febrero 1, 2025

Estados Unidos como policía interamericano: apuntes sobre invasiones, Trump y Venezuela

“Estados Unidos, sea con Obama o con Bush, no es la policía del mundo”. Esta fue la célebre frase de Hans Blix, exdirector del Organismo Internacional de Energía Atómica, durante una entrevista en el año 2013 donde discutía la situación de los Estados Unidos y Siria. Resaltó que en este conflicto se visibilizaron similitudes con la Guerra de Irak durante el mandato de George W. Bush, debido a las actuaciones deliberadas que, según él, tomó la administración americana, haciendo caso omiso de los protocolos internacionales.

Durante décadas se ha discutido y criticado la controversial intervención de la nación de las barras y las estrellas en decenas de conflictos ajenos a su territorio, pues históricamente se han caracterizado por luchar en pro de sus intereses arropados por la “Doctrina Truman”: una serie de postulados formulados por el expresidente Harry S. Truman, los cuales tuvieron por objeto hacerle frente a la expansión comunista en occidente, bajo la premisa de “dar apoyo a los pueblos libres que están resistiendo intentos de subyugación”.

En un principio estos ideales motivaron al poderío estadounidense a combatir un régimen soviético cada vez más grande, el cual en aquellos días generaba mayores estragos para sus intereses, como el posicionamiento de su doctrina comunista en territorios latinoamericanos, la instalación de bases y estructuras militares en Cuba, además de la batalla propagandística durante la Guerra Fría y el inicio de la “Carrera Espacial”.

Sin embargo, con el nacimiento de regímenes comunistas en las Américas a mediados del siglo XX, los norteamericanos se vieron en la necesidad de impulsar su Doctrina por este lado del hemisferio. El principal detonante de estas políticas surgió durante el mandato de John F. Kennedy, cuando la presencia de misiles soviéticos en Cuba encendió una alerta máxima en Washington, dada a la proximidad de Cuba con Estados Unidos y la creciente enemistad con los soviéticos.

Granada y Panamá como demostración de fuerza

Hay muchas teorías que buscan entender el porqué de las actuaciones –muchas de ellas polémicas– de Estados Unidos frente a la expansión comunista, durante el lapso comprendido desde la finalización de la segunda guerra mundial y la llegada del segundo milenio. Pero las políticas de los Estados Unidos en materia de seguridad internacional van mucho más allá que la titularidad del hegemón en la región.

En ese sentido, es necesario entender cómo la presencia de mandatarios en América allegados al comunismo, o mejor dicho, aliados sólidos de los enemigos orientales más antiguos de los Estados Unidos, representa un riesgo geopolítico que por años se ha intentado frenar, con el fin de proteger al pueblo estadounidense de verse rodeado agresivamente por estos sistemas caracterizados por liderar en narcotráfico, terrorismo y corrupción, amparados bajo el apoyo de otros grandes regímenes no democráticos que únicamente buscan desestabilizar a sus poblaciones y fomentar el lucro personal de su círculo.

En este contexto, los Estados Unidos adoptaron una especie de rol de policía interamericano que vienen ejerciendo desde los vestigios de la segunda guerra mundial.

Un ejemplo perfecto de ello, fueron las políticas implementadas por el gobierno de Ronald Reagan –denominadas como la “Doctrina Reagan”– para enfrentar a la Unión Soviética y el crecimiento comunista en América en pleno marco de la Guerra Fría, que incluyeron un conjunto de intervenciones y apoyos militares ejecutadas en territorios de América, como la invasión a Granada que fue resultado de una respuesta al golpe de Estado realizado por Maurice Bishop junto a una alianza soviética-cubana, para instalar un gobierno militarista que duró una semana hasta que surgió la invasión estadounidense.

Los Estados Unidos basaron sus actuaciones en la protección de los estadounidenses que residían en el territorio, así como la necesidad de restaurar la democracia al evitar que Granada se convirtiese en una base cubana.

El caso Granada nos enseña que, a pesar de tenerse registro de múltiples intervenciones ejecutadas de manera precipitada y en total desentendimiento a lo atenido por la normativa internacional, este tipo de acciones han beneficiado a los pueblos americanos, los cuales en algún momento exclamaron auxilio y rezaron porque su régimen opresor claudicara.

Frente al golpe de Estado realizado por Maurice Bishop junto a una alianza soviética-cubana, Estados Unidos invadió Granada en 1983 para evitar que este territorio se convirtiera en una base cubana. Foto: Archivo.

La Panamá de Manuel Antonio Noriega es otro ejemplo. Este dictador fue acusado de espionaje a favor de Fidel Castro y de usar a Panamá como medio para traficar droga hacia los Estados Unidos, lo que provocó que la Casa Blanca instalara una cacería de brujas política en contra del dictador, a través de sanciones y demás medidas que buscaban su deposición.

