enero 31, 2025

Cuando nace una editorial. Acompáñennos a ver los nuevos pasos de Círculo Amarillo

Hoy conversamos con Lizandro Samuel, escritor, editor y tallerista venezolano, quien también ha sido colaborador de Hilos de América. Un hombre que apuesta y apuntala la literatura en castellano desde todos los flancos.

Invertir en donde el consumidor parece esconderse es más que una aventura: ¿Tienen un plan de trabajo a corto, mediano y largo plazo que puedan compartir?

No. Jajajajajá. O sea, sí tenemos el plan, pero no podemos compartirlo. Porque, bueno, sin sorpresa las cosas pierden un poco la gracia, ¿no? En todo caso, para responder con total honestidad, lo mejor que puedo decir es lo siguiente: el plan siempre, como con cualquier proyecto digital que se emprenda en esta época, es un “depende”.

Círculo Amarillo tiene cuatro años. A nosotros nos llevó casi dos entender qué es lo que éramos y cómo podíamos funcionar. El ecosistema digital, lo cual a estas alturas es prácticamente todo, es muy cambiante. Por eso hoy día los proyectos se construyen entre los creadores y las audiencias. Nosotros podemos querer A, pero la audiencia a lo mejor responde diciendo C; y capaz nos encontramos en B. O creamos D o Z y todos felices.

Hicimos un análisis de mercado, estudiamos a nuestra audiencia, a nuestra comunidad, pensamos en el perfil de las personas a las que aún no impactamos y a las que podría interesarle lo que hacemos; a partir de allí, construimos esta nueva unidad de producción de libros. Cualquier cosa que sigamos haciendo en adelante irá condicionada por cómo estén respondiendo las personas, por las interacciones con el mercado. Es una danza que disfrutamos, en la que cada día aprendemos nuevos pasos. Una danza en la que hay que desenvolverse con paciencia y atención. Mucha atención.

¿El venezolano lee todavía? ¿Tiene algún patrón de consumo o algún perfil de gustos específicos?

Sí, obvio que lee. Y mucho.

Pasa también, Joaquín, que yo creo que esas son caracterizaciones muy amplias y muy al desuso. “El venezolano”. Un guariqueño, de 15 años, de un sector popular, no tiene nada que ver con un zuliano, de 47 años, de un sector privilegiado. Pongo estos ejemplos por decir cualquier cosa. Mi punto es que las audiencias no pueden pensarse en términos “venezolanos”, “argentinos”, “mexicanos”. Primero, porque la nacionalidad como identidad, más allá de como recurso legal, es un constructo social muy complejo que resulta ineficaz para explicar a alguien: es más preciso pensar en qué parte del país nació y en cuál creció. Segundo, porque lo más importante en la economía de la atención es el comportamiento de las audiencias.

Podemos debatir si un joven de 13 años nacido y criado en Argentina, hijo de una pareja de migrantes compuesta por un caraqueño y una valenciana, es también venezolano. No lo sé. Pero puede formar parte de nuestra audiencia.

Luego pregunto también: cuando me planteas “si el venezolano lee todavía”, ¿te refieres al venezolano que está en Venezuela o al que migró o ambos? ¿Te refieres al que tiene un año viviendo en Chile o al que tiene 10 años viviendo en Madrid?

Como te digo, es difícil hacer caracterizaciones de ese tipo, más en un gentilicio que tiene ocho millones de personas viviendo fuera de su país de origen.

Lo que te puedo responder concretamente es que en la base de datos de Círculo Amarillo, construida a través de cuatro años realizando talleres, el 90% de las personas lee con frecuencia. Y los intereses van bien de la mano con las tendencias mundiales: literatura de miedo, mucha fantasía entre los más jóvenes, un interés renovado por la ciencia ficción, un auge notable en la no ficción. Eso en cuanto a géneros y contextos, digamos. En cuanto a formatos: la novela, en narrativa, sigue siendo la reina de la fiesta, tanto en ficción como en no ficción. Es decir, parece que las historias largas desarrollan mayor compromiso emocional en estos lectores que, por ejemplo, una colección de historias cortas.

