Todavía estamos experimentando los efectos telúricos de la ocurrencia de una singularidad política dentro del ecosistema criminal y totalitario. Debo explicarme. Sin dejar de considerar esto que vivimos como un totalitarismo terrible, arbitrario y turbulento, capaz de imponer la agenda e irrespetuoso de cualquier ejercicio de la libertad, debo reconocer que ocurrió lo que muy pocos preveían como factible: un evento o situación inusual, excepcional o sin precedentes que rompe con las normas o tendencias establecidas en la política.
¿Cuál fue la singularidad política? No fue que María Corina haya ganado (o se le haya permitido ganar), sino que los números fueron excepcionalmente favorables. El caso es que una vieja “outsider” (la bulleada de siempre) se cogió la primaria para ella. 9 de cada 10 votos. Algo nunca visto. Algo absolutamente inesperado.
Esta singularidad que nos asombra y nos confronta con nuestros propios sistemas de hipótesis previas sobre la política venezolana y sus racionalidades nos abre un boquete de nuevas interrogantes y del sentido que la opinión pública le quiso dar a este voto. Hay que decir también que, sin duda, el porcentaje de participación no es, para nada, despreciable. Es importante e incluso representativo, sin embargo, queda por saber qué opinan los que no participaron.
Ahora bien, esta singularidad nos interroga a todos sobre un conjunto de aspectos que son cruciales para las decisiones por venir. Hago un inventario de los que más me llaman la atención:
- Sobre la fortaleza de los viejos partidos políticos, miembros todos ellos del elenco del fracaso.
- Sobre su legitimidad social.
- Sobre su articulación con el país.
- Sobre la verdadera fortaleza del discurso de ruptura intentado esporádicamente por la María Corina Machado
- Sobre la capacidad de “control” del régimen sobre lo que ocurre en la política venezolana.
Los resultados parecen indicar que esos viejos partidos se vaciaron de respaldo. Que por lo tanto sus liderazgos son totalmente ilegítimos y que no pueden seguir escenificando una farsa en la que ellos se presentan como actores fundamentales del proceso. El proceso de primaria adelantado por la “Plataforma Unitaria” demostró que ya no existen. Esa es la realidad que surgió con esplendor el 22 de octubre pasada la medianoche.
Como la realidad es la realidad, tenemos que asumirla: Hay que hacer un nuevo mapa de poderes fácticos. En eso consiste el sentido democrático de un proceso como el que se dio, aunque sabemos que no estamos en democracia. Los días subsiguientes, la malcriadez totalitaria, sus desplantes de arrogancia y mentiras, la intentona de negar los resultados e invalidar el proceso nos ratifican a todos que los que están al frente del poder, ejercido sin legalidad alguna, no juegan limpio ni se van a prestar a ceder su posición acatando regla democrática alguna.
Si el liderazgo del país (todos los que se reparten los roles dentro del ecosistema criminal) tuviera un mínimo de composición democrática, acatarían sin reparo una de las reglas de oro, a saber: Que los que perdieron, no solamente deberían reconocer el triunfo de quien ganó. También deberían retirarse de la política PARA SIEMPRE. Eso es lo decente. Pero exigirles decencia es demasiado pedir a un elenco enraizado en los tuétanos del régimen hasta llegar a ser parte constitutiva de lo que está ocurriendo.
Porque ahora están agazapados esperando que el ecosistema restaure sus equilibrios y tome medidas contra su propia entropía. Anular esas primarias, desconocer a su ganadora, mantener las indebidas inhabilitaciones, ajustar la agenda política y presionar para que haya un sustituto. En eso andan, simulando un desprendimiento supuestamente patriótico que quieren imponer a María Corina Machado.
Surge entonces una pregunta crucial. ¿Tiene poder o carece de poder María Corina? Que es otra forma de interrogarse sobre los resultados de la primaria: si esta elección confiere poder al ganador. Y qué tipo de poder real o potencial.
