh.
Pero al final todas estas situaciones son parte de la transformación digital que estamos atravesando. Y especialmente la coyuntura por la pandemia permite dar a conocer eventos y crear empatía a través de la red.
Las implicaciones digitales
Una gran ventaja de estas protestas es la dificultad para rastrear a los usuarios, ya que el uso de una VPN puede evitar el rastreo de la ubicación. Además, el pertenecer a una comunidad puede lograr una sensación de seguridad diametralmente opuesta a la de enfrentarse a fuerzas del estado en las calles.
Estos actos pueden resultar inconvenientes como único método de protesta pues se diluyen con el tiempo; sin embargo, dan poder a ciudadanos que por las circunstancias actuales deben permanecer en casa o alejados de otros para asegurar su salud.
Es, además, una demostración de la capacidad de adaptación del ser humano y la forma en la que los movimientos sociales y populares pueden llegar a todas partes. Incluso en ámbitos en los que el hacer político no es protagonista.
Un comentario en «Lo que podemos aprender de Hong Kong y las protestas en Animal Crossing»
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