Ahora bien, más allá de todo esto, la realidad es que hay nombres que tienen más fandom que otros. Por ejemplo, tenemos a Fulanita de Tal, de 30 años, venezolana, nacida en El Guacal, soltera, médica, con cuatro años viviendo en Argentina, súper enamorada de la literatura de miedo, especialmente de la novela de ficción que se inscribe en ese género. Pero resulta que Fulanita de Tal está fascinada con los diarios que escribe Ricardo Ramírez Requena. ¿Fulanita de Tal es lectora con frecuencia de diarios? No. ¿De no ficción narrativa? Tampoco. ¿Le interesa leer más diarios? Nada qué ver. ¿Y entonces? Es lectora de Ricardo Ramírez Requena y punto: todo lo que haga él, ella lo va a leer con pasión, se va a inscribir en sus talleres, va a leer todas sus entrevistas… en fin, todo. Y luego, abre un libro de Mariana Enríquez o de Stephen King, al menos hasta que haya algo nuevo de Ricardo Ramírez Requena. Y esas cosas hay que saber detectarlas.

También es verdad, yendo a otras características de la audiencia, que los patrones de compra de libros han cambiado mucho. Por ejemplo, hemos visto que se lee mucho a través de la piratería. Y aquí incluyo a casi toda la población lectora: leer libros pirateados digitalmente -sea en epub, pdf o cualquier otro formato- es una experiencia que hemos tenido casi todos. Esto significa que las motivaciones para comprar un libro son distintas a las que te llevan a leer un libro. Y en un proyecto como el que estamos lanzando hay que entender muy bien esta relación.

Otra cosa que hemos visto es que las librerías físicas forman cada vez menos parte de la cotidianidad de nuestra audiencia, sobre todo de los que viven dentro de Venezuela. Supongo que en primera instancia porque hay muy pocas, pero también por las dificultades de movimiento en las ciudades, la falta de tiempo, etcétera. Mientras que cada vez parece, a parte de la piratería, aumentar las compras por Amazon o en las librerías digitales.

Pudiéramos estar hablando de esto durante días y no sé si es ahí donde te quieres detener en la entrevista. En todo caso, la literatura forma parte de la economía de la atención, es decir un espacio en el que quienes más triunfan son, obviamente, los que logren generar mayor interés y por más tiempo en las personas. Dicho de otro modo, aquí la cuestión importante es cómo una marca se vuelve famosa, o, al menos, relevante en un nicho. Y a partir de allí cómo teje una relación sostenida con sus lectores, cómo pasa a formar parte de su día a día. Como dirían los argentinos, todo lo demás es verso.

¿Cómo ha sido la experiencia de figuras como Orsai de Hernán Casciari o la especifidad y belleza poco de Errate Naturae, solo por poner dos ejemplos que me vienen a la mente?

Bueno, creo que esas son preguntas para ellos. Lo que sí es verdad es que sobre todo Orsai ha sido de alguna manera una inspiración en mucho de lo que hemos hecho. Y de lo que yo he hecho, más allá de Círculo Amarillo.

Creo que es una muestra de cómo puede funcionar la autogestión o la independencia en el ámbito de la literatura. Hay extraordinarios ejemplos de éxito en la autogestión entre comediantes, divulgadores, streamers, productores audiovisuales, músicos, etcétera. Pero en la industria literaria hispana suele haber más lentitud de movimiento, prejuicios y hasta cierta resistencia al cambio. Hablo en general. Orsai y Casciari, de algún modo, han hackeado el sistema y eso es inspirador.

¿Cómo ha sido la experiencia de los socios y productores ejecutivos?

Hasta ahora positiva. Están muy pendientes e involucrados en los diferentes procesos. Ten presente que, antes de ser productores ejecutivos, eran entusiastas de nuestro trabajo. El ya haber publicado estos dos primeros libros, de hecho, nos permitió sumar otros productores para las siguientes publicaciones. Así que, hasta ahora, bien.

¿Cómo ven el gusto por la lectura del venezolano en la diáspora versus el venezolana en su tierra?

Bueno, creo que esto lo contesté un poco en las preguntas anteriores. Igual, si lo reducimos a esa generalidad (gusto del venezolano fuera vs gusto del venezolano dentro), la mayor distinción que haría, a bote pronto, es el poder adquisitivo. Pareciera haber más venezolanos fuera con buen poder adquisitivo que los que hay dentro del país. Otra cosa puede ser que algunos de los que están afuera -y subrayo la palabra algunos– tienen especial interés por conectar con cosas de su país: su música, su comedia y también su literatura. He visto a muchos que son muy entusiastas de la literatura hecha por venezolanos. El triunfo de los coyotes, mi primer libro, los primeros comentarios positivos que está recibiendo son sobre todo de venezolanos fuera del país. E incluso algún lector que está dentro lo recomendó mucho a los que migraron.

Foto: Ana Victoria Corrado.