Todos debemos reconocer que el liderazgo de María Corina es el más legítimo del país. Porque es la única que ha ganado una elección popular, además con una aplastante y determinante mayoría. Partamos de allí para tratar de comprender lo que puede ocurrir de aquí en adelante, que siempre va a depender de lo que haga o deje de hacer, de sus aciertos y errores, y de cómo la va a ir calibrando el país que será un saldo de lo que vaya haciendo para resguardar su capital político y seguir siendo la depositaria de un mandato popular que deslegitimó absolutamente a los partidos del elenco del fracaso. A todos.
Eso la obliga a ser muy escrupulosa en la constitución de nuevas alianzas. Escrupulosa y firme. Estricta y cabal en la administración de sus mensajes y gestos políticos, porque llegó la hora del desgaste. Del suyo, porque el poder (real o potencial) sufre erosión con el paso de los días.
Conversando con el periodista José Domingo Blanco en su programa del 24 de octubre propuse un conjunto de recomendaciones para que el saldo de poder siga siendo positivo. En otras palabras, que lo mantenga, incluso que lo haga crecer, y no que se le diluya. Me parece que también debo compartirlo con mis lectores, habida cuenta de que somos un país con una larga y dolorosa historia de decepciones asociadas a líderes políticos que, llegado el momento, no dan la talla.
Los líderes son refractarios a las recetas y recomendaciones que les dan. Parte del problema es que se sienten “sobrados” y ratificados en sus conductas por el éxito. No dejan de tener razón, pero algunas veces, (y esta puede ser una de ellas), los resultados obtenidos pueden tener una mezcla de causas que podrían obligarlos a una posición más humilde respecto de su propia participación en el proceso.
En todo caso, aquí van los consejos, eso sí, sin ninguna esperanza de que sean acogidos.
- Hay que recordar que el poder corrompe. Y lo mismo debemos decir del poder percibido o potencial. La corrupción no es solamente la vulgar aceptación de recursos mal habidos, o robarse unos fondos. No es eso lo principal. Es la corrosión del carácter, el abrir espacios a la prepotencia y a la autocomplacencia. El dejar de lado la consideración de la justicia. Es la práctica cotidiana de la perversidad, la mentira y la impostura. La corrupción hace mella en el corazón y profana la práctica de las virtudes.
- Hay que evitar el flujo idolátrico. Esto supone oponer resistencia a una triple tentación que pervierte todos los compromisos asumidos con el país. Me refiero a resistir la tentación de la soberbia propia del ganador; resistir los embates de la adulación venezolana; y resistir la impudicia de los nuevos mejores amigos: los arribistas.
- Evitar el síndrome de “Juana La Loca”. María Corina podría caer en la tentación (del poder que exige idolatría) de pretender disfrutar de un reconocimiento que siempre le negaron. Debe ser sabroso (pero muy peligroso) recibir el homenaje de la cuadrilla de los derrotados. Pero esas ganas pueden hacerle perder de vista de los peligros que significan cargar con los cadáveres insepultos del elenco del fracaso. Y no solamente eso. Puede llegar a creer que ella tiene la capacidad milagrosa de resucitar a los muertos políticos, dotándolos no solamente de vida, sino proveyéndolos de virtudes que nunca han tenido. Pero hay algo peor. Juana La Loca que por ocho largos meses no se separó del cadáver de su marido, en su intento de llevarlo de Burgos a Granada, hedía a la putrefacción propia de un cadáver sometido a tales rigores. ¿Acaso María Corina no va a contagiarse de esos despojos políticos y su determinante olor a corrupción? ¿Los va a exonerar?
- Evitar la sordera de quien se regocija en la propia autocomplacencia. Dejar de escuchar al país, entro otras cosas porque no deja de hablar, someterse a la inconsistencia propia del discurso incontinente, creerse que es la causa y la razón última del voto popular y no querer comprender lo que efectivamente está detrás de esa decisión social de respaldo y ruptura, pueden ser tentaciones atractivas pero muy peligrosas para la integridad de su capital político. Ella no debería olvidar que debe seguir escuchando sin confundir escucha activa con la frotística social. Los políticos venezolanos hablan de más y escuchan de menos.
