América posee un problema muy grave en lo que a educación se refiere. El continente entero tiene altas tasas de analfabetismo, estando Latinoamérica a la cabeza con 32 millones de analfabetas, según cifras de la UNESCO de 2019; las universidades de la región no entran en ningún ranking de calidad educativa, salvo la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) que está entra las primeras 100 mejores universidades del mundo, según QS World University; esto, aunque le da méritos a esta casa de estudios, la deja muy atrás de otras universidades del continente, la gran mayoría de Estados Unidos y Canadá.
Y por último, pero no menos importante, la educación privada se ha transformado en un lujo que solo es accesible para un número reducido de estudiantes, tal como ocurre en Perú donde, según el BID, cada vez más niños se pasan de la educación privada a la pública por no poseer suficientes recursos necesarios.
Nos jactamos de ser el continente de la “educación gratuita y obligatoria” aun cuando es esta educación la que por cuestiones, éticas, individuales y económicas, tales como la imposición de un pensum y una asistencia obligatoria, empujan a la región a un retroceso en lo que a progreso se refiere.
Males visibles
Hace unas semanas hablé con un buen amigo sobre el problema de la educación en el país donde vivimos, Venezuela. Nuestro modelo educativo ha sido público y colectivo desde el 27 de Junio de 1870 cuando el entonces presidente Antonio Guzmán Blanco decretó que la educación era gratuita y obligatoria.
Guzmán Blanco no era ningún santo: su gobierno se caracterizó por ser autoritario y llevar a cabo, entre otras cosas, detenciones arbitrarias de personajes destacados tales como el jurista Néstor Luis Pérez o el Monseñor Olegario Villalobos. Y, aunque decretó la educación gratuita, su labor en educación tampoco se puede resaltar, si se tiene en cuenta que eliminó la autonomía de la Universidad Central de Venezuela y expropió las propiedades de esta.
Desde aquel junio de 1870, la educación comenzó a ser pública y obligatoria, pero a partir de la época de los 80 la educación ha caído en declive debido a la falta de recursos necesarios para su mantenimiento, lo cual empeoró con el régimen chavista que lucha por acabar con la autonomía universitaria y la libertad académica a través de políticas sistemáticas, como la asfixia presupuestaria o la persecución contra académicos.
Al igual que el resto de países de América Latina, el Estado venezolano posee desde hace décadas un enorme control sobre la educación, obligando a las instituciones a seguir instrucciones en lo que a material educativo y técnicas de educación se refiere, ejecutando un trato uniforme de todos los estudiantes sin tomar en cuenta sus características emocionales, mentales y sociales.
Es un contraste con países como Japón, donde el bachillerato es voluntario y los alumnos tienen derecho a elegir cuatro materias que les ayude personalmente en su proyecto de vida. Un estilo de educación que sin duda ha influido significativamente en el hecho de que la nación asiática hoy sea potencia.
A la larga lista de problemas que afectan la educación en la región podemos sumar otros dos que afectan directamente a la sociedad: el primero es el embarazo precoz debido a la falta una educación sexual personalizada, como ocurre en Bolivia donde los embarazos precoces son de 166 por cara 1000.
El segundo tiene que ver con las bandas criminales que, en algunos casos, están conformadas por jóvenes que salen de instituciones educativas públicas, que no poseen una atención individual con cada uno de sus estudiantes, quienes pueden verse influenciados y seducidos a temprana edad por bandas criminales.
Esto último sucede en países como Guatemala, donde las llamadas “Maras” reclutan jóvenes de edad educativa, con poca madurez y sumergidos en pobreza, quienes buscan a toda costa sobrevivir en la dura vida que les ha tocado vivir. Esta situación ha provocado incluso la creación de proyectos como el “Guatemaltecos Extraordinarios”, que atiende a menores que corren el riesgo de convertirse en pandilleros.
El historiador Murray Rothbard en su ensayo “Educación Libre y Obligatoria” advirtió: “Aunque los padres preferirían no enviar al niño a la educación formal, el Estado obliga a hacerlo. (…) Ajenos parte del día a la atención y supervisión del padre, el niño se ve obligado a asociarse con malas compañías y puede incluso verse influido por estas para unirse a bandas juveniles, volverse adicto a las drogas, entre otros”.
