Hanoi, que hoy se conoce como Vietnam, era la perla del colonialismo galo a finales del siglo XIX y principios del XX. En 1897, Francia envió a Paul Doumer como gobernador de Hanoi, quien se encargó de construir infraestructuras modernas para los colonos franceses, con su respectiva red de alcantarillado de unos 14 kilómetros de longitud.
Y entonces aparecieron las ratas, quienes empezaron reproducirse lejos de los gatos y demás depredadores de la superficie. Crecieron a una velocidad impresionante, trayendo con ellas enfermedades y una temida peste bubónica.
Paul Doumer contrató a cazadores profesionales de ratas, a los que pagaba un céntimo por cada cadáver de roedor. El plan parecía funcionar: el 21 de junio de 1902 se alcanzó un récord: 20.112 ratas en un solo día.
Sin embargo, el gobierno de la colonia llegó a la conclusión de que incluso con un ejército de cazadores de ratas, la población de roedores seguía siendo grande. Y entonces se sumaron a las filas de cazadores los propios colonos, quienes recibieron encantados la oferta de trabajo.
Para hacer el conteo y el pago más sencillo, se acordó que bastaría con recibir únicamente la cola de la rata para pagar la captura, lo que evitaba el proceso antihigiénico de manejar cadáveres completos. Pero con el pasar de las semanas se veían miles de ratas paseando por doquier. Así se descubrió que los cazadores de ratas cortaban las colas de las ratas y liberaban al animal para que siguiera teniendo crías, con el fin de mantener activo el negocio.
Los funcionarios franceses se vieron obligados a finalizar la política de “abono por cola de rata” al descubrir granjas de cría en las afueras de la ciudad.
Publicado originalmente en Observatorio de la Conspiración.