Pero el fraude cometido por Noriega en perjuicio del democráticamente electo Guillermo Endara, más la muerte de un soldado estadounidense en Panamá, hizo que el presidente norteamericano George H. W. Bush autorizara el despliegue de la “Operación Causa Justa”, con la cual se invadió al territorio panameño y se logró el nombramiento de Endara como presidente.

¿La justificación? Defender la democracia y los derechos humanos en Panamá de acuerdo con Bush, quien representó magistralmente el papel de policía interamericano del que se viene comentando.

Trump, Biden y Venezuela

Frente a lo expuesto, resulta necesario precisar la disyuntiva con relación a si este tipo de estrategias pueden ser aplicadas en Venezuela, o si ya están siendo aplicadas.

Desde la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, el régimen de Nicolás Maduro se las ha visto difícil, con un conglomerado de sanciones impuestas para ejercer presión y lograr su salida junto a toda su administración.  

Ahora bien, se sabe que Maduro ha mantenido como aliados por excelencia a Rusia, China, y particularmente Irán, quienes han generado los mayores estragos para Estados Unidos y la administración de Trump, lo cual pone sobre la mesa norteamericana mayores razones que fomentan la salida de Maduro del poder.

Es así, como el papel de policía interamericano surge una vez más, a través de las múltiples medidas implementadas para reestablecer la democracia de Venezuela, como la estrategia discursiva librada en contra del chavismo, la recompensa millonaria que se ofreció a la captura de algunos funcionarios del régimen chavista y la operación antinarcóticos desplegada en el Caribe, lo cual ha alimentado las esperanzas de un gran número de venezolanos que creen que una posible intervención al país caribeño es la solución para acabar con la dictadura.

Esta idea de una intervención estadounidense en Venezuela no es muy descabellada si conocemos el precedente de intervenciones norteamericanas sobre la región: no solo Granada y Panamá, sino muchos otros pueblos han sido testigos del poderío estadounidense en su nación como Chile, Haití y República Dominicana.

No obstante, tal idea no parece ser posible de materializarse pronto, pues Trump y su gabinete se han visto emboscados por la pandemia del covid-19 y han tenido que hacerle frente a los enardecidos ciudadanos de su país, quienes inundaron las calles tras el llamado a protesta por la muerte de George Floyd.

Por esto último, el “policía” de las Américas parece de baja mientras atiende los problemas en su territorio, aunque no resulta extraño que enfoquen su agenda en la democracia venezolana para un futuro cercano.

Pero este futuro puede estar condicionado al resultado de las elecciones presidenciales estadounidenses de noviembre. Se sabe que la contraparte demócrata de Trump, Joe Biden, planea debilitar las sanciones frente al régimen de Maduro y establecer una política similar a la de Barack Obama con Cuba, quien esperó que el régimen castrista cumpliera los acuerdos entre la Habana y Washington.

Una victoria electoral de Joe Biden sobre Donald Trump en noviembre de 2020, podría colocar a Estados Unidos y Venezuela en una relación parecida a la que mantuvo Barack Obama con el régimen cubano. Foto: Getty Images.

Ali Pardo, subdirectora de comunicaciones de Trump, se pronunció en abril al respecto de una posible victoria de Biden: “El presidente Trump ha implementado fuertes sanciones contra la dictadura comunista de Cuba por sus acciones. Por otro lado, la debilidad de Joe Biden hacia el régimen cubano y el de Nicolás Maduro en Venezuela nos recuerda que su administración seguirá los pasos de Bernie Sanders y se alinearía con dictaduras socialistas por encima de los valores de nuestro país”.

La democracia venezolana, entonces, podría estar en riesgo considerando que durante la administración de Obama no se tomaron acciones contundentes que permitiesen la salida de Maduro, otorgando a él y su círculo unos años de ventaja y poder que solo trajeron más miseria para el pueblo venezolano.

El papel de policía interamericano podría desaparecer en una administración de Joe Biden, aunque todo va a depender de las relaciones que este posible mandatario establezca con los regímenes de Cuba y Venezuela desde un principio.

Independientemente de los resultados electorales estadounidenses, si en un futuro próximo resurge la posibilidad de una intervención en Venezuela, habrá que preguntarnos si el pueblo venezolano está preparado para tales acciones y cómo se podrá lograr una transición efectiva que involucre no solo a las instituciones jurídico-políticas del país, sino también el apoyo de las Fuerzas Armadas, para poder asegurar la llegada de una nueva época de paz bajo una sociedad plenamente democrática.

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Eduardo Gutiérrez Bigott

Eduardo Gutiérrez es estudiante de Derecho de la Universidad Rafael Urdaneta y Activista en Derechos Humanos.

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