¿Cuál sería un canon de lectura o un top 5 de Círculo Amarillo para su público, pensando, claro está en que ese público puede subdividirse, bifurcarse en sus gustos o incluso conectarse con géneros literarios que ni siquiera estaba en su horizonte?

No pensaría en títulos de obras sino en autores. Y el primero que me viene a la cabeza es Elio Casale. Luego, se me ocurre que muchos en nuestra audiencia se interesan por los diferentes mecanismos que los pueden llevar al éxito en la industria del entretenimiento, así que por eso decidimos publicar El triunfo de los coyotes. Después, pienso en otros autores que sospecho que les iría bien en nuestra plataforma, pero me guardo los nombres para no hacer spoilers.

¿Cómo es el perfil de los escritores…cómo es el perfil de las colecciones?

En principio, aspiramos a publicar narrativa (ficción y no ficción) y textos argumentativos (ensayos, divulgación, etcétera). Estos últimos escritos de un modo que puedan interesar al público no especializado.

Sobre el perfil de los escritores es el siguiente: primero, obvio, talentosos, que sepan escribir, que produzcan obras de mucha calidad. Segundo, que además de eso vean la literatura como un trabajo, que publiquen el primer libro y estén pensando en el segundo, que estén dispuestas a mercadear su obra y a mercadearse. Personas que, de algún modo, estén haciendo carrera como escritores.

¿Cómo concilias la labor de editor, escritor y emprendedor en un contexto que combina, lo digital, lo físico y lo transmedia?

Entiendo por dónde viene la pregunta y me parece pertinente; sin embargo, el solo hecho de que resulte eso, pertinente, demuestra un poco lo “retrasada” que va la industria literaria local versus otras otros países y otras áreas de la economía de la atención en general.

Te lo pongo así: en la industria audiovisual, ves artistas que actúan en el cine, luego protagonizan una serie, después dirigen sus películas y capaz hasta fundan una productora. En la música ves artistas que lideran su proyecto musical, pero capaz componen para películas/series/videojuegos, escriben para otros proyectos musicales, producen el disco de una banda emergente y luego invierten en la organización de un festival. En la comedia ves standuperos que tienen un podcasts, el cual graban y editan ellos mismos; luego, se encargan de la producción ejecutiva de comediantes emergentes; capaz antes fueron guionistas de un show y ahora están escribiendo su propio film; o actuando en Improvisto o en una obra de teatro o audicionando para una serie; y luego, a lo mejor, fundan una productora de comedia.

¿Sí entiendes mi punto? En todos esos casos se ve normal la multiplicidad de roles, sin prejuicios. Y hasta se entiende como maneras de refrescar la visión creativa y hasta de diversificar ingresos.

Pasa que acabo de utilizar términos que todavía suenan un poco tabú en algunos sectores de la industria literaria local: “multiplicidad de roles”, “diversificar ingresos”. En estos días, a propósito de la publicación del libro de Elio y del mío, hablaba con un comediante que se interesó por nuestros procesos creativos y de inmediato preguntó cómo se transformaba eso en dinero. Es una ecuación lógica para los profesionales de cualquier industria creativa, pero a veces me da la sensación de que cuesta, por el motivo que sea, hablar de estas cosas en el ámbito literario.

Volviendo al eje de tu pregunta, es cierto que todavía hay hiperespecialistas. También lo es que cada vez los profesionales tienen que tener más habilidades para poder ser aerodinámicos en el ecosistema digital. Sí, claro que eso habla por un lado de la precarización de los trabajos, lo cual es otro tema. Lo cierto es que hoy día es más fácil sobrevivir en cualquier industria creativa si eres capaz de desempeñar diversos roles, que si solo te desenvuelves en uno. Y digo sobrevivir no desde el punto de vista financiero (que también), sino desde el punto de vista de relevancia: las industrias creativas son océanos en los que la mayoría se ahoga, algunos nadan, otros flotan y hay quienes se mueven en embarcaciones. Sea cual sea el caso, siempre está el riesgo de hundirse, de volverse irrelevante. De chocar contra un iceberg y desaparecer.

¿Las nuevas letras venezolanas (tanto las que provienen de universidades como de la propia corriente vital de escritores de oficio) tienen un destino claro en el horizonte de la lectura en español?

No entiendo bien esta pregunta.