Con la mente abierta
En el continente americano se ha colocado un modelo de educación colectiva, al igual que en muchas partes del mundo, donde se le da un trato igual a todos los alumnos.
¿Está bien el modelo de educación que hemos implementado hasta ahora? Un ejemplo de que no has traído problemas es que existen alumnos con déficit de atención a los cuales no se les facilita materias ligadas a los números, tales como Matemática, Física o Estadística. Estos alumnos podrían dedicarse luego a profesiones en las que estas materias no sean esenciales y aun así ser exitosos, aunque no mantuvieran buenas calificaciones en estas asignaciones de la escuela o el bachillerato.
Porque, al final, existe la diversificación: no todos los estudiantes tienen los mismos planes a futuro en lo que a profesión se refiere. Algunos alumnos tienen preferencias por las carreras de ciencias exactas, otros por carreras de humanidades y están los que se inclinan por las áreas técnicas.
El modelo de educación a distancia aplicado en la pandemia no ha contribuido a la diversificación, ni tampoco a evitar la colectivización. Sin embargo, la crisis que trajo el coronavirus ha provocado que algunos padres solucionen el tema educativo contratando profesores individuales o tutores que velen por el correcto desarrollo educativo de sus hijos.
Esto ha sido algo positivo de la pandemia, pues un sistema de tutores sería más efectivo para la educación: si un maestro se enfocara en enseñarle a un alumno, teniendo en cuenta su ritmo, lo que el alumno desea aprender y tomando en cuenta sus habilidades sociales, sería menos tortuosa la labor educativa tanto para el estudiante como para el maestro.
La única causa por la cual existe la educación colectiva es porque económicamente es más accesible. Quizás nuestros gobernantes tengan que mirar, con la mente abierta, hacia procesos educativos como el de Japón.
¿Es posible cambiar el modelo educativo?
Muchas de nuestras naciones necesitan reformar sus sistemas educativos en pro del alumno individual. Esto traería muchos beneficios: un modelo educativo que promueva la investigación mediante la lectura, el frecuentar lugares de elaboración de tareas como museos o fábricas y el razonamiento lógico mediante el análisis, el debate o la práctica de las actividades.
La prioridad actual de los gobiernos de la región no es la educación sino la economía y económicamente es más conveniente poner a un profesor con cuarenta o cincuenta alumnos en un salón de clases.
En regímenes totalitarios, los líderes autoritarios se aprovechan de este sistema educativo porque lo que se le enseñe al alumno no será decidido por sus padres, sino por ellos: políticos que velarán siempre por sus intereses individuales, colectivos y partidistas.
Por ejemplo, en Cuba se busca que sus alumnos completen todos los niveles de educación, porque el Estado les enseña a los estudiantes temas de obediencia y lealtad hacia el régimen comunista.
En Venezuela, mientras tanto, existen fechas patrias en el calendario académico de universidades e instituciones vinculadas controladas por el chavismo: el 4 de febrero se conmemora el “Día de la Dignidad”, para recordar el fallido Golpe de Estado perpetrado por Hugo Chávez el 4 de Febrero de 1992; y el 16 de enero es el “Día de Robert Serra”, que conmemora la muerte del diputado y ex presidente de las juventudes del Partido Socialista Unido de Venezuela, Robert Serra.
Creo que la mejor forma de crear buenos ciudadanos es dando una atención educativa más personal hacia los estudiantes, velando por los intereses personales de estos, sus raíces, sus emociones y su personalidad. Promoviendo la ética y la moral.
Pero la educación obligatoria no enseña esto. Enseña sumisión ante la actitud del Estado y los valores que más le convengan a éste, llevándose por delante la voluntad de conciencia y análisis de muchos niños y jóvenes.
Muchos pensadores como Hans Herman Hoppe, Murray Rothbard o Ayn Rand, desde la época de la guerra fría nos han advertido que el modelo de educación actual es peligroso para la voluntad individual.
Aunque luchar por cambiar el modelo educativo sería un proceso que requiere de mucha voluntad política y mucha responsabilidad de la sociedad en general, el beneficio puede ser muy grande, porque se mejoraría siempre la calidad educativa y el nivel de vida de los jóvenes.