- Evitar la confusión de prioridades. Su suerte depende de que pueda mantener el vínculo con la gente y de que pueda fortalecer constantemente la plataforma política que le sirvió de respaldo y el activismo que le permitió en parte lograr los resultados que obtuvo. Pasadas las fiestas, y un bien merecido descanso, ella debe entender que la campaña continua. Y que está avizorando a lo lejos la línea de salida. Para tener algún éxito, no solamente debe sortear las trampas tendidas por quienes la inhabilitaron (el régimen y su elenco del fracaso). También debe construir una coalición alternativa a la plataforma de la pestilencia. Sus prioridades son internas, por lo que debe mantener el mensaje de unidad y propósito, sin que ello le impida abrir ella un canal confiable de comunicación y negociación con la comunidad internacional. Ese canal debe ser de ella, no prestado. Por eso resulta una pésima noticia su “total confianza” en Gerardo Blyde y su comisión negociadora.
- Evitar la tentación de la Reina Boudica. La reina de los Icenos. Lo voy a decir simple. Que no crea que puede sacar a la gente a la calle, aunque a eso la estén azuzando. Lo que vaya a hacer en adelante tiene que pensarlo, sin improvisar el curso estratégico. Sin clausulas condicionales impuestas a la realidad. Recordando los fiascos monumentales que han comprometido su prestigio en épocas anteriores, y respetando la integridad y disposición de la gente para la lucha cívica. En tal sentido todo parece indicar que tiene, por ahora, un mandato muy acotado. Eso la obliga a mantener la ruta mientras se organiza la alternativa y a dar testimonio sin el costo de la improvisación. Ella debería saber que planificar es algo mas que hacer una propuesta sin sentido de realidad. Ella debería tener en cuenta que iniciativas irresponsables como su “Operación de Paz y Estabilización” presentada al país el 8 de junio del 2020, la llevarían rápidamente a la bancarrota. (https://tinyurl.com/ymf4lg4f)
- No puede olvidar nunca que vivimos sometidos por un régimen de vocación totalitaria, acostumbrado a la simulación democrática. Ella lo tiene muy claro. Y no ha ocurrido nada como para cambiar de opinión al respecto. Sabe que no hay elecciones verdaderas a la vista, pero podría haber oposición de verdad por primera vez en veinticinco años. Para que esto último se haga realidad se requiere un liderazgo realista, que desafíe al gato totalitario sin dejarse engatusar como si fuera un ratón pendejo. La pregunta que me gustaría hacerle es si ella se va a dejar engatusar y nos va a incriminar en una simulación insensata. Eso haría inútil la lucha y defraudaría la confianza encomendada.
- Por último, debe aprender a jugar con el tiempo como principal variable estratégica. Sin apuro, pero sin cansancio, aprendiendo a usar el acelerador y el freno. Sin caer en la tentación en la que ha caído muchas veces, sin ser apocalíptica ni milenarista. Si bien es cierto que vivimos una singularidad política, el manejo de los plazos debe ser prudente. Y debe marcar distancia de la condición de habilitación o no. Si la lucha no es electoral, que la habiliten o no, es irrelevante. Y me temo que la lucha no es electoral aun cuando el régimen insista en tener una agenda de elecciones.
Me parece que de aquí en adelante queda mucho camino por recorrer. Yo creo que el país así lo reconoce. Ojalá que María Corina consiga tiempo de leer el último discurso de Martín Luther King, que ha pasado a la historia como “He estado en la cima de la montaña”. Porque no es solamente su testamento político sino su testimonio de la política. De ese discurso saco una pequeña frase que encierra toda las moralejas que deberíamos tener presente: “Ese es el tema. Y tenemos que decirle a la nación, que sabemos cómo saldremos de esto. Porque cuando las personas se aferran a lo que está bien, y se disponen a sacrificarse por eso, entonces no hay estación intermedia hasta la victoria”.