Tratar de entender cómo funcionan los métodos y las formas de comunicación en tiempos de preeminencia digital es útil para la comprensión de los mensajes y su efectividad; y por lo visto, está resultando de importancia existencial para cada uno de los seres de éste planeta, sometidos a una guerra global nunca antes imaginada y sobre todo no declarada.
El mensaje puede ser A, B, C o D. La plataforma o el medio siempre será la misma. Pero el contenido debe estar diseñado para la ética y la estética del público objetivo… o de las audiencias que se engancharán.
La ecuación del milenio plantea lo siguiente: “valores más innovación sobre internet”. En pocas palabras: aquello en lo que creo, bajo un empaque publicitario con appeal debe ser lanzado a las redes, bajo ciertos parámetros de tiempo y oportunidad.
El mensaje tiene que estar encuadrado. Con buen audio, con iluminación y post producción. Debe valerse de la ralentización de algunas imágenes, con estrategias propias de la edición de ficción y con un ritmo que vaya acorde con los latidos del corazón humano.
Posteriormente, debes contar con alguien que la replique y que la comente en todos los foros de la sociedad, haciendo gala de falsos dilemas, banalizando el mal y generando un estado de indefensión del tipo: no hay nadie haciendo el bien en el mundo.
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