Si lo preguntas por el destino laboral, te diría que la respuesta es no. No hay una industria venezolana, o la que hay es muy precaria, para sostener el trabajo de todos los escritores; una industria que, digamos, te señale un camino. Triunfar en Hollywood es jodidamente difícil, pero hay caminos: si estudias en esta universidad tienen más chance de tal cosa, si conoces a esta gente pueden pasar esto, los profesionales formados en este taller aspiran a tal cosa, etcétera. Eso no pasa en la industria literaria venezolana. Y pues ahí hay un problema. Y honestamente es un problema que creo que solo se va a resolver desde dentro, desde quienes de algún modo hacemos parte de ella: somos nosotros quienes tenemos que alimentar la industria. ¿Cómo? Pues cada quién tendrá que descubrirlo. Quejarse, llorar, señalar no sirve de absolutamente nada.

¿Cuáles alianzas mantienes con el entorno de plataformas, escritores y demás multiplicadores de contenidos culturales y literarios?

Entiendo que me lo preguntas a titulo personal, y la respuesta es todas las que pueda. Siempre y cuando resulten lógica, obvio. Pero siempre estoy dispuesto a tejer alianzas que generen beneficios en la industria. Tanto en el ambiente venezolano como fuera.

¿Podemos hablar de literatura Pop en tiempos en donde lo masivo parece hipersegmentarse y autorrepetirse? Te lo comento a partir del fenómeno del reguetón, el autotune, la composición musical cada vez más robotizada y autorreferente…

Huy, Joaquín, estamos entrando en aguas muy profundas. Jajajajá. Mira, a mí no me gustan las etiquetas. Lo digo porque me preguntas si se puede hablar de “literatura pop”. No me gustan las etiquetas primero poque creo que vivimos en una era muy liquida, con identidades que no son estáticas, y que la transformación permanente y acelerada es más bien uno de los rasgos de nuestro tiempo. Entonces, es difícil decir esto se llama así y punto. Luego, porque las etiquetas generan debates. Debates a veces muy profundos, en ámbitos académicos o hiperespecializados; a veces muy superficiales, como los que abundan en redes sociales. Sea cual sea el caso, por lo general, no me interesan esos debates. O no públicamente, al menos. Sí, lo podemos hablar tú y yo tomándonos unas birras; sí, los puedo hablar con mi socia en una reunión editorial, etcétera. Pero hasta ahí.

¿Por qué? Porque, en el fondo, siento que no importan tanto. O sea, que a quienes más importan son a críticos y estudiosos, pero quien escucha una canción no se sienta a preguntarse: ¿esto es reguetón o dance hall? Al final, lo que más le interesa es si la canción le gusta o no.

Y yo me siento más cercano a esa postura: en el fondo, lo que más me interesa es si algo funciona, si me gusta o no.

Tengo mis ideas, tengo mis opiniones, pero, por ejemplo, como escritor lo que me preocupa más es si la historia funciona. Qué produce en los lectores. Hay quienes dedican más tiempo a la teoría que a la artesanía, yo soy todo lo contrario: quiero, sobre todo, hacer.

Solo para continuar con tu metáfora musical, si hablamos de mis intereses creativos, del tipo de cosas que quiero escribir y cómo me gustaría que se muevan en los ecosistemas culturales, me vienen a la cabeza proyectos como C Tangana, Cuarteto de Nos, Wos, el Jorge Drexler de su último álbum, Bizarrap y muchos más. Pero vamos a detenernos en C Tangana: un hijo de su tiempo, de la cultura del hip hop, que creció en un mundo dominado por el reguetón, cuyos inicios creativos tienen que ver con el trap. Es decir, un talento contemporáneo. Este tipo, español y estudiante de Filosofía, más que imitar la cultura urbana norteamericana, construye la suya propia que está marcada también por otros ritmos, los géneros latinos, el flamenco. Y suma a sus procesos creativos a referentes como Jorge Drexler y Andrés Calamaro, que vienen de entornos musicales en principio muy distintos al suyo. Y que son absolutos maestros, bien distintos entre sí, de los cuales C Tangana ha sido admirador y ahora pupilo. Metes todo eso es una licuadora y sale un álbum con El Madrileño, que mezcla sonidos, géneros, en los que C Tangana es autor pero ante todo productor creativo, en los que se ve la sinergia de talentos de diferentes generaciones y sectores. Un álbum que se vuelve viral, masivo, que pone a bailar y pensar; y que, al mismo tiempo, es respetado por la crítica especializada. ¿Eso es pop? No lo sé. Pero eso se parece un poco a lo que me gustaría hacer en literatura.

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Joaquín Ortega

Joaquín Ortega es el Editor en Jefe de Hilos de América.

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